Capítulo 9. El Baile De Invierno

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Era una agradable mañana de invierno, y los nobles del ducado del oeste revoloteaban por todas partes, preparando los últimos detalles para tener todo listo para asistir al gran baile de invierno, organizado por el ducado de la región.

 En una selecta boutique de la ciudad, una distinguida dama se probaba un hermoso y elegante vestido, mandado a hacer a su medida especialmente para el  mayor evento social que se llevaría a cabo aquella temporada.  Era un vestido largo de corte princesa, con los hombros descubiertos que dejaba a la vista su delicada y femenina clavícula; el ajustado corsé abrazaba la delgada cintura de la castaña que lo usaba, acentuando su esbelta y elegante forma. La fina seda morada de la prenda  estaba decorada con diseños de flores hechos de encaje y salpicados con diamantes. El largo de la falda caía hasta el suelo, pero aún le daría a la mujer la suficiente libertad para moverse y bailar con gracia y distinción en  el salón de baile.

A su lado permanecía su doncella personal, quien observaba con completa veneración y admiración la belleza de su señora. Estaba segura que la elegante criatura  opacaría a todas las otras damas en el baile, con solo entrar en el salón y regalarles una de sus sinceras y brillantes sonrisas a todos los presentes.

―¡Su gracia se ve preciosa!― exclamó Ayame embelesada―. Es la mujer más hermosa que he conocido en toda mi vida―aseveró.

La dueña de la tienda, quien se aseguraba de que el vestido quedara perfecto, asintió con la cabeza ante la declaración de la muchacha. 

―En realidad lo es, no cabe duda de por qué el duque está tan enamorado de su esposa―comentó, más concentrada en el vestido que en la conversación.

Rin no pudo evitar sentirse un poco incomoda ante el comentario de la mujer, después de todo, el duque le había dejado en claro múltiples veces que no la amaba; aunque ahora por lo menos se habían empezado a llevar bien, la castaña dudaba de algún día poder ser capaz de ganarse el corazón de su esposo. Si en algún momento había llegado a albergar un poco de esperanza, ésta se había visto diezmada cuando el Duque le confesó que su corazón le había pertenecido a otra mujer.

Con los preparativos para el baile se había olvidado de aquella conversación que tuvieron después de haber despedido a Sara, pero ahora su recuerdo le atormentaba en los momentos más inesperados.

En repetidas ocasiones había tratado de sacarle algo de información al duque sobre el tema, pero éste era tan hermético que era difícil descifrar sus sentimientos. Él le había asegurado de que todo estaba en el pasado, pero Rin casi podía jurar que vio un atisbo de dolor en su mirada cuando le volvió a cuestionar sobre aquella misteriosa dama.

Desde que se enteró del asunto de sus cristales de maná, Sesshomaru había estado muy al pendiente de su esposa, incluso después de que el mensajero regresó de la capital con un buen abasto de cristales recargados. Todas las noches el peliplata se aseguraba de pasar tiempo de calidad con su esposa y no dejar que la soledad la acompañara, aunque para disgusto de la castaña, otra vez volvieron a dormir separados. Sin embargo después de la cena, Sesshomaru se enfrascaba en actividades en las que ambos pudieran convivir,  a veces cualquiera de los dos tocaba el piano para el otro, otras noches Rin disfrutaría de la aterciopelada voz de su esposo mientras éste le leía un libro, pero al parecer,  la actividad que Sesshomaru disfrutaba más, era cuando Rin cantaba para él con su melodiosa voz.

La duquesa disfrutaba del tiempo  de calidad con su esposo, pero aún le frustraba la invisible capa de hielo con la que éste se cubría cada vez que la castaña trataba de excavar más profundo en su corazón. A él no parecía molestarle que ella le hablara de sus sueños, de sus sentimientos y aspiraciones; cada vez que ella hablaba la veía fijamente y enfocaba todos sus sentidos en prestarle atención, pero cuando ella intentaba preguntar algo sobre él, el duque se limitaba a dar una corta y superficial respuesta, reforzando el último velo de ese muro que parecía, nunca iba a desaparecer.

Me Convertí En La Esposa Del Frío Duque Del OesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora