-¡Felicidades hermanitooooo!
Mario se despertó asustado a causa de mis gritos. Gruñó y después sonrió.
-Solicito hueco en tu cama.
-Permiso denegado.
Entonces salté sobre el colchón y conseguí meterme bajo su edredón. Se giró y me miró.
-Te veo mejor.
-Es Domingo, habrá que aprovechar antes de que empiece otra vez la semana…
-¿Y el regalo?
-Justo delante de ti.
Puso los ojos en blanco.
-Eh, ¡muchos quisieran estar en tu situación!
-Sí, y tengo constancia de ello…
Me quedé un poco parada con sus palabras y él lo notó.
-¿Por qué lo dices?
-Pensaba que había que olvidarse de lo que había pasado…
-Sí, pero después de que me expliques lo que sabes.
-No sé nada, era una manera de hablar…
Parecía sincero, muy a mi pesar.
-¿No te ha dicho nada de mí Martín?
-No…
Suspiré. Me puse bocarriba y me quedé mirando el techo.
-¿Te has enganchado?
-No sé.
-Es un capricho, nada más, en unos días te habrás olvidado de todo, ya verás.
Me giré, lo miré y le sonreí.
-¡Buenos días cumpleañero!-gritó mi madre, entrando a la habitación.
El muy capullo le facilitó el acceso a la cama. Ya éramos tres. Aquello parecía una lata de sardinas.
-Me parece estupendo que estéis aquí, pero estaba genial durmiendo…-soltó Mario.
-Qué agradecido es mi hijo…
-Dime que tú al menos vienes con el regalo…
-¡Qué imbécil eres!-le solté.
Nos reímos. Mi madre se levantó.
-Mi regalo tendrá que esperar…-le contestó mi madre.
Mi hermano le sonrió como un niño pequeño.
Mario se fue a duchar y yo aproveché para ir a mi habitación en busca de mi móvil. Confirmando mi teoría, tenía cientos de Whatsapps acumulados. Sin embargo, la conversación con Martín seguía teniendo como bocadillo final ese “me alegro”. De repente, me llega la notificación de que me han agregado a un grupo llamado “acampada”. ¿Acampada de qué? Sergio me había agregado.
-¡Hola chicos y chicas! Hoy es el cumple de Mario y sus amigos hemos pensado en hacer una acampada para celebrarlo, sin que se entere, claro… J -escribió un número que no tenía.
-Ueeeeeeee! Planazoooo!.-escribió Esther.
-Me apunto!-dijo otro número.
-Podéis poner vuestros números, hay algunos que no tengo…-dijo una chica, facilitándome así la vida.
Todos los números empezaron a poner sus nombres y poco a poco los añadí a mi lista de contactos. Una tal Rebeca y un Raúl fueron, de momento, los únicos que no tenía memorizados. Raúl era el del primer mensaje y Rebeca la del “Me apunto!”. Me fui a la “información” del grupo y empecé a mirar cuántos éramos. Me quedé paralizada cuando vi a Martín en la lista. No había caído en que él podía estar invitado, pues era amigo de mi hermano. Para rematar la cosa, Lucas también aparecía. La acampada se ponía interesante. Seríamos 9: Sergio, Lucas, Martín, Esther, Raquel, Mario, Rebeca, Raúl y yo. Me temblaron las piernas. Primero, porque volvería a ver a mi bombero, y segundo, por la presencia, de Esther y Lucas. Después de que él se largara de McDonalds de aquella manera, no sabía qué esperarme.
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África
Teen FictionInconformista, joven, inteligente, simpática, aunque como ella misma se describe: friki. 17 años no le son suficientes para hacer lo que a ella le da la real gana, y a pesar de que no crea en la mítica frase: ''año nuevo, vida nueva'', pronto experi...