Capítulo 30. Nuestra familia

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Es de saber general que cualquier dama noble que se respete no se molestaría con los cuidados básicos de un infante, ni siquiera cuando se trata de sus propios hijos. Para eso existen las niñeras, nodrizas e institutrices. Jugar con otros nobles y tomar el té siempre será más importante.

Por eso, cuando la duquesa del Oeste decidió tomar toda la responsabilidad en el cuidado de sus gemelas la sociedad se escandalizó.

—No debes molestarte en cambiar pañales, querida —le aconsejó su madre—, existe personal para eso.

Rin frunció el ceño, pero no le reprochó su comentario, sabía que era solo el resultado de la educación y el ambiente en el que se había criado. Probablemente Arina pensaría de la misma forma, pero Rin tenía las memorias de dos vidas pasadas y después de todas las dificultades que había atravesado, sabía darle prioridad a lo que de verdad era importante.

La joven noble era una madre cariñosa y entregada. Afortunadamente contaba con el apoyo de su esposo, quien había delegado muchas de sus responsabilidades en el ducado para pasar más tiempo con su familia.

Los padres no se cansaban de contemplar las caritas inocentes de sus dos tesoros mientras dormían en sus cunitas. Desafortunadamente, las pequeñas preferían hacerlo durante el día y en la noche los mantenían despiertos.

El llanto de Towa despertaba a Setsuna, quien se unía a los quejidos de su hermana como protesta de su sueño interrumpido.

A pesar de que los duques habían preparado una guardería para sus bebés, decidieron que durante sus primeros meses mantendrían sus cunas en la habitación principal, para tenerlas más cerca.

Rin y Sesshomaru despertaban cansados, a mitad de la noche, a consolar a sus pequeñas. A veces estas se tranquilizaban al estar en los brazos de sus padres, otras, por más que las alimentaran, les cambiaran el pañal o las arrullaran; sus llantos no cesaban.

Era en noches como esas, en las que la duquesa mandaría a traer al médico del pueblo.

—Su gracia, se lo vuelvo a repetir. Sus pequeñas están bien. Son unas niñas saludables con unos pulmones de acero. No hay nada de malo en que lloren un poco. No es necesario que me manden a llamar tan seguido —les aseguró después de haber revisado a las niñas.

Rin lo observó con un poco de incredulidad.

—No sabía que atender las preocupaciones de los duques fuera una molestia. Tal vez deberíamos buscar otro médico —le reprochó Sesshomaru.

El médico tembló ante la mirada intimidante del duque.

—Claro que no, por favor, llamenme cuando quieran, para eso estoy. Es normal para los padres jóvenes sentirse sobreprotectores. Solo quería hacerles saber que sus niñas están bien.

La pareja relajó sus semblantes. El médico los observó con más detalle, no pasó por alto sus rostros pálidos y llenos de ojeras.

»Aunque no me atrevería decir lo mismo de sus gracias. ¿Han estado descansando como deberían? —preguntó preocupado.

—Hacemos lo que podemos, pero es difícil con un par de recién nacidas llorando cada noche —respondió Rin con una sonrisa dibujada en su rostro cansado.

—Es importante que los padres estén sanos para que puedan cuidar apropiadamente de sus hijos. Ya sé que ustedes quieren hacerse cargo de la crianza de las princesas, pero aceptar un poco de ayuda nunca está de más.

Rin y Sesshomaru tuvieron una seria charla sobre el tema cuando el galeno se retiró.

—¿Crees que me he vuelto una madre demasiado sobreprotectora con mis bebés? —preguntó Rin seriamente.

Me Convertí En La Esposa Del Frío Duque Del OesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora