Capitulo 24

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Estuvo a punto de gritar, hasta que vio los rasgos de Diego que iluminaban con la luz de la luna.
- Decime, ¿este juego de camas separadas es parte del plan para hacer más romántica nuestra relación? ¿Se suponía que yo iba a trepar con una rosa entre los dientes y una caja de chocolates?
- Hay una altura considerable desde la ventana hasta la playa ahí abajo. ¡Te podrías haber matado!.
- Y si me cayese, sería un problema para vos. ¿Tendrías mucho que explicar?
Diego ni se había inmutado ante las muestras de horror que había dado ella al saber cómo se había arriesgado. Y era un riesgo inútil, absurdo para alguien como ella. Pero no para Diego. Le gustaba el riesgo.
- ¡Estás loco! - dijo ella nerviosa ante lo que podría haber pasado.
- Dar patadas a la puerta no era un buen sistema con Lupita en casa. Y hubiese asustado a los criados. No me hubiese gustado hacerte quedar mal.
- ¿Y vos no hubieses quedado mal? - preguntó ella, impresionada todavía por lo que había hecho.
- No, porque es la habitación de mi esposa, y estaba con cerrojo. Para los griegos eso es una provocación.
- ¡Te podrías haber matado! ¿Y hubiera valido la pena?
Diego se metió en el otro lado de la cama, y le dedicó una sonrisa de satisfacción.
- Pregúntamelo por la mañana - aclaró él, acercándose a ella.
- ¡No! - gritó Roberta con pánico -. ¡Si vas a dormir aquí, yo dormiré en otra parte!
- Vos no dormirás conmigo. Dormirás en el suelo.
- ¡Por supuesto que no! ¿Qué te crees que soy?
- ¿Esperas que me disculpe por lo que te he dicho hoy? - dijo él apoyándose sobre las almohadas.
- ¿Qué?
- Pero lo que vos te has tomado como un insulto, yo lo considero un cumplido. Muéstrame a algún hombre casado que no quiera una esposa apasionada.
Roberta se estremeció.
- Me has llamado perra.
- No es cierto. He dicho que me alegraba que te comportases como una de ellas en mi cama. Aunque necesitarías unas pocas lecciones para tener el diploma -murmuró él con provocación -. Y me muero por dártelas. ¿Qué más puedo decir en mi defensa?
Roberta se estremeció. Diego la fascinaba incluso cuando estaba enfadada. Tenía un tremendo carisma.
- No podemos vivir juntos de este modo.
- Acabamos de empezar - Diego saltó de la cama, y la estrechó antes de que ella pudiera remediarlo.
- ¡No! - la furia de la boca de Diego la silenció. La fuerza de sus brazos la tomó por sorpresa. Roberta apretó los puños y le pegó. Pero inmediatamente el deseo también se apoderó de ella.
Los labios de él presionaron la boca de Roberta, sumergiéndola en una oleada de excitación. La sangre galopaba en sus venas, el calor en su cuerpo iba aumentando.
Sintió el frío de la sábana en la espalda cuando él la apoyó de espaldas en la cama. Lo miró con desesperación, y él fue hasta sus pechos, que tomó y acarició con gesto posesivo. La respuesta de ella no se hizo esperar, y tampoco la pudo ocultar.
- Esto no es lo que quiero... - murmuró ella suavemente, tratando de vencer el deseo que la amenazaba.
- Pero vos me deseas...
- ¡No!
- Sí.
Diego jugó con sus labios. Ella descubrió la dulzura del whisky en su boca, y la aceptó, resignada a que la maestría de él la llevase por caminos de placer inexplorados.
- Me deseas... tanto como yo.
Roberta gimió de placer cuando él se acercó con su boca a los pezones, tensando el cuerpo de ella como un instrumento de placer.
- Admítilo... - le exigió Diego, hundiendo sus manos detrás de la cadera de ella y empujándola contra él.
- ¡Sí, sí! - por fin admitió Roberta.
Había sido un grito de derrota. Ella se había rendido al calor de su boca y sus manos seguras, pero en su interior, ella sentía que había cedido algo más importante aún, imprescindible para su supervivencia.

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora