Capitulo 31

817 40 2
                                    

- Te voy a acompañar - completó la frase él.
Mientras Diego la conducía por las escalinatas que daban al impresionante edificio que tenían delante, y cuyas puertas estaban abiertas como para recibirlos, Roberta pensaba que era evidente que Diego había devuelto a la relación entre ellos el encanto anterior a la discusión. Y Roberta se sentía aliviada y feliz nuevamente. Pero le preocupada la facilidad con la que él lo había hecho. Era casi un milagro.
En ese momento apareció Lupita, vestida y arreglada como nunca antes la había visto Roberta. Con el pelo recogido, y un elegante vestido que realzaba su figura.
- ¡Llegan tarde!
- Nos hemos perdido - dijo Diego sin darle importancia.
- ¿Perdido?
- Pero nos hemos encontrado nuevamente - murmuró él en un aparte, como para que sólo Roberta pudiera oírlo.
- Sí - dijo ella con una trémula sonrisa, y los ojos brillantes.
- Bueno. Ellos esperan que Diego te deje y vuelva con ella otra vez. Es desagradable. Es por eso que te están tratando como si fueras la mujer invisible.
Roberta sintió ganas de reírse. No sabía realmente si lo que decía Lupita era cierto. Le fue presentando a todos los invitados. Y todos, sin excepción, la habían recibido con frialdad y formalidad. Había sido el tipo de bienvenida que hubiese espantado a cualquier nuera con expectativas acerca de un encuentro con su familia política. Roberta comenzó a pensar que probablemente la muchacha tenía razón. Porque la sensación que le daba era que la habían recibido como a una enferma contagiosa.
Pero en el momento en que Diego fue a su lado, y le puso una mano alrededor de los hombros, todos cambiaron de actitud. No hacían más que escuchar a Diego, y estar receptivos hacia él. El efecto del cambio repentino era casi cómico. Sin embargo, Roberta notó que la actitud de una de las hermanas de Diego era sinceramente cariñosa. Recordó entonces lo que le había dicho Lupita. Que Diego mantenía a toda la familia; sólo los padres de Lupita eran independientes económicamente. Los demás eran mantenidos o empleados de Diego.
- Veni, que te presento a mi madre - le dijo Lupita impaciente.
Emilia estaba sentada sola al fondo de la habitación. Parecía muy nerviosa. Tenía las manos entrelazadas y apretadas, y estaba tensa indudablemente. Roberta se acercó sonriendo, esperando que su sonrisa le devolviera a la mujer cierta tranquilidad. Roberta deseaba conocerla, y estaba predispuesta de antemano a que le cayera bien.
- Ella es Roberta - anunció la chica sonriendo.
- Por favor, sentate conmigo. Pide que nos traigan café - le dijo Emilia a su hija -. Se le ve muy feliz a Diego, creo. ¿Vos sos feliz también?
- Muy feliz.
- Hacía tanto tiempo que quería conocerte... que ahora no sé qué decir. -Sos muy hermosa, y muy inteligente, por lo que dice Diego. Has hecho estudios de música, y sabes francés y alemán... Yo he aprendido inglés por mi hija. Quizás la próxima vez que vengas a Grecia puedas venir a visitarme - le dijo con una sonrisa ansiosa.
- Me gustaría mucho.
Roberta notó que Emilia estaba incómoda mientras hablaba con ella. Como si los demás miembros de la familia pudieran ver mal que ella recibiera a la esposa de Diego con agrado, y no por obligación, como hacían ellos.
- Me he encariñado con Lupita, en el tiempo que ha estado con nosotros.
- Has sido muy amable en recibirla. Diego la malcría mucho.
La voz de Emilia se había desvanecía al ver a un hombre alto, de pelo gris, y luego volvió a elevar el tono de voz, diciendo con alivio:
- Ése es Salvador, mi marido.
Los ojos de Roberta se achicaron. Había algo familiar en el rostro de Salvador, pero no sabía qué. Por un momento le recordó a Diego. Pero no tuvo tiempo de comentarlo, porque enseguida se acercó el hombre con una sonrisa franca y una conversación que apagó momentáneamente la de su mujer.
Le preguntaban qué opinaba de Grecia, de la familia.
- ¡Si queres hospitalidad griega de verdad, veni a nuestra casa! - le dijo Salvador jocoso, haciendo que su voz llegara hasta todos los rincones del salón -. Lamentablemente nos casamos tarde, y fuimos agraciados con el nacimiento de nuestra hija, pero nuestra vida a veces se torna un poco aburrida para Lupita. ¡Ella cree que tenemos un pie en la tumba ya!
Diego atravesó el salón. Hubo saludos entre ellos.
De todos los invitados, Salvador era quien más afectivamente lo había tratado, pero en cambio Diego tenía hacía él una actitud contenida. Pero Roberta dejó de pensar inmediatamente, porque Roberta la había mirado con deseo, y los efectos de su mirada eran devastadores, y la hacían olvidar todo lo demás.
- Se te ve muy cansada - murmuró Diego.
Roberta se ruborizó, pero Diego ya se la estaba llevando, con audacia sin igual. Roberta miró hacia atrás disculpándose ante los demás, y vio en los ojos de Emilia un gesto de perplejidad. Se dio cuenta entonces de que Diego no había hablado con su hermana, y se lo hizo notar.
- Por supuesto que hablé.
- No, en mi opinión.
Pero entonces Diego la silenció con un abrazo y un beso que la dejaron sin aliento. Roberta emergió del beso aturdida, y un poco inhibida porque pensaba que sus familiares podrían haberlos visto, y que seguramente le censurarían.
- ¿Entonces, qué pensas de mi familia?
- ¿Queres que te diga francamente?
- Si no, no te lo hubiese preguntado.
- Son horribles. Por supuesto que deben ser más cálidos de lo que aparentan...
- Probablemente más fríos.
- ¡Oh, Diego! - susurró ella.
- No seas tonta. Yo ya soy mayorcito como para que me adornes las cosas.
- Salvador y Emilia son muy simpáticos. Parecen quererte mucho. E incluso Salvador se parece a vos.... Sí, eso fue lo que me hizo pensar que ya lo conocía.
- ¿Estás loca? Si no es familia mía - dijo Diego frunciendo el ceño.
Por supuesto que no había lazos de sangre con Salvador, era sólo el cuñado de Diego.
- ¡Pero vos no sos familia de ninguno de ellos! - dijo Roberta, arrepintiéndose inmediatamente de lo que había dicho.
Segundos después, Diego entraba en un dormitorio y cerraba la puerta de un portazo.
- Decilo otra vez - la exhortó.
Roberta abandonó la pelea y se echó a los pies de la cama.
Lo siento, me he olvidado de que supuestamente yo no sabía nada - dijo Roberta con lágrimas en los ojos.
- Evidentemente. ¿Y desde cuándo lo sabes? - le preguntó Diego irritado.
- Si te lo digo, debes prometerme que no te enfadarás con la persona que me ha dicho que sos adoptado - Roberta apenas pronunció la última palabra, porque temía la reacción de Diego -. Porque ella pensaba que yo lo sabía...
- ¿Ella?
- ¡Nadie de mi familia pudo habértelo dicho!
- Fue Lupita.
- ¿Lupita? - Diego no podía creerlo.
Roberta le contó sin ganas la conversación que había mantenido con Lupita. Diego estaba muy sorprendido.
- ¡Y todo este tiempo ella lo sabía! ¡no tenía la menor idea de que ella pudiera saberlo!
- Yo le dije que era un asunto muy privado, y no creo que vuelva a decir nada del tema. Se sintió muy violenta después - le dijo Roberta, sin agregar su propia opinión, en el sentido de que le parecía que no tenía sentido seguir guardando ese secreto.
Después de conocer a la familia Bustamante no tenía la menor duda de que para ellos el tema de la adopción pudiera ser tan altamente confidencial. Y si Diego se había criado en esa atmósfera tendría la misma actitud hacia el tema, que sería demasiado delicado para él como para comentarlo.
Diego se quedó en silencio. Era evidente que estaba muy turbado por lo que ella había dicho. Roberta hubiese querido compartir sus pensamientos, pero no era el momento. De todos modos él parecía tan afectado que ella no pudo reprimir ponerse de pie e ir hacia él y abrazarlo.
Diego se puso rígido ante la sorpresa de su gesto.
- Olvídalo. No tiene importancia - le dijo Roberta, asombrada ante su atrevimiento y la corriente de ternura que la llevaba a ser protectora con él.
Diego la sorprendió con una risa, y luego la rodeó por las caderas, acercándola más a él.
- Si vos lo decís.....

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora