17- Santuario Solitario

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En una cueva de Liyue, protegida por poderes de Adeptus, Xiao se recluía frente a la casita desgastada de madera que llamaba "santuario". Solía ser al lugar que venía a meditar cuando las voces intensificaban sus susurros a su oído.

El consideraba aquel confinamiento que duraba de horas a un par de días la solución para prevenir muertes.

El tormento de dolor punzante que atacaba hasta lo profundo de sus huesos solía ser más tolerable que las emociones. Las voces le demandaban derramar sangre, nublaban sus sentidos hasta el punto que se volvía agobiante.

Se arrastró en sus rodillas, tumbando algunas velas en el proceso, para alcanzar los analgésicos que disminuían su pesadumbre. Se tomó varias dosis de un solo para calmar los efectos, modulando su respiración agitada.

Afuera de la cueva podía admirar los majestuosos árboles amarillentos, siendo lo suficientemente considerados de hacerle compañía. Los rayos del sol bañaban la superficie, y era irónico que Xiao se sintiera miles de mundos ajenos en su propia sombra de oscuridad.

Se recostó sobre el suelo, tomando con fuerza su costado izquierdo. Apretaba sus colmillos y arrugaba su nariz, intentando tomar el control sobre su propio cuerpo. Sintió como una presencia se acercaba, y con dificultad fue capaz de musitar una advertencia.

Absteniéndose de gruñir, le gritó a quien fuera que estuviera cerca que se alejara.

Sin embargo su advertencia fue ignorada, y un pequeño cuerpecito se asomó por la sombría entrada de la cueva. Xiao se apoyó sobre su brazo desocupado y trató de mantener sus ojos abiertos para ver a la persona.

—Ojos bonitos.— la voz infantil habló de manera monótona. —¿Te duele mucho?—

Xiao tensó sus músculos al recordar aquella voz. La pequeña cabeza morada que tímidamente brotaba en la entrada también había sido víctima del inmenso poder del Yaksha.

—¡Vete de aquí!— le gritó descortésmente a la niña, intentando ahuyentarla.

Qiqi por otro lado, no tenía intenciones de dejar al chico que se retorcía en el suelo. Sentía cierta familiaridad con el, lo vislumbraba en el breve contacto que hizo con sus ojos.

—Qiqi ayuda, Qiqi sabe una medicina para que no duela mucho...solo tiene que buscar en la libreta.— balbuceaba la pequeña mientras rebuscaba en su atuendo donde había guardado la tan preciada libreta que contenía su memoria.

Al corroborar la medicina con sus anotaciones, buscó en sus cesto con hierbas recién recolectadas por una en específico. Hasta que de una vez pudo encontrar la que tenía pétalos cristalinos y blanquecinos, Qingxing.

—Qiqi dejará esto aquí. Si lo tomas con agua caliente tu pancita ya no dolerá. Si te sientes triste, te contaré cosas antes de que las olvide.— dijo mientras se hacía bolita a un lado de la entrada de la cueva, esperando a que Xiao se sintiera mejor.

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A Millenium of Years // Xiao x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora