(Donna y Ruth)
Estoy a su lado desde mis 20 años, desde el inicio dije que era la mujer con quien quería casarme y pasar el resto de mi vida. Nunca dudé de mi amor por ella, de lo fuerte que era, de lo fuerte que éramos. Tampoco dudé de que hay amores para siempre, de que hay una persona perfecta para cada quien, de que existe el indicado, la otra mitad, el amor verdadero. De que vivimos en búsqueda de eso y de qué yo lo había encontrado. Y tú, hiciste a todas mis creencias de toda una vida tambalearse, tú me hiciste abrir mi mente y pensar del amor en una forma diferente, menos Disney, quizás menos romántica, pero más liberal y realista, más fuerte e intensa, menos sufrida al fin y al cabo. Fue conocerte y entender tantas frases, tantas historias a las que hacía oídos sordos, comprendí que existe el amor de la vida pero que en una sola, vidas, tenenos muchas. Que todo son etapas, que quizás todo el mundo no sea capaz de acompañarte a través del enorme camino los años y está bien así, cada quien tiene algo que aportarte, deberíamos tomarlo, quedarnos con lo mejor de cada quien, vivirlo intensamente, aprender a dejarlo ir y saber que algo nuevo llegará en algún momento. Porque Ruth, eso fuiste para mí, esa brisa fresca que hizo caer mi barca. Meses mesiéndome de lado a lado hasta hacerme caer, no entendía qué pasaba, porqué los nervios, las sonrisas con los mensajes, no poder hablar al verte, encontrarte más guapa cada vez, buscar cualquier excusa para coincidir contigo, imaginar millones de escenarios juntas, qué planes te podrían gustar, adivinar cosas de ti, escuchar música y venirme tu rostro a la mente con alguna canción, preguntarme cómo eres, cuál es tu signo zodiacal o si tienes plantas en casa, sentir ilusión cuando suponía ya tenerla con alguien y ahí me di cuenta... Y te empecé a buscar, aceptaste salir conmigo y en una de esas te lo dije, lo supiste desde que fui capaz de entenderlo y expresártelo. Y no hiciste nada, por semanas, nada. Durante noches solo soñaba con tus ojos, con despertar acariciando su cabello dorado en mi almohada... pero eres etérea. Volví a intentarlo con ella, conmigo misma, a aferrarme a mis principios a pensar que aquel intento de beso fue un nervio prenupcial que salió de mí al verte fuera de un entorno ordinario, tan guapa, con unas copas de más, mientras sonaba nuestra canción favorita pero sin el corazón en el mejor momento... ¿Ahora entro a tu local, me tomas de la mano con urgencia hasta el cuarto del fondo y terminas el beso que yo quise empezar? Me miras agitadamente sin aliento esperando una respuesta, ¡diablos, como soñé con esa mirada! Pienso buscando la compostura sin conseguir mirarla. Respiro profundamente, escapa de mí un suspiro de dolor y me busca con unos ojos de preocupación, extiendo mi mano a la suya y le entrego un sobre, parece confundida.
-Quería entregártela en persona -le digo aclarando la voz mientras ella lo abre y me mira fijamente en silencio.
-Martina... -dice dulcemente-, ¿estás segura de que te quieres casar con ella?
Me marché de un portazo y dejé en una lágrima escapar la furia, la rabia, la confusión, el caos, el amor, el dolor, las oportunidades perdidas, las llegadas tardes, las despedidas, a ella. Porque no Ruth quizás no estaba convencida, quizás me pusiste el mundo de cabeza, pero no te hiciste cargo cuando debiste y gracias pero no vas a desordenar dos veces el alma que no te atreves a armar.
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Todas Las Mujeres De Donna II | En Proceso | Temática Lésbica
Short StoryLas locas historias de amor de una joven que lucha con su propia mente, a la que le teme, donde a veces se pierde por pequeños detalles hundiéndose en un gigantesco pozo y cree que no volverá a ver la luz de la realidad. Busca el camino de vuelta a...