(Donna y Estefanía)
El dolor. Este que más que físico es interno, a veces tan interno que sí se hace externo. Este dolor, es a lo que tanto le teme el ser humano y erróneamente huye del amor creyendo que allí siempre habita él, pero no es así. Le huimos tanto que vivimos buscando mil salidas para evitarlo. Drogas, alcohol, fiestas, sexo, relaciones y “amistades” superficiales, videojuegos, cosas que te mantengan distraído y alejado de la realidad esa que te obligaría a padecerlo. ¿Pero saben qué? Sí, es tenebroso como el mismísimo diablo, pero es mejor padecerlo en su momento y arrancarlo de una puta vez del alma, a la corta, es la mejor solución sacarse el vidrio del pecho de un golpe que delicadamente. Y ahora les explico por qué en una simple pregunta. ¿Es mejor padecer el instante en que nos sacan el vidrio o sufrir cómo se va adentrando en nuestra piel toda la vida?
Claro, esa es la respuesta. Pues esto es lo que pasa con el dolor, él es más listo que nosotros, como la muerte, no hay manera de engañarle. Siempre encontrará la manera de salir, de hacerse presente. Ese dolor al que dijiste “ya no más, esto no me va a importar, esta vez no voy a permitirme llorar, no la pasaré mal”, al que “enterraste” en otras bocas, en otro ambiente, en otra vida, en un vaso de ron o una consola, ese, sale cuando menos te lo esperas de la manera más surreal posible y te descubres años después de haber superado a la macarra llena de tatuajes y trastornos mentales que te dejó tirada cuando más ilusionada estabas sin saber ni por qué, con tu piel agujereada, llena de tinta y tomando mil anti psicóticos por día. Al final, el dolor se convierte en nosotros o nosotros nos convertimos en él, yo me convertí en mi alter ego, yo me convertí en ella, después de pensar que había sido fuerte pues ni había dolido tanto, a la larga, dolió más. Ahora me arrepiento de no haberme comido la cabeza esos días, de haber silenciado un lógico dolor, de haberme guardado aquella vergüenza, de no haber llorado todas las lágrimas que le tenía dedicadas, porque ahora lloro doblemente y no sé cuándo parará, porque viene y va, cuando quiere, sin razón. Y lógica no tiene, no la extraño, no la quiero en mi vida, no la odio, pero no la amo ni la amé entonces, y no entiendo nada. Entonces pienso que tal vez todo se deba a la incapacidad humana de aceptar que no tenemos control sobre la vida ni las acciones de los otros, sobre todo el no poder comprender como alguien tan rota, que te necesitaba tanto, a la que tú no necesitabas y simplemente querías ayudar, pudo haber salido huyendo. ¿Era ciega acaso? ¿Estaba loca? ¿Amaba las malas elecciones? Puede ser una o todas la respuesta hablando de ella, la verdad creo que me intento consolar en eso de que ese tipo de personas que no se quieren ayudar, no se puede ni intentar, y en que el error fue mío por tomarla como experimento en vez de querer vivir y disfrutar exactamente eso que era ella. Aunque en el fondo (y quizás esto ni ella jamás lo descubra) ella es lo contrario de lo que quiere demostrar es, y nadie se detiene a verlo, yo lo vi, tal vez por eso intenté quedarme a contemplar como ella lo descubría, tal vez no quería reconocerlo y por eso se fue…
No duele ni afecta ni produce ni ansiedad si quiera ya. Porque ese trozo de cristal ya fue abrazado y añadido a mi organismo, como se hace con todo dolor ¿pero estamos seguros que queremos vivir con pedazos de vidrios incorporados?, ¿tanto miedo le tenemos a unas lágrimas?
Como nos enseñó “El principito”, es estúpido culpar a todas las rosas solo porque una nos pinchó. Y así tomamos al amor, como rosas llenas de espinas listas para salir escopetadas a nuestra piel, pero no es así. Simplemente por el hecho de que el amor, es lo más lejano de la herida que pueda existir. El amor sana, da paz, y felicidad con lágrimas pero sin dolor, se siente, tan fuerte como un sufrimiento, pero en bonito, como en… fantasía y auras violetas. El amor cuando de verdad lo encuentras, es como un narrador que te explica porqué, todas esas rosas cortaron tus dedos, y resulta que si no lo hubieran hecho, no te hubieras alejado, y que si no hubieras seguido cambiando de rosa, no habrías llegado hasta mecerte en los pétalos de esta bajo la urna de cristal. Esta que también tiene espinas de las cuales una herida te podría acabar desangrando, pero con los ojos cerrados la tomas una y otra vez sabiendo, que ni ella con todo ese poder tiene la intención de utilizarlo, ni podrías dudarlo.
Y aquí va el secreto del dolor, en realidad no va de que pertenezca al amor aunque sí a su disfraz. No va de que haya demasiadas malas personas en el mundo (que las hay), el dolor va, de que hay muchas personas en el mundo y solo una, es la persona para ti, mientras la encuentras, todas las demás van a hallar su manera de doler. Porque el dolor tiene diferentes maneras de personalizarse. Puede ser frustración de querer sentir y no poder, de no querer sentir, de buscar controlar y fracasar, de hacernos ideas e ilusiones falsas, de buscar a esa persona en la equivocada o intentar transformarla inútilmente. Y te das cuenta cuando le tienes, que amar no es tan difícil, simplemente sucede, no hay que intentar nada, no hay nada que cambiar, no hay nada que controlar, no hay nada que puedas dejar de sentir, y te das cuenta entonces, que de tener que crearte a la persona perfecta, la crearías a ella misma…, porque siempre estuviste a trozos, con los ojos vendados, fabricándola en todas las demás… Y aunque con ella no duele, seguirás teniendo miedo al dolor, porque desde tu experiencia aprendes, que el dolor, no depende de la intención, velocidad, profundidad de la herida o el arma que se utilizó para infringirla, se trata de la mano que la sostuvo. A veces pueden hacernos la peor de las acciones y no nos explicamos cómo nos dejó inamovibles, así mismo tampoco entendemos cómo otras veces no nos hacen nada más que colocar mal una palabra en una oración, y nos desangramos. Simplemente por eso, porque depende de quién ejecuta la acción, de la conexión que teníamos con ella, lo que esperábamos de ella, lo que creíamos sobre ella y los planes que ya nos habíamos dibujado en la mente. Es directamente proporcional la confianza y cuánto de nosotros le dimos a esa persona, a la cantidad en que nos va a afectar sus acciones. Ese es el dolor: personas equivocadas que intentamos vestir de correctas, pero no el amor, ese que no lleva máscaras, ese jamás traerá lamentos. No lo culpemos más y dejemos de huirle al único que traerá explicaciones, al bálsamo de nuestra vida envuelto en la más abominable de las pasiones. Cuando se encuentra este tipo de amor, hasta te alegras de las lágrimas ocasionales, porque no significan nada más, que las raíces que tiene en tu vida, son profundas, raíces que no estás dispuesta a arrancar, antes preferirías matarte. Y te alegras también de lo que ambas vivieron, de haber conocido lo equivocado lo suficiente, como para reconocer la diferencia de lo correcto y dar todo por no perderlo. Porque eso es lo único que te vuelve loca, ese miedo de algún día tener que aprender a vivir en un mundo donde ya chocaste con la indicada. Porque no, amor no es dolor ni viceversa, pero siempre combinará irónicamente con fuerza y temor.
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Todas Las Mujeres De Donna II | En Proceso | Temática Lésbica
Short StoryLas locas historias de amor de una joven que lucha con su propia mente, a la que le teme, donde a veces se pierde por pequeños detalles hundiéndose en un gigantesco pozo y cree que no volverá a ver la luz de la realidad. Busca el camino de vuelta a...