【22. Dos oruguitas】

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PARTE 2

2016 

Sofía 

— ¿Qué haces?

— Estamos bailando.

Los meses en el campo me habían relajado, desestresado, todo. Era lo que necesitaba, y lo que había necesitado desde la muerte de mi padre. Alejarme para sanar. La abuela Ushijima había sido dulce conmigo en todo momento, a la par que profesional. Estar con ella significaba sentirme comprendida, sus palabras se repetían todo el día en mi cabeza cuando me ponía a trabajar en el campo tras tomar un té de desayuno y un pequeño shot de sake. Mis días durante todos los meses habían seguido una misma rutina, la cual solo se rompía los fines de semana en los cuales Wakatoshi U. nos visitaba con sus hijos. Despertaba a las cinco de la mañana para preparar el desayuno para la abuela, yo me satisfacía con las refrescantes bebidas. Luego me dedicaba a cuidar los cultivos hasta medio día, había aprendido poco a poco cómo cumplir con esa labor gracias a las enseñanzas de otros agricultores del pueblo. Cuando acababa con esa labor, tomaba la bicicleta que tenían en el cobertizo y paseaba hasta llegar al pequeño mercadito donde se podía conseguir todo fresco e incluso vegetales recién cultivados. Volvía a la casa de madera sin prisa y ayudaba en la cocina. Ahí es donde ocurría la sesión psicológica del día con mayor duración, y lo adoraba. Ella y yo lavábamos a la par los ingredientes mientras conversábamos, ella hacía las preguntas, yo respondía hasta que los roles se invertían y absolvía mis dudas. 

Nada de libreta de notas para jugar con mis pensamientos, o una oficina de colores serios que intimidaba a quien ingresaba. Éramos nosotras en medio de la nada, soldando las heridas de mi pasado y mis pensamientos traicioneros. Endulzando los recuerdos de mis amados fallecidos y logrando hablar de ellos sin llorar. La vida pasaba despacio, tranquila y sin dolor. Los días eran entretenidos, y me sentía realizada a la par de feliz. Unos días atendía la tierra, otros iba a la pequeña escuela que había en el pueblo y les enseñaba a los niños inglés y español. Incluso a veces los profesores me pedían que les asistiera en temas de filosofía e historia. Tuve que suplir a una maestra e hice clases de historia latinoamericana, porque era sobre lo que más sabía. Sin embargo, me sorprendí cuando noté que mi forma de enseñanza se combinaba con el teatro, ya que para que los niños aprendiesen mejor hacíamos un juego de rol con un guion escrito por mi. No solo me dedicaba a eso, sino que supervisaba la creación del guion de la serie que iba a protagonizar. 

Y ello significaba volver. 

Aunque ya había pisado Nueva York hace unos meses. Guille me había llamado y me contó su situación con su no-pareja y el embarazo de esta. Lo escuché llorar y sollozar por teléfono, me sentí terrible por no haber estado ahí para abrazarlo. Él tenía el dinero y el amor para recibir al nuevo miembro de nuestra familia, pero la situación revolvió recuerdos cuando mi hermano cuidaba de mi en su totalidad, antes y después de la muerte de papá. Me recibió con sorpresa cuando estuve en la puerta de su casa, tanto por mi presencia como por mi nueva apariencia. El lacio cabello corto y tintado con los lentes me servía bien para ocultar mi identidad de cara al público. No solo había ido por mi hermano, sino que me interesaba cerrar la herida del accidente. Como me había mencionado la abuela Ushijima, según lo que yo le había dicho, ese vehículo era una representación material de la tragedia, me tocaba reparar esos recuerdos. Así que fui a reparar aquel hermoso auto, literalmente. No planeaba encontrarme con Tom, pero me alegró verlo estable, estar con él y hablar, incluso dormir con él. Me hizo sentir única, sin saber que era yo, al aun recordarme y evitar un encuentro sexual. Mas debía de admitir que a la par me hizo sentir mal, quería que él rehiciera su vida, incluso a costa mía. 

— No olvides de sostener su cabeza y- 

— Lo sé, Bill. —le sonreí mientras dejaba besitos en la suave mejilla de William. 

Somebody to love [Tom Hiddleston y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora