【20. Pero sin Kai】

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2015
Sofía

— Vete a la mierda. - saqué una mochila del vestidor y metí mis pertenencias básicas.

— Y yo he de hacerte caso. - Tom cerró la puerta fuertemente y forcejeó conmigo intentando quitarme lo que guardaba. — ¡Basta, Sofía!

Bien. He de explicar los sucesos anteriores a aquel momento para que pueda ser comprendido, por lo que debemos rebobinar.

Tras la visita clínica, Tom había tenido que hacer un viaje para una proyección adelantada de La Cumbre Escarlata en Francia, específicamente en un festival de cine famoso. En principio aquello no me hubiera molestado si se tratara de cualquier fecha, pero era febrero. Se iba por tres días, y en uno de ellos se celebraba su cumpleaños, por lo que me puse algo triste. Había planeado ya un pequeño viaje en auto para nosotros tres por su día especial, pero se arruinó de un día a otro. Además, hace exactamente un año -sí, la noche en la que toqué la puerta con su frente- me había prometido que estaría conmigo durante ese día.

La muerte de mi padre era aún un acontecimiento que me atormentaba desde que sucedió en el 2010. Podía sobrellevarlo en mi día a día; sin embargo, en el aniversario de su fallecimiento su imagen estaba presente. Y no la representación que yo desearía, sus sonrisas y la forma graciosa que tenía de bailar. Sino que revivía aquel momento, aquella sensación de la muerte inminente, su rostro... sus ojos sin vida a tan solo centímetros míos, en el asiento de al lado. Cuánto deseaba que la herida en mi frente hubiese sido suficiente para haber perdido la conciencia, pero no. Cada segundo hasta que llegaron los bomberos y la ambulancia, miré la sangre, su cuerpo inerte, el amor que me habían quitado.

Ese día la cama se sintió fría sin el calor corporal de Tom, al que me había acostumbrado más de lo que deseaba. No me levanté incluso sabiendo que tenía que llevar a Kai a la escuela, mas recordé que era fin de semana y que él se había quedado con mi hermano en su departamento que tenía aquí en Londres. Inmediatamente me aferré a la sábana y empecé a llorar. Tal vez por mi padre, o tal vez por el silencio de la casa por la falta de Tom y Kai. Me asusté de la soledad que me invadió desprevenidamente y me abracé a mí misma repitiéndome que todo estaba bien, que mi par dinámico volvería en un par de días. ¿Pero quién me devolvía a mi padre? ¿Quién me ayudaba a superar todo lo que llevaba dentro? La soledad se volvió miedo con los minutos. Me estremeció el pensar que incluso con un hijo y con pareja era capaz de sentirme sola, entonces, cuál era el objetivo de amarlos tanto si no podía ni quererme a mi misma como para terminar con mi tormento. Y dudé por un instante si en realidad podía amarlos en mi propia soledad.

Para cuando los maullidos de Bruce fuera de la habitación me sacaron de la cama, ya debían ser más de las dos de la tarde. Cambié mi piyama -la cual consistía en tan solo una camisa de Tom- por un vestido blanco estilo antiguo y le presté atención a mi mascota, obligándome a salir de mis pensamientos. Mas mi cabeza dolía y opté por encerrarme en la biblioteca. Me senté en la gran silla para apreciar con una mirada perdida la foto que Tom tenía de nosotros tres en la playa, la cual tomamos el día de su cumpleaños pasado, puesto en el marco que le había hecho a mano para nuestro primer mes de relación. Parecía irreal pensar que había pasado más de un año de eso, pronto Kai cumpliría once años. No quedaba mucho para que se alejara poco a poco de mi, de nosotros, y aunque hubiera sido feliz viéndolo cumplir sus metas, me hubiera invadido la tristeza que toda madre siente cuando el hijo amado crece y se olvida de que en algún lugar hay alguien que lo ama más de lo que cualquier persona lo amará alguna vez. Aunque por cómo era Kai, hubiera jurado que él se mantendría en contacto permanente conmigo, pero la melancolía del día me invitó a vivir una soledad futura imaginaria.

Pedí comida a domicilio de algún restaurante de comida rápida y me senté en el sofá para que los ronroneos de Bruce mantuvieran a flote mi estabilidad emocional. No quería ahogarme en mis pensamientos porque esta vez sí que no tenía nada que me llevara a un mundo de distracción, aunque podía conseguir un poco con tan solo una llamada. Lo pensé bien y descarté la idea, ya estaba lo suficientemente grande como para entender que aquello no era una solución factible a mi problema, pensé en que tal vez debía volver a intentar asistiendo a un psicólogo, incluso si anteriores veces no había funcionado. Tal vez debería desaparecer un tiempo, siempre había querido hacer eso. Viajar a un lugar recóndito y solucionar mis problemas hablando conmigo misma e intentando entenderme, porque hablar con otra persona nunca ayudó, pero bah, pensaba que era imposible con todas las responsabilidades que tenía, controlé el impulso de desaparecer en Japón. Quise llamar a Tom para preguntar cómo había transcurrido su día, pero tras unos segundos me dirigió al correo de voz donde no me molesté en dejar ningún mensaje. Pensé en conversar con Sebastian pero sentí que ya lo había molestado demasiado con mis problemas desde que lo conocí, después de todo, fue el amigo que estuvo ahí cada momento que necesité un hombro para llorar en los meses siguientes a la muerte de mi padre. Marqué el número de Harry, con quien no hablaba tan seguido.

Somebody to love [Tom Hiddleston y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora