Capitulo 21

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- ¿Interrumpo algo? - les sobresaltó la voz de Lupita.
- No, en absoluto - sonrió Diego, soltando las manos de Roberta.
- El personal está preparando el almuerzo - explicó Lupita, observando cómo Diego acercaba una silla a la mesa y hacía sentar a Roberta en ella.
Roberta era consciente de que sus manos temblaban. Diego parecía comportarse con calidez. Pero seguramente era su comportamiento normal con una nueva amante. Porque ése era ahora su papel. Aunque bien distinta de las otras mujeres a las que él se llevaría a la cama. Pero el encanto se desvanecía enseguida. Diego se aburría de las mujeres fácilmente. Ella lo había sabido siempre.
Les sirvieron el almuerzo.
Diego no le quitaba la vista de encima, algo que inquietaba a Roberta, y que le hacía levantar la copa de vino más de la cuenta.
De pronto sonó el teléfono móvil de Diego, atendió la llamada a unos metros de distancia, donde se encontraba el aparato.
- ¡Me muero de ganas de que el resto de la familia te vea!
- ¿Cómo? - Roberta desvió la mirada del rostro de Diego, que le dedicaba una sonrisa desde donde hablaba por teléfono.
- Si parecen recién casados en su luna de miel. Cuando decidí venir a verlos, no me lo imaginé - dijo Lupita -. Me voy a nadar ahora., te veré más tarde.
Roberta bajó la cabeza, y volvió a sorber el vino.
Había decidido hablar con Diego seriamente. Pero entonces la había desafiado un Diego que la trataba atentamente, y que la hacía sentir una mujer muy deseable.
En ese momento, Diego se acercó a ella y la rodeó por detrás, sorprendiéndola una vez más. Y nuevamente comprobó que su corazón la traicionaba cuando sintió el calor del cuerpo de Diego.
- ¿Qué ocurre muñeca? - preguntó él.
- Hay algo que tenemos que discutir...
- Olvídalo. Si la discusión tiene algo que ver con el divorcio, la separación, o Velasco, es mejor que te mantengas callada.
Roberta sintió una sensación absolutamente inesperada: en cierto modo se alegró de las palabras de Diego.
- No se trata de eso.
- Entonces no es importante.
Y antes de que ella pudiera responderle, él posó la boca sobre la de ella, dándole al beso un sabor aún más dulce con el aroma del vino.
- Te deseo nuevamente.
Y ella lo deseaba tanto. De pronto se encontró imaginando escenas eróticas que la invadía sin poder evitarlo, una experiencia nueva para ella. Él le evocaba sin el menor esfuerzo la pasión vivida la noche anterior. Ni siquiera le tenía que decir palabras bonitas ni cumplidos. Unos pocos besos, y ella se transformaba en su juguete sexual, en una muñeca capaz de atender todas las demandas. Esa imagen le dio fuerzas para apartarlo de ella.
- Tengo que hablar con vos. Y pienso que es mejor que vayamos adentro.
- Podemos hablar en la cama - la miró él con descaro.
- ¡Si te acabas de levantar de la cama!
- Pero estoy deseoso de volver allí.
Y Roberta se daba cuenta de que ella también lo deseaba. Que el calor volvía a su cuerpo. Y que si bajaba la guardia un segundo, él se aprovecharía de su debilidad.
- Me parece que sos demasiado sexuado.
- ¿Te estás quejando? - dijo él sonriendo.
Roberta se hundió en el sofá.
- ¡Dios mío! - se rió Diego, sentándose frente a ella, luego la miró -. Habla, entonces.
- He estado pensando...
- ¡Peligroso! Es una costumbre que debes cambiar, ésa de pensar - interrumpió Diego burlonamente.
- Acerca de ese certificado...
- ¿Y qué tenemos que hablar acerca de ese certificado?
- Debemos encontrarlo. Y he pensado que tal vez puedas darme alguna idea del contenido del certificado.
- ¡No! - dijo él cambiando totalmente el humor.
- Cuanta menos gente lo sepa, más segura está mi familia.
Por lo que se veía ella no formaba parte de su familia.
- No confías en mí.
- La confianza no juega ningún papel en este caso.
- Y la persona en la que menos confiarías es en la hija de Martín Reverte.
- No he dicho eso.
- No hace falta. Me has tratado como si fuera una leprosa durante mucho tiempo.
- El pasado es pasado ya.
- ¿Cómo podes decir eso si estás dispuesto a que yo conviva con él? Pensé que tal vez si supiera algo podría ayudarte a encontrar ese certificado - dijo ella apenada.
- ¡Ah! Ahora lo entiendo. Lo queres como pasaporte a tu libertad. Crees que con ese certificado en mi poder te dejaré marchar.
- ¿No es eso lo que queres vos también?
- ¡Lo quería desesperadamente hace cinco años! Y hace una semana pensé que tenía ese certificado. Pero algo ha cambiado en mí desde que descubrí que esa caja no lo contenía. Pensé que era el final de un asunto. No quiero perder el tiempo en una búsqueda infructuosa. ¡Se terminó todo!
- No - dijo ella reprimiendo las lágrimas -. No ha terminado, mientras aún estemos juntos.
- Eso no era lo que pensabas mientras hacíamos el amor. O cuando te morías de placer en mis brazos.
- Por favor... - dijo indefensa ante la acusación.
Diego se acercó a Roberta y le rodeó los hombros con las manos.
- Cuando estás en la cama conmigo sos caliente como el mismo fuego. Te gusta todo lo que te hago. Te gusta todo lo que te doy. Y lo que te hago sentir. Conmigo te abandonas, perdes el control, te morís de deseo...
- ¿Cómo podes hablarme de ese modo? - Roberta se estremeció ante sus palabras.
- ¡Podes ser una perra en mi cama, y no me importa nada cómo sos en la cocina o en el salón! - dijo con énfasis a la vez que la miraba profundamente -. Pero quítale de encima esas fantasías adolescentes de amor verdadero con Velasco. No ocurrirá jamás mientras yo esté vivo. Sos mi mujer. ¡Hazte a la idea antes de que pierda la paciencia!
Diego dio un portazo. Ella entonces respiró.....

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora