Prólogo

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¿Le creerías a alguien si te dijera que existen otras dimensiones? O aún más, ¿que tu eres un personaje tan anticipado en una de esas dimensiones debido a una leyenda?

Definitivamente no. ¿Quién estando en su sano juicio lo haría?

Si me lo hubieran dicho días atrás me habría reído a más no poder y habría dicho que era una ridiculez, que eso solo pasaba en el ámbito del séptimo arte.

Sin embargo, ahora lo había experimentado en persona.

Había viajado a través del espacio y tiempo y había llegado a otra dimensión. Una que era totalmente diferente. Vivían con un estilo entre medieval y moderno, tenían una forma de pensar más amplia y lo más extraordinario de todo: existía la magia, poderes sobrehumanos y  criaturas mitológicas. Todo lo que podrías ver en una película de fantasía y que no podrías hacer nada más que imaginarlo.

Y yo era una de ellos.

Tenía poderes. Podía manipular y formar fuego en mis manos, podía volar y envolverme completamente en llamas como si fuera una superheroína.  Recordé cuánto amaba esa sensación de libertad al elevarme por los cielos y planear a mi antojo entre más nubes.

No tenía ni idea que todo esto lo había heredado de mi madre, quien en mis dieciocho años de vida nunca me contó nada sobre ella, cómo era antes de conocer a mi padre, tampoco me habló de mis abuelos.

También tenía una dragona con quien compartía una conexión telepática. La había llamado Hwa, que significaba fuego en Hanja.

Pero no era la única con poderes.

Habían otras personas con diferentes habilidades. Entre ellos, quien se supone que era mi enemigo. Existía una leyenda que me declaraba a mí, la guerrera de fuego, y al príncipe de hielo como tal. Aunque en realidad resultaron ser dos y confundí a uno con otro. Afortunadamente pudimos darnos cuenta que él no era mi verdadero enemigo y ambos acabamos en una guerra contra el antagonista real de dicha leyenda.

Conocí a un grupo de chicos asombrosos quienes lucharon a nuestro lado por la paz entre distritos de elementos, también a la hermana del chico que se había ganado mi corazón, aun cuando había jurado que algo así nunca sucedería.

Sentí miedo, incertidumbre, ansiedad pero también compasión, empatía y amor.

Pero me había olvidado de un punto muy importante.

Esa no era mi dimensión.

Por más que no hubiera otra como yo allá, no quería decir que ese fuera mi lugar.

Quizá por eso todo desapareció en cuestión de segundos.

Se desvaneció en el aire como el humo de una vela que alguien recién apagó.

Quizá la naturaleza quería recordarme a dónde pertenecía.

Y yo no tenía ni voz ni voto en esa decisión.

Ahora entendía todo.

La cabeza me dolía por los recuerdos reprimidos, el abdomen probablemente porque fue el punto donde recibí la última herida en esa dimensión, aunque me sorprende que no la haya traido conmigo a esta. No tenía idea de lo que había ni de lo que estaba sucediendo pero era un alivio que al llegar a esta dimensión no estuviera la herida. Se habría vuelto un caos. Mis padres habrían enloquecido al pensar que alguien había lastimado a su hija.

Por último estaba la presión en el pecho.

Esa no había desaparecido.

Seguía presente y constante. Pero no era un dolor físico como tal. O al menos eso fue lo que le dijeron los doctores a mi madre, que no había nada malo conmigo, que me había desmayado por no comer bien. Que en realidad no había comido lo habitual, porque pensé que estaba enferma del estomago y no me convenía comer cualquier cosa, pero sí había comido los tres tiempos.

Quizá fue la excusa que encontraron para justificar mi estado, pero yo sabía lo que en realidad significaba.

Los recuerdos estaban ahí, todo lo que había vivido en la otra dimensión, pero estaban suprimidos, como si alguien hubiese los hubiese guardado en un cofre y los hubiera sellado con candado. Pero el corazón sabía lo que la mente estaba sofocando. Podía haber olvidado lo que pasó, pero las emociones que sentí no había forma de borrarlas o retenerlas.

Añoraba regresar, aunque fuera solo para despedirme porque ni si quiera había tenido esa oportunidad y me dolía.

Los extrañaba a todos pero había alguien en específico a quien más me entristecía recordar.

Y ahí estaba, ese dolor que estrujaba mi corazón. Ahora sí podía decir con certeza que a eso me refería.

Luego de haber hecho esa promesa ahora soy incapaz de poder cumplirla, al igual que cuando le prometí no arriesgar mi vida por la suya y me vi obligada a romperla.

Al menos puedo estar tranquila sabiendo que él está bien, aunque lejos de mí.

Tendría que superarlo y aprender a vivir con ello sola. Olvidarlo todo y fingir que nunca sucedió.

Nadie más entendería lo que pasé. Aún si lo contará a alguien me creerían una lunática.

¿Sería capaz de sobrellevar aquella carga yo sola?

No tenía idea, pero al menos iba a intentarlo.

Aunque a veces las cosas no salen como uno quiere. No sé si existe el destino, pero a veces definitivamente hay algo más allá de lo que vemos, una fuerza invisible que tira de los hilos para lograr que algo suceda, que alguien conecte con otro alguien.

Quizá sí tenemos elección de lo que sucede en nuestras vidas, pero hay cosas que simplemente se escapan de ello y están destinadas a ser.

ICE SKATER [ENHYPEN - Sunghoon - FANFIC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora