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—Me alegra que me preguntes eso. Durante la Batalla del Departamento de Ministros, hubo una persona —miré a Bellatrix—, que asesinó a alguien de la Orden del Fénix. ¿A quién fue?

—Sirius Black, mi señora —contestó ella.

—¿Qué hiciste después de matarlo?

—Me marché.

—¿Podrías corroborar eso? —le pregunté a Lucius.

—Sí, mi señora, se marchó canturreando que ella mató a Sirius Black —Bellatrix rio al recordar eso.

—¿Alguien vio el cuerpo muerto? —todos hablaron entre ellos, preguntándose unos a otros hasta que me contestaron.

—No, ninguno lo vimos. Pero escuchamos al niño que sobrevivió gritar de dolor por la muerte de este.

—Pues os comunico, que Sirius Black está vivo —todos quedaron atónitos al escuchar eso—. Lo vi ayer con mis propios ojos.

—Pero... eso no puede ser —comentó la pelinegra decepcionada de sí misma.

—Tranquila, a Ron Weasley sí lo mataste y por lo que sé, a Hermione Granger también —toda la sala menos ella y Mattheo me miraron confusos—. Pese a lo que dije en la reunión, decidí cambiar los planes y pensé en como hacer sufrir al niño que sobrevivió sin que nadie sepa que era yo la que estaba detrás de las muertes de sus amigos. Le envié una carta a Bellatrix diciendo que debía matar a sus dos amigos, en dos días distintos, y así lo hizo. Ahora el idiota que mató a mi padre está sufriendo muchísimo, tal y como se merece. Pensé en matarlo uno de estos días, pero cuando vi a su padrino aún vivo, decidí hacerlo sufrir un poco más.

—Podríamos matar también a su novia, Ginny Weasley —comentó Lucius.

—¡No!, quiero que ella viva —la idea de que los gemelos sufriesen la perdida de otro hermano ni me la planteaba, ya debían estar bastante mal como para añadirles un sufrimiento más—. Ahora es decisión vuestra quien mata a Sirius, pero poneos de acuerdo, no quiero cagadas, ni que se descubra que las muertes es cosa de los mortífagos.

—¿Cuándo y cómo matarás a Harry Potter?

—Lo mataré frente a todos vosotros y todos los profesores, y a ser posible, alumnos de Hogwarts.

—Pero es a prueba de Avada Kedavra, no conseguirás matarlo.

—¿Quién os pensáis que soy? Cuento con todo ello, por eso llevaré un cuchillo, si no puedo matarlo con magia le cortaré el cuello. Y lo torturaré a crucios antes de nada —expliqué sonriendo.

Tras unas cuantas preguntas más la reunión terminó y todos se marcharon, mis amigos y yo nos quedamos un rato más.

—¿De verdad tenemos que esperar a que se hagan tus galletas? —se quejó Mattheo.

—¡Por supuesto que sí! No me iré sin esas galletas —sonreí con inocencia.

—¡Es ridículo! ¡Quiero irme!

—¿Qué más te da?

—¡Me apetece dormir!

—¿No has dormido en toda la noche, o qué? —preguntó Draco. Ambos le miramos sorprendidos y Mattheo sonrió.

—No demasiado, estaba ocupado —me miró.

—¿Tu ocupado? Me cuesta creerlo —contestó su hermano.

—Voy a ver las galletas, ¿me acompañas?

—Claro —aceptó Mattheo.

En la cocina le pedí a Maddy que se marchase al salón, que yo vigilaría las galletas mientras ella no estuviese, pero que necesitaba quedarme a solas un momento con mi amigo por una conversación pendiente. Ella aceptó con una agradable sonrisa y se marchó. Mattheo me miraba con picardía, estaba claro que su mente no estaba teniendo ninguna buena idea en ese momento. De pronto empezó a besarme, no pude rechazar eso y le seguí el beso, me cogió de la cintura y me subió a la encimera de mármol, pasó a besarme el cuello y entonces lo aparté dándome cuenta de donde estábamos y de que no le llevé a la cocina para eso.

VENGANZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora