Que por qué te amo preguntas una y otra vez, y yo respondo creyendo que lo hago para hacerte conocer la luz que tienes y no ves, pero en realidad lo hago consciente de que se trata de tu vanidad y aniquilar de a poco la frialdad de mi cariño. La verdad es que siempre viví pensando que cuando uno está enamorado, no tiene un por qué, simplemente es algo que te llega sin querer y miras una y otra vez a esa persona y no te cruza por la mente un solo motivo por el que la hubieras elegido, más bien encuentras millones por los cuales jamás te le hubieses acercado. Bajo esta idea viví justificando mis comportamientos, mis decisiones, mis obsesiones, pero no, amor no es eso. Lo sé porque cuando te miro a ti al hacerme la misma pregunta, lo único que aparece en mi cabeza es: ¡Y cómo no!Lo primero que amé de ti, fue sin dudas… algo, una energía, una prefabricada e instantánea idea que vibró en dirección a mi cuerpo cuando vi el conjunto de tu imagen, eso me hizo verte a mayor detalle, y ahí, ahí amé tu sonrisa lineal, tus labios de Michelle Pfeiffer y tu cara de presumida y pirada monumental. Amé tu nombre porque alarmó mi curiosidad, y juraría que amé hasta los 7358km que decía, nos separaban. Estuve a punto de cambiar la vista, de alejarme de esa fotografía, por alguna razón tuve el presentimiento de que podías amarrarme el alma, pero por alguna otra, no lo hice. Me arriesgué a escribirte más allá de pensar que pasarías olímpicamente, porque esa energía que me dio tu imagen decía, que no eras de las que se adentraban muy a fondo en nada (¡y cuánto me alegro de mi error!) y que sería una pérdida de tiempo, cosa que también me hiciste sentir al presentarte como una consentida niña grande que no quería hijos ni responsabilidades, sino, recorrer el mundo y ser feliz, y encima en la próxima frase dices que no querías casarte, porque las historias de amor siempre acaban y no acaban bien así que si lo hacías, lo hacías por un motivo ajeno al amor. Extraño, ¡extraño fue que no saliera corriendo en ese instante! Te presentabas como todo a lo que le había huido una vida entera. ¿La curiosidad de saber lo que se escondía bajo tus palabras habrá sido lo que me hizo quedarme? La verdad no sé, pero me quedé y muy por el contrario de lo que creía, no era que no creías en el amor, era que creías en el demasiado como para ofenderlo con el pésimo valor que la sociedad le ha concedido al matrimonio actualmente. Y eso lo amé, porque yo creo y amo el amor más que nada en la vida, y nadie lo valora, solo lo descalifican llamándome ilusa. Recuerdo cómo de alguna manera comenzamos a enlazar doctrinas de vida sin tener para cuando acabar, porque de repente tú, la que rechaza su edad, decía todo lo que yo siempre había pensado y el mundo llamaba estúpido hasta hacerme avergonzarme de ello, lo cual tú jamás hiciste, tú estabas orgullosa de tu manera de ver las cosas. Era tan loco, que por momentos me daba vergüenza comentarte, que eso que estabas diciendo era precisamente lo que yo me había hartado de repetir día con día, porque probablemente pensarías que estaba fingiendo solo para mantener una conversación contigo. Ahí tenía claramente ante mis ojos lo que siempre había buscado, pero eso no fue lo que le dio intensidad a mi necesidad de saber de ti a cada hora, porque por mi vida habían pasado demasiadas que se disfrazaban de lo mismo y al final resultaba lo contrario. Creo que lo que me hizo querer acercarme más, fue tu corazón, tu corazón que comenzaba a anestesiarse porque dijiste ya no creías que a tus años, volvieras a enamorarte, porque ya habías pasado dos veces por eso. La verdad, no sé si se debió a mi costumbre de llevarle la contraria a las personas que con tanta determinación se atreven a decir algo como esto o la enorme duda con la que respondiste a mi intención de enamorarte, pero ya te tenía en mi mente. Lo confieso, no las 24 horas, aunque quería estar cada minuto del día en la tuya. Tu distancia, la dificultad, tu falta de interés, tu indisposición, hasta esoooo, que me estaba enloqueciendo, lo estaba amando. Y algo más te voy a confesar, en ese instante seguía creyendo que no seríamos nada, que de llegar a ser, serías una más, otra de mis obras, otra de mis obsesiones, otra necesidad. Verás, mi vida se ha basado en caminar de corazón roto en corazón roto para volverlos a hacer latir, no sé por qué pero escuchar a una mujer decir que el amor no entrará más a su vida, me roba la atención por entero como si fuese un ratón hacia el queso. Tú, creí que eras el mismo caso, como conocía perfectamente el camino y cada cosa que sucedería, me relajé, me relajé muuucho, y sin darme cuenta, me habías robado por completo la paz. ¿Cuándo? La primera vez que descubrí que eras lo más inesperado y loco que me iba a encontrar en la vida, y lo amé. Recuerdo que esa noche a modo de broma te había pedido una fotografía y un mensaje de voz, puesto que no te había vuelto a ver y tu voz la desconocía, puede que el que accedieras a lo que pedí esperando que te negaras, haya sido mi perdición, y también lo amé. Desde entonces despertaba esperando que en ese día, pudiera escuchar un poco más de tu voz…, a veces tenía suerte, a veces no. Tu voz era como un canto de sirena, algo tan mítico como peligroso, tenía un toque de desentendimiento con una dulzura y delicadeza infinita, pero es un sonido desconocido. Desconocido porque hasta hoy lo escucho y ni me pareces tan tú. Te siento… te siento más lejos, menos presente, muy poco mía, y es que sí, es que no lo eras, pero amo que hoy puedo decir lo contrario.
Entonces me fuiste embrujando, enzarzando de palabra en palabra rescatada de cada uno de tus discursos, aunque nada se compara a la noche en que rescaté tu voz en el fondo de aquel video con tu acento de madrileña de pura raza (jajajaj). Teniéndote a ti en español se convirtió en mayor afrodisiaco que cualquier marisco, y lo amo. Amo cómo suena en tu boca mi nombre, y la palabra amor y bebé, y sexyyyyyyyy y cuando dices “a muerte” o preguntas “¿sí o no?” o sueltas tus “Mamma Santa” y tus “¡¿Qué dices?!”… y cuando me llamas “baby” y me matas cuando me llamas “mi amor” y me encanta hasta cómo dices “una mierda” porque te escuchas muy graciosa, o cómo la llamas Lolo, Loli, Lolino, porque suenas más tierna de lo que nunca vas a ser, pero nada se compara a lo que he amado cada vez que me has dicho “que te quiero” y “te amo”. Tu voz…, creo que tu voz y las miles de maneras en las que puedo disfrutarla…, puede que sea una de las cosas que más amo de ti. Por eso aquella noche que me llamaste a las 3:30 de la mañana y dijiste haber estado al teléfono conmigo más de lo que has estado en los últimos cuatro años con tu madre, esa en que se te escapó que habías mentido sobre tu edad y mi corazón sintió un inmenso alivio, esa en la que me sentí que aquella no era la primera vez que cruzábamos palabras, esa en que todo fluyó y se sintió mejor de lo que jamás hubiese imaginado, esa, esa fue una noche en la que me diste un inmenso regalo. Pero bueno, no diré que fue solo por tu voz, es que amé escuchar tu risa (esa que te dije era la más hermosa que jamás había escuchado y tu aseguraste ser consciente de ello) y más que eso, provocarla. Y ahora que lo pienso, siempre has dicho que mueres de la risa conmigo, que te diviertes a mi lado y que nadie te hace reír como yo, eso también lo amo. Para este entonces, ya yo no tenía control sobre nada, ya no sabía lo que iba a pasar, solo sentía algo carcomiéndome por dentro que mientras más intentaba detener, más me devoraba. Sobre todo recuerdo las lágrimas que me sacó el terror a que no te sintieras igual, porque soy perceptiva, porque en el fondo de mi corazón sabía, que el tuyo no estaba preparado para recibir, todo lo que él tenía para darle. ¿Sabes que es lo gracioso? Que en ese punto ya no tenía nada en mis manos, tú me tenías en las tuyas. Ya había olvidado mi intención de enamorarte, de sanarte, de probarte que estabas equivocada pensando que no conocería más al amor, en ese momento el alma me estaba gritando (mientras yo pretendía no escucharla) que tú jamás podrías ser una más, así que al despegar mis ojos de Cupido y no dirigirlo hasta tu puerta, entró en la mía, para cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde. Entramos de alguna manera al punto de tratarnos y exigirnos y celarnos y explicarnos y disculparnos y esforzarnos y pelearnos como un matrimonio, y jamás nos habíamos dicho ni que nos gustábamos. Eso, eso lo amo. Porque por muy bruta o brusca que sea, el arte de la sutileza es mi materia favorita, y esta fue señora, su obra maestra.
