Capítulo 3. La vida en el palacio

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Una semana había transcurrido desde que empezó a tomar la medicina que el mago le dejó y casi había recuperado la mayoría de sus recuerdos.

Al menos ahora se movía libremente por la enorme mansión que era su casa, sin perderse.

Era extraño pues su mente aún retenía las memorias de Rinako pero las memorias de Arina se superponían en paralelo a las que ella consideraba como las suyas.

Donde Rinako lloraba sola por la muerte de su familia y pasaba errante de orfanato en orfanato; Arina a esa misma edad, corría hacia los brazos de su madre para contarle feliz sobre su progreso con las lecciones de la institutriz.

Fue difícil adaptarse al principio, pues no podía evitar sentir pena por la difícil vida que tuvo que pasar al compararla con lo privilegiada que fue Arina. También tuvo una fuerte crisis de identidad que todavía la turbaba por dentro.

Era Rinako, pero al mismo tiempo, era Arina, o una parte de ella todavía lo era.

Afortunadamente las personalidades de ambas identidades eran muy parecidas, por lo que, por ahora, Rin decidió que simplemente sería Rin a secas. No podía volver a ser la misma mujer que fue en su vida anterior. Tampoco podía comportarse como Arina, después de todo, ésta solamente era una niña que no comprendía las dificultades del mundo real. Las cosas habían cambiado. Ella había cambiado. Tenía que enfocarse en su misión de salvar al duque y si era posible , derrotar a Naraku a cualquier precio.

Pero antes que todo, debía elaborar un plan. ¿Cómo podría ella, un simple personaje secundario, detener la guerra y al mismo tiempo salvar al duque?

No bastaría con simplemente evitar que Sesshomaru conozca a la princesa. Tenía que llegar a la raíz del asunto.

Todo empezó cuando el marqués Naraku Lewis pidió la mano de la princesa Kikyo, pero el rey Augustus se la negó, pues ésta ya estaba prometida con el príncipe heredero del reino vecino, Inuyasha.
Naraku enfureció, ya que su cuerpo ardía en deseo por la hermosa princesa y esto lo llevó al borde de la locura. Trató de manipular al joven príncipe Sota para que convenciera a su padre de que él era la mejor opción para la princesa, pero el príncipe pudo ver a través de su oscuro corazón y juró que nunca haría algo para que su hermana se casara con un ser tan siniestro como él.

Naraku se sintió humillado y juró destruir a toda la familia real.

En aquel tiempo, Inuyasha y Kikyo se empezaban a conocer, pero en ambos estaban floreciendo nuevos sentimientos hacia el otro. Inuyasha era un príncipe bueno, justo y valiente y Kikyo era una mujer inteligente fuerte y de carácter noble, sería la reina perfecta algún día.

Sin embargo, Naraku orquestó un plan en el que le hizo creer a Inuyasha que la princesa estaba aliada con sus enemigos políticos, en una conspiración para que el reino de las cuatro almas tomara el poder del reino Tessaiga.

Por supuesto, Inuyasha no le creyó, pero Naraku se encargó de presentar toda la evidencia falsa necesaria para que su opinión cambiara.

Profundamente herido, el príncipe rompió el compromiso sin mayor explicación, dejando a Kikyo con el corazón destrozado, pues a esas alturas ella ya lo amaba con vehemencia. Yendo en contra de las reglas de su padre, la princesa hizo un viaje a hurtadillas hasta el reino Tessaiga, para encontrarse en secreto con Inuyasha y tratar de pedir una explicación.

Inuyasha la enfrentó con las pruebas falsas de su traición y a pesar de que Kikyo le negó en todo momento que lo hubiese traicionado, éste no le creyó y le pidió que regresara a su reino.

Lamentablemente, durante el camino de regreso, el carruaje de la princesa fue atacado por bandidos, que no la reconocieron, o peor, tal vez lo hicieron. Ni siquiera pudieron encontrar su cadáver y después de seis meses de búsqueda, la dieron por muerta.

Me Convertí En La Esposa Del Frío Duque Del OesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora