Capitulo 26

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Y olvidó rápidamente la comida, tan pronto como él acercó la boca a la de ella. Roberta perdía el control en sus brazos. Le deseaba una pasión que la consumía. No se trataba de una seducción de los sentidos, sino de un asalto repentino, en el que se despojaban de la ropa en un acto desesperado. La excitación se abrió paso, borrando todo, excepto la necesidad que tenía del cuerpo de Diego.
Roberta echó la cabeza hacia atrás cuando él se dispuso a recorrerla, con gemidos de placer y satisfacción. A partir de ese momento no hubo más que sensaciones, alcanzando juntos el éxtasis. Y finalmente la dejó en una quietud casi sobrenatural.
Diego le dijo algo en griego abrazándose a ella.
- ¿Te he hecho daño? - preguntó él entonces.
La había sorprendido una vez más. Roberta entonces le recorrió la espalda con su mano, en un gesto que también indicaba posesión. Pero era evidente que Diego siempre la sorprendía, dentro y fuera de la cama.
- No - dijo ella sonriendo.
- ¡Dios mío! Podría estar aquí todo el día - dijo él, y se giró con ella encima -. Cada vez que te miro estás más hermosa. A los diecisiete parecías un ángel, pura, inmaculada. Ahora sos una mujer, con los labios hinchados de mis besos, tu pelo hecho un lío - murmuró él entusiasmado -. Pero todavía me quitas el aliento.
- ¿Si?
- ¿Y todavía lo dudas? La última vez que hice el amor en la playa era un adolescente - la incorporó al mismo tiempo que él se levantó, y con una sonrisa burlona le dijo - Ahora comamos.
Toda su tensión se había ido. Había dicho todo lo que necesitaba decir. Había mostrado arrepentimiento por todos esos cinco años. La culpa lo había golpeado por fin. Y era ahora cuando comprendía que no sólo él había sido la víctima de Martín Pardo.
Martín había podido prever que Diego guardaba rencor a su hija y se sentiría una terrible amargura por ser obligado a casarse. Y seguramente también había calculado que tendría otras mujeres. Pero de lo que no se había preocupado en absoluto era de que ella fuese feliz. Sólo le había interesado un marido poderoso y rico.
- ¿Por qué estás tan seria?
- Estaba pensando en papá.
- Donde quiera que esté, se debe estar riendo como una hiena ahora mismo. Aquí estamos, haciendo lo que él quería que hiciéramos, y tarde o temprano seguramente también tendremos un hijo...
- ¿Un hijo? - Roberta no podía creerlo.
- Sí, una de esas pequeñas cosas rosas, que se pasan el día llorando y que requieren bastante práctica en sus cuidados. Hay gente a la que les gustan mucho. Pero tal vez a vos no te gusten.
- Sí, me gustan. Sólo que no se me había ocurrido pensarlo - realmente no lo había pensado, pero en ese momento la idea le gustó.
Diego la rodeó con sus brazos, y la abrazó.
- Tal vez el año que viene - le dijo él con una sonrisa que premiaba la respuesta afirmativa de ella.
- Sería un problema para vos si rechazara esa idea, ¿no? Teniendo en cuenta que estás obligado a estar conmigo...
- ¿Es eso lo que pensas?
- Es la verdad, ¿no es así? - Roberta deseó no haber hablado, porque temió que la felicidad de los días pasados se desvaneciera.
Nuestro matrimonio será lo que nosotros hagamos de él - se dio la vuelta, y la colocó entre sus muslos. Entonces la miró intensamente y le dijo -.Compréndelo. Acéptalo. No mires atrás por favor.
Entonces la besó dulcemente, y le sirvió vino y le ofreció comida. Pero ella no tenía hambre realmente. Lo observaba atentamente, y por primera vez fue optimista acerca del futuro juntos. Si él podía olvidarse del pasado ella haría lo mismo. Y tal vez lo primero que debía hacer era contarle la verdad sobre Facundo.
- ¿Diego...?
En el mismo momento en que ella se disponía a hablar alguien desde la casa llamó a Diego. Éste se puso de pie en un salto, y con enfado dijo:
- ¡He dicho que ninguna llamada, ninguna! ¡Ninguna interrupción!
Entonces el empleado se acercó y le respondió:
- Es urgente.
- ¡Espero que sea muy urgente! Quédate acá mi........eh, espérame - le dijo a ella en un aparte.
Lo vio alejarse por el sendero que iba hacia la casa. Roberta se sirvió unas frutillas del almuerzo. Miró su anillo desde todos los ángulos, y de pronto se sintió eufórica. Aunque sería un esfuerzo contarle la verdad sobre Facundo cuando regresara. Porque el sol le había dado sueño.
La despertó un ruido. Estaba sobresaltada, desorientada. Vio un helicóptero en el cielo, colgando como un pájaro gigante negro. Un momento después estaba atravesando la bahía. Se quitó el pelo de la cara y miró el reloj. Había dormido un par de horas y Diego no había vuelto.
Recordó entonces la llamada telefónica. Al menos ella habría creído que había sido una llamada telefónica urgente. Descubrió las medias a un costado y se las puso sonriéndose y se acomodó el vestido arrugado. Cuando llegó a la mansión notó un silencio abrumador. Dejó las cosas del picnic a un costado. El personal parecía haberse esfumado. Sintió que algo no marchaba bien, era un presentimiento. Diego estaba en su oficina mirando algo en su escritorio.
- Te has olvidado de mí. Pero te perdono - dijo ella bromeando desde de la puerta.
Él levantó la vista y la miró con ojos de hielo. Roberta sintió que la pulverizaban. Y supo que su sexto sentido no la había engañado. Él la escudriñaba con el gesto grave, reprimiendo una rabia que se le escapaba en la mirada, intimidándola como él lo sabía hacer.
Roberta se puso pálida
- ¿Qué ocurre?- le preguntó................

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora