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Empezaba sexto año, pasé por el andén 9¾ y empecé a buscar vagón por vagón a mis amigos, por suerte para mí no tardé demasiado en hacerlo y por el camino no me encontré con ninguno de los integrantes del trío de oro. Me senté en todo el centro, como era costumbre para mí y me introduje en la conversación que mantenían, hablaban sobre lo mal que les parecía que el idiota de Tom hubiese repetido justo su último año y lo mucho que él odiaba ahora tener que ir a clase junto con su hermano pequeño. Por mucho que él se quejase, sabía que prefería estar con nosotros que con cualquiera de los que estaban en su clase el año anterior, los odiaba a todos y, en cambio, a nosotros nos adoraba y solo era un año, a penas lo notábamos o nos acordábamos cuando estábamos juntos. Llegamos al colegio y como todos los años siendo primer día, todos los alumnos fuimos al gran comedor y uno por uno, los niños y niñas de primer curso se fueron sentando para que el sombrero seleccionador nombrara la casa en la que pasaría los siguientes siete años, a no ser que fuesen como Tom y repitiesen algún año, en ese caso serían más de siete. Cuando por fin terminaron sirvieron toda la comida como siempre, haciéndola aparecer con magia, todos empezamos a comer y hablar, de pronto intervino en nuestra conversación Crabbe.

—¿Os habéis enterado de lo que ha pasado este verano? Al parecer ha habido una batalla y Harry Potter ha matado a muchas personas, entre ellos Voldemort y Grindelwald, los dos magos más poderosos de todo el mundo mágico.

Como era obvio, nadie sabía que Voldemort era el padre de mis dos amigos porque de saberlo, Crabbe no habría dicho eso en ningún momento. Tampoco sabían que Grindelwald era mi padre, no es que yo no quisiera como era el caso de ellos dos, simplemente no me gustaba que las personas supiesen mucho sobre mi vida y tampoco era cosa de ir diciéndole a todo Gryffindor, es decir a mis antiguos amigos, quien era mi padre. Mis amigos me miraron esperando una respuesta porque sabían que ese era un tema que no se podía tocar delante de mí. Al no ver respuesta, Tom, quien se encontraba a mi lado, se levantó de un golpe, pero cogí su muñeca antes de que hiciese nada, volví a sentarle y pronuncié la palabra "gelum", hielo en latín, haciendo un movimiento ligero con la mano. De pronto sus pies comenzaron a cubrirse completamente de hielo, el chico mostró miedo en su rostro mientras el hielo subía por su cuerpo hasta que lo cubrió hasta el cuello, dejando su cara libre.

—¿Tienes algo más que decir de Grindelwald? —negó con la cabeza con miedo—. Bien, en ese caso —deshice el hechizo—, espero que su nombre no vuelva a estar en la boca de nadie. ¿QUEDA CLARO? —grité enfurecida y me senté.

—Me encanta —dijo Mattheo embobado.

—¡No la mires así, idiota! —soltó su hermano para después darle un pequeño golpe en la nuca.

—Pareces un perro, poco más y empiezas a babear —comentó Pansy riendo.

Draco se mantuvo en todo momento callado. Me senté y seguí comiendo, al terminar nos dirigimos a nuestras habitaciones, eran las mismas que los anteriores años. Los prefectos llevaron a los de primer año a las suyas para enseñarles el camino, igual que todos los años. Me tumbé en la cama completamente estirada y recordé el día en que la cambié, ese día vino mi padre a ayudarme. Decidió cambiar la pequeña cama que tenía por una de matrimonio y ponerle un cabecero negro con sabanas y muebles del mismo color, tanto el armario como el escritorio, la mesita de noche, la alfombra y el mueble para una tele que también decidió poner. Pintamos las paredes de blanco e insertó luces led para que iluminasen del color que quisiese, es decir, casi siempre verde. Esos días lo pasé genial, lo hicimos un verano cuando no había nadie más que Dumbledore para vigilarnos, no se fiaba de papá, cosa que veo lógica, pero yo sabía que no haría nada, puesto que lo único que él quería era pasar un rato agradable con su hija. Esos recuerdos provocaron que cayesen algunas lágrimas por mi rostro, las cuales tuve que detener en cuanto escuché golpes en la puerta de mi habitación. Grité que pasasen y segundos después la puerta se abrió dejando ver a dos gemelos pelirrojos y sonrientes, les miré sorprendida, porque ellos ya no deberían estar en el instituto, el último curso fue su último año aquí, supuse que habían repetido, les pregunté y me confirmaron mi suposición.