Por muy perdida que sentía la partida, hubo un día que me animó, que me hizo sentir que sí tenías interés, y fue cuando tuvimos una gran discusión porque tú una y otra vez te preocupabas por convencerme de nunca haberme mentido y de estar muy segura de tus gustos mientras yo estaba renuente a creerte, ese día que no pude controlar mi carácter y pensé haberla cagado, dijiste que te gustaba y sobre todo por eso, sin dudas nuevamente flipando me quedé, y lo amé. Porque amo esa magia que tienes para constantemente sorprenderme, que aunque te conozca, no entiendo cómo lo haces. También amo que por primera vez, quiero conocer, pero no descifrar, porque he estado acostumbrada a lo contrario, pero solo lo utilizaba como arma a mi favor para manejar las cosas, por eso amo que esta necesidad, es algo que contigo jamás he sentido. Amo que aun siempre dudando que tu corazón pudiera ser mío algún día, que aun sintiendo que estaba ocupado, jamás he podido dudar de ti, no sé si por tonta o por la energía que me transmites, pero lo hago. Y realmente es algo que agradezco porque jamás pensé poder ser así, con lo paranoica que soy, imposible creer que algún día confiaría en alguien tan ciegamente en temas de amor. Y amo quien me has ayudado a ser, todo lo que me agobiaba de mi misma lo has eliminado en un abrir y cerrar de ojos. Ya no hay ansiedad, no hay ganas de control, no hay desconfianza, no hay heridas, no hay dolor, no hay nada malo… Y eso me asustaba en un inicio, porque me sentía tan desprotegida ante ti y a ti con una coraza tan enorme, que podrías hacerme mal en cualquier instante, pero no, todo lo contrario, has sido un bálsamo para mis días. Nunca he sentido que exista algo que no podamos solucionar, porque amo que siempre hemos tenido una compenetración tan grande, una relación fuerte en cualquier ámbito, ya sea para tratarnos como amigas, como hermanas, como novias, como esposas, como familia, siempre hemos conseguido superar todo causando el menor daño posible. Siempre tratando de entendernos, tratando de dejar el orgullo, tratando de ser mejores por la otra, dejándonos sorprender, dejándonos enseñar, esforzándonos por aprender…, siempre entregándonos a la otra amándonos a nosotras mismas.
Nos describíamos como dos grandes hijas de puta, dos desastres que arrasarían con la vida de cualquiera porque a egoístas y egocéntricas no nos ganaba nadie, por eso amo que sabiendo cómo hacer sentir en el infierno a cualquiera, más que caos nos hayamos ayudado a encontrar la calma. La calma de la que siempre escapamos, pero la que yo no cambiaría hoy, por nada del mundo. Porque no es una calma cualquiera, es la nuestra, y tú y yo estamos fuera de todo lo común, por eso ardemos desde nuestra tranquilidad, y eso también lo amo. Y no me cansaré de decirlo miles de veces en millones de maneras, pero yo es que amo nuestra relación, no creo que haya dos personas más perfectas para la otra, pero no porque cumplamos características afines o que la otra deseaba, sino, porque nos llevamos absolutamente de maravilla. Porque contigo no soy tímida, contigo soy todo lo que quiero ser y más, contigo soy más que una mejor versión, contigo soy yo. Contigo bromeo desde el primer día y tú conmigo, de maneras que miles que me conocen hace mucho se han sentido molestos varias veces, pero nosotras no somos así, nosotras nos entendemos, es como si viviéramos a otro nivel que escapa de lo comprensible. Sí, un nivel tan raro en el que me sentí, cuando día con día tú me decías las cosas que querías, que te gustaban, que buscabas en una chica, y sin querer sonar pretenciosa, no había una que no me describiera a mí. Pero claro, tampoco parecería muy normal que fuera a decirte “hola, soy lo que estabas esperando, ¿qué necesitas para darte cuenta?”. La verdad muy normal no soy pero a ese nivel no llego, y necesario no fue, no sé si te diste cuenta de a poco, si decidiste arriesgarte sin saber la realidad, si te estabas conformando con que yo al menos fuera la idea de lo que querías o si aquella noche que te entraron los miedos y querías echar todo atrás porque esto era una locura, se te iluminó una luz, pero sé que esta locura se abrió paso en nuestras vidas de alguna manera que ni recuerdo, y amo que hoy sea lo más cuerdo que tengo. Amo que nos arriesgamos, amo que pudiendo salir tan mal, no pudiera haber sido más perfecto. Amo esa pequeña nube atada al suelo en la que me haces vivir. Amo que seas tan espontánea. Amo que sin conocernos ya sintieras que yo era diferente, que por mí harías excepciones. Amo que no nos habíamos visto y ya estábamos hablando de donde viviríamos o cómo nos haríamos el desayuno. Amo que seas tan tímida a veces (aunque me parece que más que timidez forma parte de tu juego de decencia infinita) y tan atrevida otras que me dejas sin habla. Amo lo sexy que te ves al encender con despreocupación y facilidad los cigarrillos. Siempre he amado la forma en que me miras, la forma en que me pides que te salve de ti misma cuando lo único que quieres es cuidarme a mí. Más que amar, admiro, la fuerza con la que por tantos años has mantenido quien eres, o al menos te has rescatado, amo que no hayas sido otra persona especial que se dejó ser moldeada por populismos baratos. Y también admiro tu honestidad, con la facilidad que dices lo que todos piensan y nadie, por quedar bien, se atreve a decir, aunque sé que algún día tus niveles de sinceridad en vena pueden llegar a matarme… Amo como siempre intentas apagar el fuego que creo y avivo sin escuchar razones de un segundo a otro. Amo que me dejes ser niña de nuevo, amo que te dejes ser una también conmigo. Aunque también amo cuando tomas tu papel de mujer madura y responsable y me dejas tomarlo a mí. Amo que me sigas en mis locuras, amo poder seguirte en las tuyas. Amo que también disfrutemos sin mala conciencia ni restricciones nuestros momentos de mal comportamiento y obedecer a las emociones, a los deseos, amo que te olvides de pensar y que tú también seas más de escuchar a tu corazón, aunque a veces me viene bien tu racionalidad.
Y sí, todo esto te pude amar sin verte aunque a ti te comían las dudas, las ansias de comprobar y te faltaban mil detalles (supuestamente importantes) que te confirmaran si estabas sintiendo algo o estabas una vez más, engañándote a ti misma.
Recuerdo cuántas veces repasé ese primer día en mi mente, y nada fue como lo había imaginado en mis millones de hipótesis. Una vez más me sorprendiste cuando recibí tu mensaje avisando que ya te tenía aquí, y yo como siempre, tarde, no había llegado. Aunque lo agradecí porque el poder hablar un poco calmó mis nervios y me acercó a ti que llegaste desde la mayor distancia que podría haber anticipado. Flipando, flipando me quedé y esta vez no en el buen sentido, pero como eres rara y loca, decidí entenderte y darte tu espacio, pero es que aquel camino en el coche fue lo más raro e incómodo de la vida: mi padre con su música a todo volumen, tú seria y aislada perdida en la ventanilla y yo con la risa en la punta de la lengua rogando en silencios por una de las miradas, que de vez en cuando me dabas solo para preguntar por qué me estaba riendo. Pero si eso no lo imaginé, tampoco imaginé que iba a amar tanto algo como cuando sentí tu mirada sobre mí, vi tu brazo extendido y luego lo sentí tomar mi cintura y mientras yo me quedaba sin respiración, tus ojos no dejaban de parpadear cerrándose mientras me acercabas más a ti, y por fin pude tomar tus mejillas en mis manos, controlar tus movimientos y descubrir a qué sabían tus besos después de dos meses. No, ni por un segundo pensé que los amaría tanto como lo hago. Y es que amé la sensación de besar tu boca y sentir la seguridad de quien ha estado en ella millones de veces. A partir de ahí, no me cansé, ni me canso, de amar cosas nuevas cada día… Amo que eres mucho mejor de lo que ya creía. Amo que no sientas vergüenza de nada frente a mí, que lo que te tome con alguien siglos conmigo te tome una tarde. Amo sentir tu mano entrelazando a la mía, amo jugar con tus dedos, amo jugar contigo como dos pequeñas idiotas. Amo tu altanera y pija manera de caminar. Amo cómo tu cara no se preocupa nunca por disimular que te importa una mierda el mundo. Amo cómo te comportas, cómo te manejas, tan educada y protocolar a veces. Amo que alucines ante cosas tan sencillas como agua cayendo del cielo. Amo la forma en que te vistes, cómo te preocupas por lucir bien, cómo te haces hasta el último detalle del cabello, amo tu camisón negro…, amo que te descalces en cualquier lugar. Amo que siempre que puedes me toques, aunque sea tomándome una pierna y jugando con ella o haciendo tus raros masajes, o cuando pasas por mi lado y siempre se te escapan las manos para tocar my but or spank me. Amo hasta cómo finges que te molesto y que no me quieres tener todo el día encima solo por hacerte la guay y decente señora (que no cuelaaaa). Amo ducharme contigo y sentir tu piel mojada deslizándose por la mía. Amo que me des tu shampoo y cogerte la pasta dental porque siempre me olvido todo aunque lleve una maleta gigante. Amo tus falsas quejas cada vez que te tomo lo que sea que estés bebiendo. Amo tu locura de cruzar en plena noche en camisón y chancletas una piscina, abrir la puerta envuelta en una toalla o que tenga que levantarme a vestirte con protesta cada vez que planeas irte desnuda a la terraza. Amo pedirte tus cafés en la mañana. Amo verte beberlos, amo verte comer tan concentrada y ordenadamente, perdida del mundo. Amo cómo te desenfocas de todo cuando cierras tus ojos para tomar un baño de sol o solo sentir el olor del mar. Amo lo hermosa que eressss cada vez que te preocupas por llevarme la toalla cuando salgo del agua o las chancletas que nunca me llevo al baño por alguna razón. Amo cómo realmente te gusta cuidar y tener esos pequeños detalles de mamá aunque dices no querer un bebé. Me gusta sentirme tu bebé, me gusta sentirte la mía. Amo cómo nada en el mundo hacerte el amor… Y escucharte hablar, susurrar, rogar, suspirar, jadear, prometer, disculparte, implorar. Amo tu cara y cómo te encanta disimularla, esconderla, fingir que no pasa nada mientras todo pasa. Amo cada sonido que sale de tu boca y cada provocación y palabra que me haces entre las sábanas. Creo que soy adicta a hacerte el amor porque las cosas más increíbles de este mundo, son las que te puedo escuchar en ese momento. Amo que nunca tengo voluntad para dejar de besarte, para dejar de sentir tus abrazos fuertes que tanto amo porque me hacen sentir que nunca quieres que me vaya de tu lado, y es lo mismo que deseo yo. Amo verte frágil, medio muerta, incapaz de andar aunque amo verte fuerte, creyéndote que vas a controlar algo, y ver tu cara cuando me ves fijamente mientras me empujas en la cama, mientras me pruebas que eres más fuerte que yo, mientras te dejo hacer de mí lo que quieras, y sí, te dejo mirarme, porque me encanta que me mires, pero más me encanta la mirada que se te queda cuando lo haces… Amo la fragilidad que hay en ti cuando te deshaces del orgullo. Amo que me regalaste la mirada más sincera el día que me dijiste que no entendía nada y que no sabías cómo te ibas a ir y me ibas a dejar aquí. Amo que escojas los momentos más raros para pedir cosas anheladas. Amé cómo después de saber que por estar enojadas ni había comido me has llevado un chocolate… Amo hasta llorar contigo y dejar de ser fría en tus brazos y querer tanto tu protección como poder protegerte, que confíes en mí, que a ti tampoco te de miedo nada si yo estoy contigo… Amo dormir y despertar a tu lado. Amo tus “good night” en mi oído. Amo envolverte con poco y hacer que olvides que tenías sueño. Amo que nadie te haga sudar como yo… Amo poder ver la imagen más hermosa del mundo cada mañana…, tu espalda desnuda con la sábana cubriéndote hasta la cintura y algunos mechones de tus negros cabellos cayendo sobre tu hombro. Amo ver tu cara enérgica y activa tan cerca de la mía cuando despiertas, y ver cómo me miras detalladamente antes de besarme. Amo intentar amarrarte a la cama en un abrazo adormecido mientras luchas por huir a buscar un cigarro. Amo que no siempre lo logres y que te haga quedarte por un par de horas conmigo robándote la energía. Amo caminar de tu mano y no saber ni qué pasa a mi alrededor. Amo vivir el nuestro presente, no pensar y solo disfrutarnos. Amo estar en agua contigo y portarme mal o querer estar solo como un koala prendida a mi eucalipto. Amo que las horas no se sienten si las pasamos juntas. Amo ver cómo con tu cara de pija y tu calma andas por la habitación en busca de algo y hasta cómo intentas organizar mis desastres. Amo tu pelo aunque no le favorezca el clima o se te caiga el tinte. Amo tus ojos con o sin lentes y las millones de maneras que encuentran para mirarme. ¿Ya mencioné que amo tus labios? Bueno es que amo tus labios como para perderme en ellos eternamente. Es que ni dormiría por estar besándote y abrazándote contra mi cuerpo. Amo que yo te preocupe y que me dejes preocuparme por ti. Amo que no me apartes de mi familia y que entiendas a las personas que no quiero cerca. Ahí te veo como una amiga, que odia a mis enemigos y no trata de lograr una paz hipócrita. Ahí te veo el deseo de defenderme y eso lo amo terriblemente, porque yo siempre te defenderé y apoyaré, y no espero nada diferente de ti. Amo molestarte y yo sé que tú amas lo mismo. Amo cómo no pierdes la paciencia cuando tengo una crisis existencial antes de salir y se nos hace tarde para la cena. Amo como siempre te importa mi opinión también, cómo siempre buscas que hagamos las cosas juntas. Amo cómo me detienes mientras vamos caminando de la mano, tiras tu bolso al suelo y me besas sin más explicación. Amo cuando te sientas sobre mí con esa mirada que tanto amo y me devoras los labios. Amo tus manos. Amo lo suave que es tu piel y acariciarla. Amo lo guay que son tus piececillos con tus uñas pintadas oscuras. Amo tu obsesión con las tobilleras. Amo la cara de tonta que se me queda cuando te veo salir arreglada del baño. Amo cómo aprovechábamos cada elevador para comernos a besos hasta el último segundo y cómo seguramente las dos maldecíamos hasta la vida cuando alguien más se subía a interrumpir. Amo que eres tan rara y estás tan loca y se te ocurre cada cosa que no sé ni cómo te hago caso pero me encanta. Amo tus bromas y hablar contigo y quedarnos en silencio y tenerte sentada en las piernas mientras te fumas un cigarrillo y yo te acaricio la espalda. Amo tus mil caras, tus mil gestos, cuando te pones en plan serio a regañar y no te la crees ni tú y cuando eres una niña dando berrinche porque no quiere hacer algo. Amo que amas de mí las cosas que menos espero y es que creo que lo entiendo porque yo amo en ti cosas que nunca pensé poder ni querer. Por eso, amo también nuestra combinación. Amo que podemos ser dulces y tranquilas y también atrevidas y apasionadas. Amo mirarte por horas y horas y tomarte mil fotografías sin que te des ni cuenta mientras siento que soy la más afortunada del mundo por poderte amar y que me ames. Amo que te importe cómo me siento y te preocupes por hacerme sentir bien, que me dediques tiempo y te quedes en silencio en una tumbona a mi lado dándome la mano mientras me muero de miedo por cómo será todo en adelante y tú me aseguras que todo va a estar bien, entonces yo amo el poderte creer. Amo que nuestros cuddles siempre se conviertan en algo más, amo que cada beso, cada abrazo, cada toque, se convierta siempre en algo más. Amo no necesitar nada si estoy contigo y la paz que le das a mi vida. Amo que vinieras a enseñarme cómo se siente el amor, y abrirme los ojos ante lo que es realmente sentirse feliz… Amo aprender de tu mano y enseñarte. Amo sentir que tenemos un largo camino por delante, que no hay prisa, que no pueda (como siempre) sentir el final y que haremos todo por hacernos bien. Amo cómo cada día es diferente y especial, cómo siento que cada vez avanzamos más aunque no sé a dónde vamos. Amo que con el paso del tiempo las dos nos vamos liberando más de heridas o ataduras del pasado y malas experiencias y corazas innecesarias, que cada día seamos más reales, más nosotras, que cada día se fortalezca nuestra relación porque siempre aprendemos un poquito más a amarnos bien…
Amo cómo puedo mirar hacia atrás, hacia cada día contigo, cada primer momento, y sonreír como una tonta sintiendo lo que sentí en ese mismo instante: una emoción inexplicable, que ya tiene explicación. No puedo decir que te tengo que dar la razón porque no sentí que te amaba hasta que te tuve delante, pero te puedo asegurar, que verte fue lo mejor que me pudo pasar. En ese tiempo te pude demostrar a ti que la distancia no impide los sentimientos, y al mundo, que yo no era una ilusa, ni esta, otra historia irreal. Pero, ¿sabes qué? Amo que realmente no me importa ni me importó, porque no lo necesitaba, solo he necesitado lo que siento y sé yo, ya no es de mi interés demostrarle nada a nadie, porque te repito con mayor seguridad que nunca: yo puedo hacer el mundo contigo, yo puedo exiliarme a una isla abandonada a solas contigo, yo te siento como un refugio de la humanidad, del mundo…, no necesito nada más. Contigo siento que estoy en casa, que eres el lugar al que siempre voy a querer escapar, al que siempre querré correr a llorar, a reír, a amar…, eres mi lugar favorito, el que me protege de las mierdas de la sociedad, de la vida, de las decepciones que aún me quedan por vivir y las penas que me seguirán aturdiendo. A ti correré, porque amo que eres como Neverland, un lugar seguro, uno que te devuelve la fe que la vida exterior te roba a diario. Y hoy, es que me sobran todos, si no te tengo a ti.
Y amo tantas cosas que dejaré demasiadas afuera, pero siempre te las haré saber. Así que espero no vuelvas a necesitar preguntarte cómo te amo o si te amo o por qué, ¡porque amo hasta tu lengua de gato my boo!
Y escribiendo esto, que pensé que me bastaría con medio folio me di cuenta, que el amor no se trata de no distinguir la razón por la que estás junto a alguien, sino, sabiendo cada motivo por los que no te irías de su lado, no saber ni cuándo sucedió. Y comienzo a sospechar que mucho antes de lo que las dos pensábamos… Entonces, ¿siempre estuvimos a una decisión o a una coincidencia de distancia?
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Todas Las Mujeres De Donna II | En Proceso | Temática Lésbica
Short StoryLas locas historias de amor de una joven que lucha con su propia mente, a la que le teme, donde a veces se pierde por pequeños detalles hundiéndose en un gigantesco pozo y cree que no volverá a ver la luz de la realidad. Busca el camino de vuelta a...