Capitulo 30

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- ¿Abrirías una botella de champaña y bailarás, entonces?
- No digas tonterías.
Diego sostuvo el vaso que ella estuvo a punto de tirar, y luego lo dejó a un lado.
- ¿Es ésa la misma iglesia de antes? ¿No estará perdido el chofer?
Diego descolgó el teléfono y le dijo algo en griego al chofer.
Roberta movió los hombros y se quitó los zapatos. Luego se preguntó por qué había hecho algo así. Y la verdad era que se sentía muy relajada, y a la vez excitada.
Diego la observaba. Luego le tomó la mano. La sangre de Roberta se aceleró.
Hubo un silencio largo. Y luego, Diego, en un movimiento rápido, se aferró a las caderas de Roberta, y la puso encima de él. Entonces la besó apasionadamente, desesperadamente.
Roberta le miraba como si estuviera al margen de la escena.
- ¿Diego?
- No sabes lo que estás haciendo... – murmuró él.
- Sé lo que quiero hacer – entonces Roberta se rió, y le lamió la línea de la boca.
Las manos de Diego se posaron en los antebrazos de ella, y en un movimiento que pareció apartarla, la apretó aún más contra él. La volvió a besar con pasión. Roberta disfrutaba de su beso, y la excitación creciente se iba apoderando de ella como una ola que la envolviese.
De pronto él se paró, apoyando su cara contra la de ella, y le dijo.
- Soy un desgraciado... Soy todo lo que vos me has llamado y más, y ahora daría diez años de mi vida por hacer el amor con vos. Es una agonía...
Roberta pensó que a la frase seguramente seguiría un “pero”.
- En tu naranja había vodka, Roberta.
- ¡Oh!
- Es algo desagradable lo que he hecho, pero necesitaba que hablases y que estuvieras relajada. El coche, además, está girando todo el tiempo, haciendo círculos. Por favor, perdóname.
Cuando Roberta se apartó, Diego tembló, como una reacción que contrastaba con la tensión y la excitación de ese momento. Y Roberta se rió, porque de pronto le pareció muy gracioso. Sabía que esa duplicidad en él debía molestarla, pero la imagen de Diego hecho un auténtico lío de sensaciones, le hacía gracia.
- Tenes conciencia que ....- empezó a decir
- Sí, y ahora mismo me está matando. Siempre es así con vos. Te deseo tanto, que haría cualquier cosa.
Roberta descubrió en las palabras de Diego un poder suyo que no conocía. No se le había ocurrido que fuese tan deseable para él. Pero ella se daba cuenta de que excitación era mutua. No obstante, él era un macho que buscaba, sobre todo, sensaciones físicas. Seguramente no tenía nada que ver con las fantasías adolescentes que Roberta había albergado durante tanto tiempo, pero igual le gustaba lo que él decía, y se daba cuenta de que nunca había valorado sus propios encantos.
- No tengo pechos grandes.
- ¿Qué?
- O piernas largas.
- ¡Dios! Yo creo que sos perfecta – le acarició los labios con la boca -. Sos tan perfecta... No puedo creer que seas mía..
- Decime más... – le invitó Roberta, echando la cabeza hacia atrás, y sonriendo burlonamente.
Pero Diego no siguió, porque se dio cuenta entonces de que la limusina había parado.
- Hemos llegado.
Roberta hizo un esfuerzo por volver a la realidad, lo que le costó unos segundos. Diego entonces le tomó la cara con una de sus manos en un gesto tierno, y le dio un beso que poco hacía por que ella se pudiera desprender de él.
El aire fresco la golpeó. Diego le rodeó la espalda con su brazo, y la ayudó a ponerse de pie firme, mientras ella se estiraba la pollera de su traje.
- Si me tambaleó es culpa tuya.
Diego se rió suavemente e inclinó la cabeza.
- Todavía estás débil a causa de la gripe – le dijo él -. Definitivamente tenes que descansar en la cama antes de la cena. Y como soy un buen esposo que te cuida y que se preocupa por vos.
- ¿Un qué? ….

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora