El tiempo puede ser despiadado varías veces. Un segundo dices hola y al siguiente no te da tiempo para despedirte. Su primer amor probablemente estaba destinado a la perdición-aún sigue siendo difícil recordar, y aún más superarlo.
Pero ¿El destino...
En los tiempos antiguos, cuando la civilización de Khaenri'ah apenas empezaba a prosperar, existía una tradición muy particular. Esta se enfocaba en despedir a las personas en sus últimos momentos de este mundo.
Lirios.
Plantaban lirios alrededor del lugar donde el cuerpo reposaría hasta un nuevo comienzo. La flor simbolizaba la belleza efímera y la pureza de los recuerdos que poco a poco esa persona perdería para poder alcanzar un lugar más resplandeciente que Celestia.
Pero esa nación sin un ser divino que recibiera reconocimiento luego afrontaría una destruccion. Y toda su cultura y tradición no recibiría tanto afecto como los natales del lugar lo habrían hecho. Sin conocer su verdadero significado, los extranjeros también llevarían lirios a los muertos.
Su fragante aroma sería luego visto como aquel funèbre y de mala dicha. Empezando una nueva era en donde los lirios serían los antagonistas.
Pueden ser las pocas casualidades las que forman el destino, o el destino se forma desde el comienzo. Aún así, es difícil de decir—Porque aunque Ajax era bienintencionado cuando nombró a aquel bebé, no sabía que había condenado a la joven al destino del que había escapado.
(...)
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Mondstadt—Ciudad del Viento
El grande Rex Lapis, haciendo uso de su nuevo cuerpo se encontraba visitando a su más antiguo amigo, Barbatos. Aunque es una lástima mencionar que si no fuera por los eventos recientes, probablemente no se hubieran reunido.
Dicen que la calamidad es lo que trae juntas a las personas.
La ciudad definitivamente había mantenido su esencia, aún cuando había trasversado tantos cambios. Si mal no recordaba, aquel viejo bardo debería estar en la taberna pasando el rato, así que fue ahí su primera destinación.
El ambiente era completamente opuesto al de Liyue, y el aroma a alcohol parecía mantenerse en la atmósfera. Era ingérable recordar los tiempos pasados, aquel momento, en el que todos compartían el mismo presente.
—¡Que sorpresa tu visita viejo hombre!— exclamaba con felicidad el bardo que estaba al borde de perder su sobriedad. —Es claro, mi viejo amigo. Pero va ser más de una sorpresa lo que estoy a punto de confesarte.— aunque el tono de el mayor de los dos era escalofriante mente serio, Venti no podía hacerse una idea de que podría ser tan grave.
Era muy de mañana, la taberna estaba técnicamente vacía, pues los hombres que ya se habían desmayado por tanta bebida no podían ser considerados como una fuente de vida. De igual manera, ambos se mantuvieron al margen del tema su conversación.
—¿¡Quieres una!?— el bardo no parecía tomarse la platica enserio, aunque en realidad estuviera forzándose a actuar natural. Debía evitar a toda costa que alguien supiera al respecto de la información de la que se había enterado. —¡Te recomiendo el vino de diente de león de aquí, es el mejor!—
