Me Convertí En La Esposa Del Frío Duque Del Oeste

Rendirse

Rin despertó en medio de la oscuridad de la noche, su respiración irregular y su cuerpo cubierto de sudor. De nuevo la atormentaban las visiones de su vida pasada y la voz de esa demonio llamada Zero inundando su mente.

Una enorme sensación de impotencia la embargaba, no se sentía en control de su vida, lo único que sabía era que pronto moriría. Probablemente por eso era que para ella era imposible albergar vida en su vientre, la culpa la carcomía por dentro, de haber sabido antes sobre su maldición, hubiera buscado otra manera de salvar a Sesshomaru en lugar de arrastrarlo a su lado condenándolo a presenciar su inevitable muerte.

Aunque tal vez después de todo, nada de lo que sucedió pudo ser evitado, en su primera vida fue demasiado ciega para reconocer el amor de Sesshomaru y lo malinterpretó todo, lo que lo llevó directo hacia su desgracia. En su segunda vida, la desgracia la persiguió y culminó en una muerte solitaria y patética. Al menos en esta última vida había logrado amar y ser amada, tanto por sus padres como por un esposo tan entregado como Sesshomaru.

Aunque se había enfrentado con dificultades y el dolor de la pérdida de su hijo todavía le quemaba el alma, no podía decir que se arrepentía de haber vivido esta última y corta vida. Solo deseaba haber tenido más tiempo para disfrutarla.

Era lamentable que no pudiera adoptar a Kohaku como lo había planeado en un principio, pero sería un acto demasiado cruel darle una familia que pronto estaría incompleta.

Se levantó de la cama y se dirigió hasta su escritorio, tenía algunas cartas que enviar y asuntos que resolver antes de que Sesshomaru regresara. Después de todo, era preferible estar despierta a tener que soportar las pesadillas que la asediaban día y noche desde que tuvo aquel encuentro con Zero.

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El regreso de Sesshomaru al norte del ducado se retrasó más de lo que hubiera deseado debido a que tenía demasiados asuntos pendientes que atender. Sin embargo, la falta de respuesta de su esposa después de que le enviara aquella carta aceptando adoptar a Kohaku no lo dejaba en paz.

Así que tomó la primera oportunidad que tuvo para regresar al lado de su duquesa.

A diferencia de otras veces no envió a un mensajero a anunciar su llegada, por lo que no se sorprendió al no encontrar a Rin esperando por él en la entrada de la mansión. Sin embargo, algo le pareció extraño en cuanto entró a la morada. Un ambiente de penumbra y tristeza parecía cernirse sobre la propiedad, los sirvientes se sentían distantes y distraídos; un escalofrío lo caló hasta los huesos.

El sol se terminaba de poner cuando llegó y las luces no se habían prendido todavía. Encontró a su esposa con la vista perdida en el paisaje de la tarde, al lado de un gran ventanal, envuelta en una manta para protegerse del frío de la tarde.

—Rin —la llamó preocupado.

Ella lo volteó a ver como si despertara de un profundo trance y le sonrió. Era una sonrisa dulce y cálida, como todas las que ella siempre le regalaba, pero Sesshomaru pudo detectar la tristeza que esos hermosos ojos color café albergaban.

—No esperaba que volvieras esta noche. De haber sabido que vendrías, hubiese salido a recibirte a la puerta —le dijo, mientras se levantaba de su asiento y se acercaba con lentitud hacia él, para rodearlo en un cálido abrazo.

»Bienvenido a casa, cariño —susurró contra su oído.

No había nada fuera de lo normal en la forma de actuar de Rin, sin embargo, por alguna razón, Sesshomaru sintió su corazón quebrarse ante el abrazo de su esposa. No sabía por qué, pero en ese momento la sintió tan frágil y vulnerable, que un temor irracional de perderla se apoderó de él.