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~Jane~
Cargaba con aquella mochila negra dónde portaba toda mi investigación. Las calles de Polonia eran estrechas, no era mi destino principal pero al no encontrar un transporte directo a Alemania tuve que hospedarme en el país vecino.
No había nada que me fuera útil, en realidad no había información, los perros de caza estaban en el país continúo. Sabía eso gracias a la poca información de Rusia y los tratados que firmaron, ellos eran encargados de llevar a un prisionero peligroso de Alemania a las instalaciones de Francia.
Llegué a la posada donde dormiría, también repasaría cómo robar la información de la que seguramente era la mejor cárcel diseñada para personas con habilidades.
Acomodé los papeles procurando ser cuidadosa con los que tenían información más relevante, jamás en mi vida pensé que investigar algo me costaría tanto como en ese momento. Preparé mi cena y tomé asiento en aquella mesa de madera, no me atrevía a ver aquella silla vacía, así que mantuve la cabeza agachada.
Me costaba mirar lugares vacíos, pues sentía la vergüenza de estar sola. Me culpaba a mi misma, no podía señalar a nadie más por mis propio delitos, era como juzgarme tan severamente a mi que solo podía enmendar mis errores. Terminé de comer para después limpiar, y tomar una ducha.
El agua impactaba en mi cuerpo, recorriendo toda la figura de el mismo, realmente me gustaba sentir cosas, texturas y formas. Amaba el contacto físico porque mucho tiempo viví sin el, como un fantasma. Un pensamiento llegó a mi cerebro.
~¿He dejado de serlo?~
Fuera de la ducha seque mi cuerpo y cabello con cierta prisa, empezaba a ponerse frío, odiaba el frío tanto como a mi misma. Busqué las prendas deportivas que adquirí apenas llegue a territorio polaco, un conjunto gris que parecía bastante abrigador.
Pero jamás fué suficiente, nunca sentí ese calor nuevamente.
Me recosté en aquella cama y cubrí mi cuerpo con las sábanas blancas, me disgustaba dormir fuera de casa pero no tenía otra opción.
—¿Recuerdas cuando queríamos tener una casa grande con muchas ventanas?— comenté jugando con el zafiro—. Era divertido imaginar una vida contigo, yo siento que te debo muchas explicaciones.
El ruido del viento golpeando las ramas fué luz verde para que las palabras salieran de mi boca.
—Me sentí vacía mucho tiempo, y pensé que te traicioné al tener una vida junto a ellos. Pero no lo sé, ¿Me odias?, ¿O solo estás enojado por qué aún no compró una casa?. La verdad es que no la necesito por ahora, pero si estuvieras conmigo la habría adquirido desde hace mucho.
La espesura de la noche no me incomodaba, pero tenía un extraño presentimiento, que el cuerpo de mi hermano saldría y se la llevaría con el —Es verdad, estás muerto pero yo...Cada que duermo veo cosas feas, no solo tu cuerpo, veo el de otras personas, el mío también.