—¿Qué les trae por aquí, gemelos Weasley?

—Nos han dicho que había algo distinto en ti y-

—Queríamos comprobarlo —Fred terminó la frase de su hermano.

—Pues... aquí estoy.

—Es cierto, hay algo diferente en ti-

—Pero no sabemos exactamente que es —hizo lo mismo, esta vez George.

—Tal vez que ahora no soy una estúpida a la que todo le duele.

—También hemos visto que ya no vas con nuestro hermano y sus amigos.

—Eso es porque Harry me engañó con vuestra hermanita, y por qué mató a mi padre —expliqué manteniéndome seria, como si lo segundo realmente no me afectase.

—¿Cómo? —soltó uno de ellos, ambos completamente boquiabiertos.

—Sí, en la batalla de este verano.

—Lo... lo sentimos.

—Gracias —sonreí.

Hablamos durante un rato, después les dije que me iba a dar una ducha y se marcharon. Después de esa ducha me dirigí a la habitación de Pansy, piqué a la puerta, nadie contestó, así que traté de abrirla, pero estaba cerrada con llave, por lo que decidí ir a la de Tom. Piqué a la puerta y de nuevo nadie contestó, me cansé de picar y esperar, entonces, abrí la puerta. Una vez dentro lo llamé y me contestó desde el baño.

—¿T/N? —gritó desconcertado—, ¿qué haces aquí?

—Me aburría y no encontraba a Pansy. ¿Se puede? —pregunté con mi mano en el pomo de la puerta del baño.

—Acabo de salir de la ducha.

—Tampoco creo que fuese a ver algo raro —me reí.

—Entra y lo compruebas.

—No gracias, prefiero esperarte en la cama.

Unos segundos más tarde salió de allí con una toalla puesta en la cintura y no pude evitar fijarme en su abdomen. Tom era un chico reservado y jamás lo había visto sin camiseta, debo admitir que no imaginaba que detrás de la túnica se encontraba semejante tableta. Al ver mi cara de asombro empezó a reírse, me di cuenta de lo descarada que había sido y desvié mi mirada sin decir nada. Cogió su ropa y entró al baño a cambiarse, juro que me hubiese encantado entrar y dejar que me hiciese lo que quisiera, no sé por qué no lo hice.

—Tendrías que haber entrado —dijo al salir. Sentí que me había leído la mente.

—Más quisieras, Tom Ryddle.

—¿Y tú no? —ambos sonreímos con picardía, pero ahí se terminó el tema—. No encontrabas a Pansy y has venido a mí, me duele ser tu segundo plato.

—Si quieres puedes ser el cuarto.

—Muy graciosa —volteó los ojos y yo empecé a reírme—. Deben estar en la sal común, es donde suelen ir.

Nos dirigimos a la sala y como bien dijo, allí estaban los tres, nos sentamos frete a ellos en el sofá negro de cuero, se sorprendieron al vernos entrar juntos y nuestra amiga no tuvo una mejor idea que soltar uno de sus comentarios como si detrás de nuestra llegada hubiese algo más, cuando no lo había. No le hicimos mucho caso y prosiguieron con la conversación, al no enterarnos ni él ni yo de qué hablaban me levanté a buscar un libro en la pequeña biblioteca que se encuentra antes de entrar en la sala. Tras un rato buscando encontré uno de misterio que trataba sobre un asesinato, era el tema que me gustaba y sabía que a Tom también, por lo que me lo llevé dentro de la sala y se lo di con una amplia sonrisa, no era la primera vez que lo hacía por lo que él sabía perfectamente que le tocaría hacer, siempre me ponía mala cara, sin embargo, le encantaba leerme libros.
Estaba sentado, apoyé mi cabeza en su hombro y él pasó su brazo por detrás de mí. Empezó a leer el libro y dejé de escuchar todo el murmullo de la sala, que hasta entonces era lo único que se escuchaba, era como si estuviésemos solos él y yo.
Pasaron un par de horas cuando nuestros amigos nos interrumpieron diciendo que debíamos irnos, ya era la hora de volver a nuestras habitaciones. Al llegar dejé el libro en mi mesita, Tom me dijo que lo guardase yo, luego me puse el pijama y me tumbé en la cama, no tardé absolutamente nada en dormirme, la noche anterior no dormí mucho y me desperté demasiado temprano.

VENGANZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora