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Esa mañana, aún tumbada en la cama, se me vino el pensamiento de que después de lo ocurrido la apuesta se esfumó, con lo que tuve que aguantar después de acostarme con el Ravenclaw que me venía detrás. Me di cuenta de lo egoísta e insensible que fue ese pensamiento, por suerte solo fue eso, un pensamiento.
Sonó la alarma y salí de mi habitación. Durante el desayuno busqué a los gemelos, pero no estaban allí, supuse que no saldrían en todo el día.
De camino a la primera clase junto a mis amigos, el director me paró y me pidió que le acompañase a su despacho, obedecí tras despedirme de mis amigos. Se sentó en su silla y yo me senté en frente de esta, con un escritorio algo antiguo separándonos. Visualicé todo el despacho atentamente, me encantaba ese toque antiguo, su amplitud y sobre todo que hubiese tantos libros. Al momento llevé mi mirada a la suya y esperé a que empezase él la conversación, puesto que yo no tenía absolutamente nada que decir.

—Ayer me desobedeció, señorita Grindelwald.

—Vaya al grano, director, ambos sabemos que no estoy aquí por eso.

—Podrías ir a Azkaban por lo que hiciste ayer, ¿deseas acabar como tu padre? —preguntó como si mi padre fuese alguien detestable.

—Disculpa, ¿a qué se refiere?

—Bueno, su padre era... —quedó en silencio mientras buscaba las palabras adecuadas para no enfadarme.

—Mire, director, sé que mi padre no era la mejor persona del mundo, pero lo que sí tengo claro es que conmigo fue el mejor padre del mundo y si por lanzarle un crucio a quien lo mató termino en Azkaban, que así sea.

—No puede ir...

—Sé que va a defender a Harry por encima de todo —le interrumpí—. Pero diga lo que diga, ahora no tiene defensa alguna por más que lo intente. Mató a mi padre, me acusó de matar a su mejor amigo sin prueba alguna y luego se atrevió a decir que mi padre merecía lo que tuvo, no me arrepiento de lo que hice porque se lo ganó a pulso.

—¿Mató usted a Ron Weasley?

—Me ofende que usted también me cuestioné, no es nada ético ni apropiado, siendo director —se quedó en silencio, esperando una respuesta a su pregunta—. No, yo no maté a Ron Weasley, me encanta ver a Harry sufrir, pero sé que matar a sus amigos daña a otras personas, personas que me importan, por lo que no fui yo quien lo mató.

—Ya puede marcharse.

—Gracias —me dirigí a la puerta y me paré en seco—. Y que sepa que él no es mejor que mi padre, ni siquiera es mejor que Voldemort, porque al final también es un asesino —dicho eso me marché.

En la primera clase mis amigos me preguntaron sobre qué hablé con Voldemort, les expliqué la conversación entera y todos se cabrearon con el tema, sabiendo que a mí no me molestaba en absoluto. Era cierto que no era justo, que no debió cuestionar a una alumna y menos por quien era su padre o por lo que dijese el idiota ese, pero no me importaba y aún menos me sorprendía.
Después de comer me presenté en la habitación de los gemelos, no aparecieron en todo el día y me preocupó bastante, me encontré únicamente con Fred, quien estaba preparando su maleta. Me senté en su cama, al lado de la maleta y le pregunté por su hermano, me explicó que acababa de ir a darse una ducha. Después de eso le pregunté que como estaba, algo estúpido, no sabía que decir en ese momento, y a eso contestó con otra pregunta, una que tenía pinta que me cansaría de escuchar.

—¿Fuiste tú? ¿Tú lo mataste?

—Me duele que me preguntes eso, Fred.

—Si, pero, ¿lo hiciste? —le miré a los ojos, mostrándole que realmente sí me dolía, que pensase eso de mí.

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