Capitulo 35

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Al volver a Londres, Diego debía irse al poco rato, tan pronto como se cambiase de ropa. Tenía mucho trabajo.
- Hablaremos cuando vuelva.
¿Por qué tenía la impresión de que él la trataba como si ella fuera culpable de algo? ¿Cómo reaccionaría ante el hecho de que ella supiera tantas cosas? Al fin y al cabo él no confiaba lo suficientemente en ella como para habérselo contado. Pero, ¿qué cosas sabría él?
Roberta fue al salón. Allí estaba su escritorio, herencia de su madre. Le echó una ojeada. Estaba igual que siempre. Los cajones vacíos. La llave decorativamente sujeta con una cadena a la hoja plegable que servía de escritorio propiamente dicho. El carpintero que lo habría restaurado había cometido el error de poner a la llave una cadena muy corta que impedía cerrar el escritorio, por eso no lo usaba.
De pronto de dio cuenta de que la llave se parecía a aquélla que le habían dado en el banco para abrir la caja fuerte. Rompió la cadena, haciéndose daño en le intento. La llave había sido bañada en oro para hacer juego con la cadena, pero se veían aún los números grabados en ella. Ni siquiera encajaba bien en la cerradura. Seguramente correspondía a otra caja. Durante cinco años Martín podría haber ocultado el pasaporte a la libertad de Diego en su propia casa. Una última ironía de Diego.
Roberta fue hacia el sala de la casa que ocupaba Diego. Él se estaba poniendo una camisa limpia en el dormitorio, tan embebido en sus pensamientos que apenas se dio cuenta de la presencia de Roberta.
- Diego... - le dijo ella temerosa.
Por un momento, Roberta pensó en esconder la llave. Pero debía tener la valentía de dársela y afrontar las consecuencias. Entonces levantó la mano y tiró la llave en la cama.
- Después de todo no ha sido una condena a cadena perpetua... - se oyó decir.
Diego pareció no entender. Miró alternativamente la llave y a Roberta.
- Es la llave de otra caja fuerte. Es posible que contenga lo que buscas.
- ¡Cristo! - exclamó antes de levantar la llave -. ¡Todo este tiempo buscándola! ¡No lo puedo creerlo!
Roberta se fue hacia la ventana. Se trataba de la tierra prometida de la libertad. Podía ser el principio o el fin de su matrimonio.
- Hay algo más de lo que tenemos que hablar.
- ¿No podemos esperar para hablar de ello? No voy a poder parar hasta que vaya a París y pruebe esta llave.
- Me temo que no. Ya ves, ocurre que sé lo que hay en la caja. Tu certificado de nacimiento - le dijo Roberta.
La expresión de Diego se tensó.
- ¿Y dónde has conseguido esa información?
- Ciertamente no la he conseguido por vos. Salvador me la confió.
- ¿Salvador? - Diego pareció muy sorprendido.
- Me pidió que actuase como intermediaria. Creyó que yo era de tu confianza. Así que ahora sé que Emilia es tu madre natural.
- ¿Salvador está enterado de esto? - le dijo él con gesto grave.
- Mira, no es asunto mío - le aclaró Roberta, porque Diego parecía recalcárselo con la mirada.
- ¿Cuánto hace que lo sabe?
Roberta comprendió que Diego no sabía que Salvador era su padre, pero ella no quería ser quien se lo dijera.
- ¡Si él lo sabe no había peligro de que su matrimonio se rompiese - dijo él frustrado.
Y con esas palabras, Diego le había dicho muchas cosas. Diego pensaba que Salvador no estaría en condiciones de aceptar un pasado oscuro de su esposa. Un marido griego no podría tolerarlo. Así que Diego estaba protegiendo a Emilia. Y se sentía frustrado por saber que su sacrificio había sido inútil.
- Salvador sabe todo acerca de tus padres. Quiere hablar con vos. Está preocupado por Emilia. El hecho de que continúe siendo un secreto le está perjudicando.
Diego murmuró algo en griego, y se tapó la cara con las dos manos.
- ¿Entonces por qué no me ha hablado personalmente?
- Le prometió a Emilia que no hablaría con vos del asunto, así como ella les había prometido a sus padres que lo mantendría en secreto.
- Ella se avergüenza de mí.
- No creo. Si no fueras tan terco y tan orgulloso te hubieras enterado de toda la historia por vos mismo - le dijo Roberta temblando.
Diego la miró.
- La primera vez que la vi después de enterarme, intenté hablar con ella. Pero ella se puso a llorar y salió corriendo. Estaba histérica y aterrada.
Y debía tener miedo de enfrentarse a Diego. Porque él se habría sentido absolutamente traicionado por una mentira que había durado veinte años. Entonces, en lugar de aparentar estar herido habría aparentado estar enfadado. Y Emilia no habría sabido cómo actuar frente a él.
Con frialdad pasmosa, Diego emprendió la marcha preguntando antes:
- Entonces, ¿qué más hay que hablar? ¿Sobre nuestro matrimonio? Eso es muy sencillo. Te quedas o te vas. Trata de tomar una decisión ante de que esté de vuelta de París - dijo él con frialdad.
Roberta se quedó en silencio. Lo vio ponerse la chaqueta. Estaba anonadada. Nunca se había sentido tan humillada.........

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora