𝑺𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 [Cʜᴜᴜʏᴀ x OC]

𝓙𝓪𝓷𝓮 𝓐𝓾𝓼𝓽𝓮𝓷 𝓕𝓲𝓷𝓪𝓵

Advertencias: Ninguna, todo muy lindo :')

Mira en tu propio corazón,
porque quién mira afuera
sueña, pero quien mira dentro
se despierta.
-Jane Austen
~•~

Hace frío, tiene miedo y está llorando. Es igual a cuando era niña.

La de ojos verdes se encontraba sentada en la nada, solo podía ver un entorno abruptamente blanco en todas direcciones. A lo lejos distinguió a una mujer de cabellos negros, sonreía y agitaba su mano de lado a lado para Jane.

La joven imitó su acción torpemente. Sabía que en realidad podía ser su madre, pero no se molestaría en siquiera hablarle, para Jane era una total desconocida. Apretó la novela en su pecho esperando alguna señal de estar en el más allá.

—Siento que se parece a tí, ¿Quién será?— era una voz aguda—. ¡Vaya! Eres una adulta muy bonita.

Sus pupilas se dilataron al ver con detalles el cuerpo de Keiko, sonreía y lucía más vivo que nunca. Soltó el libro para hincarse frente a él.

—¡Perdón! ¡No quería que murieras!— dijo con dificultad—. Discúlpame…

—¿Por qué me pides perdón?— sus grandes ojos marrones se llenarón de curiosidad.

Las lágrimas hicieron que Jane empezará a respirar de forma irregular—. De verdad quería que vivierás conmigo, perdón por no salvarte...¡No pude evitar ser feliz sin tí!

Sus palabras hicieron eco en el lugar. Todo era silencio hasta que una risa acabó con él.

—¿Por qué piensas que no mereces ser feliz?— cuestionó el niño—. Soy algo tonto, pero incluso yo sé que merecías todo el mundo y que tendrías una familia bonita.

La joven negaba hundiendo su cara entre los pies del menor, esperando recibir una queja. En cambio una mano acarició su cabeza.

—No debes disculparte por algo que no fue tu culpa— dijo el rubio con una sonrisa tenue que se amplió al ver la cara de Jane—. Yo siempre querré la felicidad para mi hermana.

La de ojos esmeralda asintió recibiendo un beso en la punta de su nariz.

—Así que no llores, porque me pondré muy triste y lloraré contigo— se inclinó lo suficiente para darle un abrazo pasando sus manos por la cadena de su cuello, hasta prácticamente robarlo—. Soy tan bueno en esto, es mi secreto.

—¿De verdad?— replicó la femenina—. Puedes quedártelo, era tuyo…

—Era un regalo, por tu cumpleaños— apreció a lujo de detalles la joya—. Es costosa, pero demasiado fea para que mi adorable hermana la use. Parece un collar de perro, y no lo eres.