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Dos semanas después del rescate por parte de Higuchi junto a Lagarto negro. Un extraño mito urbano llegó a Yokohama.
Guild intentó comprar el local donde trabajaba la agencia armada de detectives. El motivo resultaba alarmante, su líder buscaba el permiso de negocios sobrenaturales.
La Port Mafia se mantenía alerta —pues habían robado un edificio que funcionaba como empresa fachada— menos el jefe, que por insistencia de Elise terminaron en un local de dulces americanos.
—Dame otro.
—Prefiero que seas cruel y ruda— gimoteo de felicidad al ver que no actuaba como Jane, le resultaba incómodo.
—Vamos a otra tienda— sentenció la niña para después caminar hasta la entrada, al salir caminó entre la multitud para después desaparecer.
El ojivioleta la llamó en repetidas ocasiones, y al sentir la presencia enemiga optó por evaluar sus habilidades.
Un cuarto de juegos, y muchas personas era lo primero que vió después de abrir los ojos, todos los presentes huyeron, menos dos chicos. Los detectives tenían agallas, pero no la inteligencia para mantener la calma.
"Usa la lógica, y si sientes que no hay salida, mantén la calma antes de hacer una tontería. Siempre hay una solución lógica para todo" fué el discurso que le dió a la azabache después de detonar la bomba que la dejo aturdida cerca de aquellos cadáveres. Tenía nueve años cuando sumo cinco asesinatos más a su lista.
—Que remedio, el usa otros métodos con sus nuevos subordinados— suspiró exhausto—. Lo haré a la antigua.
Sostuvo el listón amarillo que rodeaba al chico tratando de escapar —No muchacho, el enemigo está del otro lado. Te recomendaría no escapar pues si lo que dice es cierto, al salir de aquí olvidarás todo lo que pasó. Te enseñaré algo útil.
—¿Cómo dice?.
—En la teoría de juegos, la estrategia es óptima, es lanzar una contraofensiva generalizada al enemigo que te atacó. Debes aplacarlo.
—No hay manera— respondió el chico de cabellos grises.
—Los enemigos arrogantes son los más vulnerables, y si bien escuché, los que están tras esa puerta son quienes te rescataron alguna vez.
El menor pareció recapacitar sus palabras y así logró juntar valor para hacerle frente a la pelirroja —¿Dejaron de conversar?, ¿Tomaste aire para seguir?.
—Ahora me toca a mí— respondió el de tirantes.
—Así es, esa es tu solución óptima— mostró sutilmente el listón amarillo para después dejarlo caer.