Pacto

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Los días en Saint Agnes se sintieron menos fríos, las sonrisas puras y tiernas de todos esos pequeños se sintieron como un bálsamo para el corazón de Rin. En cuanto a Sesshomaru, el aspecto más sereno de su esposa le ayudaba a encontrar la paz.

La directora los recibió con los brazos abiertos. Muchos de los pequeños con los que Rin había jugado la última vez se le acercaron y la llenaron de abrazos y besos como si de su madre se tratase; Rin los aceptó a todos con el corazón en la mano.

En medio del cariño, de las sonrisas y los abrazos, cualquiera pensaría que sería más fácil olvidarse de su dolor, pero la mujer aún tenía el alma hecha pedazos. No había nada en este mundo que pudiera compensar su pérdida; sin embargo, ver a todos esos niños que habían sido abandonados y maltratados por la vida, le hizo tener una nueva perspectiva. Los pequeños seguían luchando y tratando de salir adelante, a pesar de todos los obstáculos y dificultades.

Rin recordó su infancia difícil y las pruebas tan duras que había tenido que superar en su vida anterior. Aunque podía afirmar que la pérdida de su hijo no podía compararse a nada que hubiera tenido que sufrir con anterioridad, al menos esta vez había una mano firme sosteniendo la suya y sabía que nunca la dejaría caer.

Sesshomaru estaba a su lado, ese era su más grande consuelo. Él había padecido tanto como ella durante esos últimos meses,  tan solo tenerlo a su lado le daba las fuerzas para no hundirse en un mar de depresión.

Se alojaron temporalmente en la mansión del norte. La propiedad era mucho más pequeña que la principal más al sur, tampoco habían tantos sirvientes, puesto que Rin no deseaba tener mucha gente desconocida a su alrededor.

La pareja volcó todos sus esfuerzos en realizar las mejoras que fueran necesarias a las instalaciones y al sistema del orfanato. Una estadía más larga les permitió identificar con mejor detalle las carencias que la institución pasaba.

Rin tampoco podía negar que disfrutaba ver a su esposo arremangarse su elegante camisa y encargarse personalmente de arreglar uno que otro desperfecto con sus fuertes y firmes manos.

—Nunca te tomé como un hombre que hiciera trabajo manual —lo molestó una tarde de regreso a su morada.

Sesshomaru levantó la vista observando las estrellas del cielo nocturno.

—Mi padre disfrutaba de hacer reparaciones por toda la mansión. Él mismo construyó la glorieta del tercer jardín sur. Era su pasatiempo favorito y yo aprendí algunas cosas junto a él. —Volvió la vista hacia su esposa—. Son cosas que no se olvidan fácilmente.

Una sonrisa agridulce se formó en el rostro de Rin, se lamentaba que su hijo no nacido no haya tenido la oportunidad de que su padre le enseñara algo tan simple como reparar un desperfecto o construir una hermosa obra maestra con la madera. Sacudió la cabeza y alejó esos pensamientos deprimentes. Extendió su mano para que su esposo la tomara, se apretujó contra el cuerpo masculino y se dejó envolver por su calidez.

Poco a poco, les fue posible volver a conciliar el sueño. Las sesiones de llanto se hicieron más cortas y los besos apasionados cada vez estaban más cerca de escalar hacia algo más.

Con el pasar de los días, la herida ya no escocía como al principio y el roce de sus pieles se dejó de sentir extraño. Se pertenecían y se adoraban demasiado como para permanecer más tiempo separados. Siendo un solo cuerpo y una sola carne, sus pesares fueron sanando y las cosas volvieron poco a poco a su lugar.

El tiempo en Saint Agnes se sintió como la nieve derritiéndose en primavera, después de un largo y cruel invierno.

Al finalizar el mes Sesshomaru tuvo que regresar al ducado, pero Rin no se sentía lista para enfrentar su antigua rutina de nuevo, así que Sesshomaru partió con la promesa de volver la siguiente semana al lado de su amada esposa.

Me Convertí En La Esposa Del Frío Duque Del OesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora