Capitulo 22

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Roberta pensó entonces que tal vez sería mejor decirle la verdad a Diego acerca de Facundo. Pero la idea, después de las duras palabras de Diego, no la convencía.
"Caliente como el fuego", "abandonada, una perra..." Tenía razón. Se había rebajado a un nivel absolutamente primitivo, se había dejado quitar sus principios, su decencia, su inhibición. Y entre esos principios figuraba el principal: para ella no podía haber sexo sin amor.
Bueno, Diego podía volver a sus chicas . A ella le daba igual. ¡No era cierto! La idea de Diego con otra mujer le resultaba intolerable.
Con un sollozo ahogado, Roberta abandonó la habitación.
- ¿Está trabajando Diego? - preguntó Lupita.
- Probablemente - contestó Roberta.
Roberta acababa de darse cuenta de la ausencia de Diego. Cinco años de soledad seguramente la habrían acostumbrado a no echarlo de menos. Pero la relación entre ellos había cambiado tan súbitamente que Roberta hubiera deseado volver a los viejos tiempos en que se sentía separada de él.
- Esta tarde estuvo en la taberna. Lo comentó uno de los pescadores. ¿Está enfadado por algo, no? - Lupita preguntó con un gesto de disgusto.
- Sí, hemos tenido una discusión.
- Aunque tiene un carácter muy fuerte, rara vez pierde el control. Pero da lo mismo, ya que mi familia no sabe muy bien cómo manejar sus cambios de humor. Mi abuela jamás alza la voz. Ninguno de ellos la levanta. No saben qué hacer cuando Diego se pone así. La única vez que lo vi, me resultó fascinante.
Lupita miraba atentamente a Roberta, para ver su expresión y esperar su respuesta. Pero Roberta permaneció en silencio, aunque con el ceño fruncido.
- Yo debía tener unos once años cuando oí hablar a mis dos tías sobre Diego. Se preguntaban entonces quiénes eran sus padres naturales. Yo ni siquiera sabía lo que quería decir eso.
Roberta se quedó pasmada.
- ¿Sus padres naturales...?
La cara de Lupita se puso seria.
- Por supuesto yo fui lo suficientemente estúpida como para ir a preguntarle a mi madre y ella se puso furiosa. Pasaron años hasta que pude comprender que en mi familia la adopción era un tema tabú.
- Sí - reconoció Roberta, simulando saber de qué se trataba. Pero internamente no salía de su asombro.
- Nadie habla de ello nunca. Todos los de fuera piensan que Diego es hijo de mi abuela. ¡Si mi abuela tenía entonces cuarenta y ocho años!
Roberta se estaba sintiendo incómoda ante la conversación. Era evidente que la curiosidad de Lupita no había sido satisfecha en su momento, sino todo lo contrario.
- El que fuese un secreto seguramente lo hizo más difícil para Diego.
- El tema de la adopción es mejor aceptado ahora que hace veintinueve años - dijo Roberta respirando hondo -. Pero es un tema muy delicado, no debiéramos hablar de ello, Lupita. Y, por otra parte, yo no sé nada más que vos.
- Lo siento, no sé cómo se me ocurrió hablar del tema..
- Porque soy parte de la familia, supongo. Pero creo que Diego tiene derecho a mantener una cierta confidencialidad acerca de ello. Y puede que me equivoque, pero no creo que le apetezca que le hables del tema.
- No se me ocurriría.
Después de despedirse de Lupita, se quedó pensando en lo que había descubierto ese día. Era algo que le inquietaba. No sabía nada acerca de Diego, y eso le molestaba. En la habitación descubrió un enorme piano, y decidió sentarse en la butaca frente a él.
O sea que Diego era un Bustamante adoptado. Y Roberta no debía molestarse por el hecho de que Diego jamás lo hubiese mencionado. Diego tenía tres hermanas, pero seguramente sus padres habrían querido tener un varón. Era evidente que la familia lo habría querido ocultar. Era cierto que nadie fuera de la familia lo sabía. Ella misma había leído muchas noticias sobre él en los diarios y en ninguna de ellas se hacía mención a ello.
¿A qué edad se habría enterado Diego de la verdad? ¿Habrían sido más sinceros con él que con la gente de fuera? En caso de que se lo hubieran ocultado, habría sido un shock seguramente.
Roberta interpretaba un concierto de Chopin, que era el tipo de música con la que solía acompañar sus pensamientos más profundos.
Esperaba que Lupita fuese discreta. Seguramente Diego no querría que se enterase más gente, y por eso no se lo había dicho a ella. O tal vez era un tema que no le importaba ya, en su vida de adulto.
Era evidente que él estaba muy unido a su familia. Incluso había sido capaz de casarse con alguien a quien no amaba para protegerlos, dejando sus propios intereses a un lado. Aunque le era difícil apreciar su sacrificio, teniendo en cuenta que a ella también la había sacrificado.
"Dios mío", pensó. ¿Cómo podía vivir ella en un matrimonio en el que no se compartía nada más que una cama?
Pero era tarde para esas reflexiones. No tenía elección. Si hubiese tenido elección, ¿realmente hubiera tenido fuerzas para dejar a Diego? ¿Era mejor aceptar estas migajas que quedarse sin pan?
Roberta, fuera de sí, levantó las manos del teclado.
- ¡No pares!
Roberta se quedó rígida. Lentamente giró la butaca, y se encontró con Diego en la sombra, al lado de la ventana. Parecía estar tenso. Le brillaban los ojos, llevaba la camisa medio desabrochada y una barba incipiente y oscura.
- Toca para mí - dijo.
Roberta volvió al teclado, y tocó nerviosamente, expresando en cada nota discordante un cierto desafío.
De pronto unas manos le apresaron las muñecas. Se hizo el silencio, interrumpido apenas por su respiración entrecortada. Sintió un escalofrío en todo el cuerpo cuando él se inclinó por encima de ella.
- ¿Por qué? - preguntó él, soltándole las muñecas.
- No soy tu esclava - murmuró temblando. Pero no era ese el motivo de su agresividad en el piano. Roberta recordaba la primera vez que había tocado para él. La música era para ella una forma muy personal de expresión. Tanto que no la podía compartir con él.
- Toca - dijo él nuevamente.
- No tengo partitura.
- Podes tocar durante horas sin ella - le recordó él.
Roberta, intimidada y disgustada por la presencia de Diego comenzó a tocar con desenfreno, un trozo de aquí, otro de allá. Pero no quería tocar, por lo que cometió varios errores, y finalmente abandonó.
- Sos muy obstinada. Detrás de ese aspecto frágil, se esconde una personalidad fuerte.
Sin embargo, Roberta se sentía muy débil en ese momento. Se levantó lentamente, sin mirar alrededor.
- Háblame de él - le dijo Diegou con calma. Pero le había interrumpido el paso, y no la dejaba salir.
- No sé de qué me hablas...
- De tu amante...
- No creo que te interese saber nada de él.
- ¿No? ¿Dónde lo has conocido?...........

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora