14- Visita de Medianoche

408 42 10
                                    



Hay una leyenda, cuenta que en la tierra habitó un antiguo hombre inmortal. Este tenía un jardín seco, en donde la vegetación casi siempre moría antes de siquiera llegar a existir.

Pero un día cuando pasaba por el jardín encontró el retoño de una flor. La semilla había pasado por las el mismo infierno para florecer y poder hacer que el hombre apreciara sus pétalos. El simple hecho de que fuera la única flor dispuesta a sacrificar su comodidad por el hombre la hacía ejemplar.

El hombre nunca había visto una flor en aquellas tierras infértiles; su inmortalidad no era tan vasta como para tener ese tipo de conocimientos. Decidió ignorar la flor, y echarle un vistazo de vez en cuando. Sabía que tarde o temprano es flor, se marchitaría junto con la vida gris. Evitaría encariñarse para que cuando llegase la hora de que la flor caerá, aquel espacio que solía ocupar no se sintiera vacío.

Si la flor era terca o solo enamorada era difícil de discernir. Guardaba todas su energías durante el resto de día solo para exhibir su mayor belleza los 10 segundos que el hombre le dirigía la mirada. Esperaba paciente al día en que el se acercara.

La flor decayó, como la naturaleza dictó desde que nació. Pero el inmortal fue incapaz de ignorar su ausencia. Era el golpe del karma por intentar evadir lo que en el destino había sido escrito.

El hombre buscó flores fuera de su jardín para satisfacer su propia curiosidad. Examinó sus comportamientos, pero ninguna era, aquella flor tan dedicada. Aunque intentara cuidar de otros especímenes de la flora, nunca llenaría la amargura que la primera flor había creado con su dulzura.

Se dio por vencido—consumido en las penas de los años, cumplía con su rutina de todos los días. Hasta que la misma flor, una vez más floreció. Era idéntica a la anterior. "Quisiera ducharla con el afecto que una vez no le di, pero no quiero estar frágil de nuevo cuando se aleje de mi." Pensó.

Así que con respecto a la segunda flor....

—Cariño, ¡no te duermas cuando practico hechizos!— reclamaba Lisa mientras bostezaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—Cariño, ¡no te duermas cuando practico hechizos!— reclamaba Lisa mientras bostezaba. No era tarde, simplemente las palabras en idiomas antiguos apelaban a una siesta. —Tienes que apoyarme en esta tarea aburrida, harías eso por mi ¿no?—

Jean describiría la personalidad de Lisa como la definición de libertina, aún así, aquella bibliotecaria era indispensable para la ciudad. Una bruja de su calibre no se encontraba desde hace 200 años. Lillian diría que Lisa era ambos cariñosa y aterradora, su voz coqueta podía hacer hasta que un arconte temblara bajo las situaciones indicadas.

—Ya es la hora del té... puedes dejar la magia para después. ¡Tu misma dijiste que el descanso es la tarea más importante del día!— habló medio dormida Lillian, haciendo el mayor esfuerzo de que sus párpados no volvieran a cerrarse.

Las largas recitaciones de Lisa cada vez que tenía que hacer su trabajo eran prácticamente una canción de cuna para la fémina menor, casi imposible no dormirse.

A Millenium of Years // Xiao x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora