ADVERTENCIA: este capítulo contiene escenas +18, se le pide al lector que, si no le agrada este tipo de contenido, por favor salta este capítulo. En caso de querer leerlo se recomienda tener una caja de Kleenex al lado.
╭─────•☪•─────╮ Este es un especial (algo tarde) para todas aquellas personas, como yo, que no tenemos pareja por lo que nos imaginamos con nuestros husbando. (~ ͡° ͜ʖ ͡°)~🔞 ╰─────•☪•─────╯
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Los pies de Tsukishima empezaban a arrastrarse a medida que veía que se acercaba a su hogar. Un niño malcriado tiró una reliquia antigua en el museo donde trabajaba y debido a que el estaba dirigiendo al grupo donde se encontraba el infante se tuvo que quedar más de la cuenta para hacer algo de papeleo y discutir con los padres del niño por los daños causados.
De verdad que no tenía planeado esto para San Valentín pero ya no se podía quejar. Ahora lo único que quería era darse una ducha caliente para aliviar el estrés y, quien sabe, compartir el baño contigo.
De solo pensarlo su humor mejoraba un poco.
— Ya llegue —avisó cuando cruzo la puerta de su departamento por fin. Mientras cerraba y se quitaba los zapatos empezó a escuchar pequeñas pisadas, reconociéndolas como tuyas.
Claramente, pues compartían el hogar como buena pareja de adultos.
— Llegas tarde —le regañaste mientras él no te miraba, ya que estaba terminando de sacarse algunas prendas como su abrigo y el maletín.
— Ya, perdona —se disculpó sin mirarte aún— Hubo un incidente y, agh, me obligaron a quedarme por eso y...
Las palabras de Tsukishima se quedaron a la mitad cuando por levanto la mirada, encontrándote apoyada en la pared del pasillo vistiendo una de las camisas del rubio. Tus brazos estaban cruzados por debajo de tu pecho haciendo que este resalte y tu voluminoso cabello caía por los hombros de una bonita forma.
— Y... ugh, ¿qué traes puesto? —terminó diciendo Kei luego de verte.
— Llegas tarde —repetiste— Esperaba hacer algo por este día pero veo que estás algo cansado... no se, si no quieres hacerlo... —empezaste a decir algo renegada mientras te dabas la vuelta con dirección a la habitación. Instintivamente Tsukki bajo la mirada a tus piernas, decoradas con unas medias que apretaban una parte de tus muslos que se dejaba ver por la larga camisa.
Empezabas desprender los primeros botones de la camisa cuando sentiste unas manos golpear fuertemente tu trasero y apretujarlo.
— ¿Quién te dijo que te podías ir?
El cuerpo de Kei se pegó totalmente al tuyo, restregándose como un gato, tocando con sus manos tus muslos y jugueteando con el elástico de las medias, tanteando de vez en cuando el dobladillo de la camisa, ansioso de quitar esa prenda.
