Capitulo 34

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- No he visto a Emilia esta noche.- le dijo ella.
- Lamentablemente mi mujer no se encontraba muy bien. Se ha quedado descansando.- suspiró.
- ¿Está enferma?
- Está enferma de los nervios. Pero sólo le pasa aquí, con su "adorable" familia. Y la actitud de Diego, que la trata como si fuera la peste, no la ayuda en absoluto.
Roberta se puso colorada; no estaba preparada para esa confesión.
- Lo siento... yo... - Roberta no sabía qué decir.
- Los he observado juntos. Diego y vos estan muy unidos. Le he prometido no hablar con vos de ello. Así que hablaré con vos para ver si podes hacer de intermediaria.
- ¿Intermediaria?
- Entre nosotros y Diego .... Diego sabe... Puedo decirte exactamente la fecha en que cambió su actitud con mi esposa. Quise hablarle entonces. Quería saber lo que él sabía, qué tontería le habían dicho que pudiese hacer que cambiase tanto con ella. Pero Emilia tuvo un ataque de nervios cuando se lo comenté, y tuve que callarme, pero contra mi voluntad.
- Salvador, no sé de qué me estás hablando - le dijo Roberta incómoda.
- ¿Vos también? - el hombre suspiró con pesadez -. Por supuesto que lo sabes. Diego se enteró de ello cuando estaban recién casados. No creo que no te lo haya dicho. Hace treinta años Emilia lo entrego a su madre, pero nunca renunció a él realmente, y por otra parte siempre ha pensado que hizo lo mejor para él.
Roberta comprendió de golpe. Se sentía como si una ola la hubiese tomado por sorpresa y la hubiese dejado atontada. Emilia no era la hermana de Diego, sino su madre. Y había dado su hijo a sus padres para que lo criasen como propio, a la vista de ella, pero sin ocuparse ella de él. Y Diego lo sabía. La última pieza del rompecabezas acababa de encajar. ¿Era éste el secreto por el que su padre había podido chantajearlo?
- Quiero estar seguro de que Diego sabe la verdad - dijo Salvador, demasiado conmovido como para estar atento a la reacción de Roberta -. Toda la verdad, no sólo lo que su abuela haya querido decirle. Diego nunca fue adoptado. Se hizo un certificado de nacimiento como para que Julia y Alejo aparecieran como padres de Diego. Pero no pudieron engañar a las hermanas de Emilia con la historia de la adopción. Alejo quería un hijo varón e insistió en quedarse con Diego, un hijo a quien podría criar como propio y que era por lo menos un Bustamante a medias.
- Vos conoces la historia completa...
- ¡Si la hubiese conocido hace treinta años, no hubiese permitido que lo hicieran! - dijo Salvador con rabia -. Hicimos mal las cosas. Pero debieron dejar que nos casáramos cuando supieron que Emilia iba a tener a un hijo nuestro. ¡Eso es lo que no puedo perdonarles!
- Vos sos el padre de Diego - susurró Roberta, mirando a Salvador con asombro.
- ¿No lo sabías? ¿Me estás diciendo que Diego no lo sabe tampoco?
- Es algo de lo que no hemos hablado - dijo Roberta débilmente.
- Tal vez no lo sepa. Tal vez nos eche la culpa de su triste infancia. Y tiene motivos...
- ¿Podrías contarme la historia desde el principio?
Salvador fue breve. Él era estudiante por aquel entonces, cuando se enamoró de Emilia Bustamante. No tenía dinero ni pertenecía al medio social que pudiera impresionar a los Bustamante, y se habían opuesto a esa relación. Y Emilia no tenía la valentía de enfrentarse a su familia. Cuando descubrieron el embarazo de Emi, ésta hizo un viaje con su madre. No le dijeron nada a Salvador. Él ni siquiera conocía la existencia de Diego, hasta que se encontró con Emilia diez años más tarde.
- Quería morirme al saber todo lo que ella había tenido que atravesar sola. Y al saber que tenía un hijo que no podía reclamar. Pero esa vez estaba decidido a no dejar que me separasen de Emilia. ¡Incluso hice que se casara conmigo pese a la oposición de ellos! - dijo Salvador con satisfacción -. Alejo estaba furioso y Julia no quería ni verme, y aún hoy no quiere ni verme. ¿Pero qué podían hacer frente a los hechos consumados? Las apariencias son algo muy importantes para esta familia.
- ¿Y entonces?
Entonces la felicidad se mezclaba con la desdicha. Emilia pensaba que debíamos estar agradecidos por poder ver a nuestro hijo. Si lo hubiésemos dado en adopción, jamás lo hubiésemos encontrado, jamás lo hubiésemos conocido... Pero algunas veces pienso que tal vez habría sido menos doloroso. Julia no lo quería, no lo trataba como a un hijo, y el resto de la familia estaba resentido con él, ya que heredaría en primer lugar.
- Y aún están resentidos - murmuró Roberta afectada.
- Sin embargo él ha multiplicado cien veces su riqueza. Alejo... era un hombre bueno. Se ocupó de Diego. Pero pensaba que Emilia era una persona débil, y por ello fue muy duro con su hijo. Pero emilia no es débil. Ella llevaba más o menos bien la situación, hasta que vio que Diego empezó a evitarla, y entonces nos dimos cuenta de que sabía algo.
- Hace cinco años, has dicho...
- Debe haber sido un shock terrible, pero hemos esperado tanto que sospechara algo o descubriera algo... No se trataba de que se lo dijéramos si él no sospechaba nada. Emilia les había prometido a sus padres que nunca se lo diría. Ése había sido el precio. Pero jamás se nos hubiese ocurrido que Diego se pudiera comportar tan despiadadamente con ella al enterarse de quiénes eran sus padres.
Roberta se preguntaba qué sentiría Diego realmente. ¿A quién protegía? ¿A su abuela o a Emilia?
- Debemos encontrar una solución a todo esto, para que Emilia se quede con la conciencia tranquila. Por ello te pido que hables con Diego y averigües si sabe toda la verdad. Porque es evidente que él no se va a acercar a nosotros.
- Sí.
- Ella lo quiere mucho. Siempre lo excusa. Pero ya es un hombre. ¿Por qué está así con ella y no conmigo? Tampoco disimula su cariño por Lupita. Si no fuera por la promesa que le hice a su madre, ya le hubiera plantado cara.
- No creo que Diego sepa que vos sos su padre.
- Es un poco egoísta por mi parte meterte en semejante lío... - dijo Salvador al descubrir las huellas de la preocupación en el rostro de Roberta.
- No.
Estuvo tentada de decirle que ella ya era parte de ese gran lío desde mucho antes. ¿Habría tenido su padre ese certificado en sus manos? ¿Se haría mención en él acerca de quién era su padre? Lo que estaba claro era que había descubierto quién era su madre. Pero no había hecho más preguntas.
Roberta suspiró hondo.
- Hablaré con él cuando volvamos a Londres, aquí no.
- Sea como sea, te estoy muy agradecido.
Cuando Salvador se alejó de ella, Roberta sintió el peso que le había dejado. No se trataba de una noticia fácil de dar. Y Diego era imprevisible.
Diego la miraba desde el otro lado del salón. Roberta se preguntaba si se habría dado cuenta de que había tenido una larga e íntima conversación con Salvador. Se sentía culpable por guardar tantos secretos sobre su vida. Hubiera corrido a contarle todo, pero tenía que encontrar el momento oportuno. Y si bien Roberta le había devuelto la mirada a Diego, él ya no la miraba, y en cambio se daba la vuelta para sonreír a algo que había dicho Dolores

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora