XVIII

22 2 1
                                    


Empecé a ver focos rosas a lo lejos desde mi asiento en el bus. Era mi primera juerga loca, por así decirlo, y estaba impaciente. Me sentía ridícula cuando yo misma me daba cuenta de que me emocionaba demasiado por aquello, pero no podía evitarlo. El bus nos dejó a dos calles, el trayecto me había venido genial para descansar mis pies. Cada vez estaba más convencida de que no acabaría la noche sobre aquellas plataformas, necesitaba unas clases con Raquel. Seguramente Esther también las necesitaría. O eso, o más experiencia en la noche.

Tardamos unos diez minutos en estar en la calle del local. Me quedé flipando nada más verlo, ¿de verdad íbamos a entrar? Era la 01:00 y había una cola tremenda fuera. No sé si pegábamos en aquel sitio, la verdad. Había un lujo increíble, pero la gente parecía normal. La música electro se escuchaba desde donde estábamos, en el final de la cola. El edificio estaba en frente del mar. Por el día aquello era una mezcla entre bar y restaurante, pero por la noche se convertía en una discoteca, que era lo que a nosotros nos interesaba. Pensar que estaba en un local donde había venido gente como David Guetta o Avicii me ponía la piel de gallina. Me sentía súper pequeña.

-Va, chicos, entramos fijo, poned cara de mayores…-dijo Raquel.

-¿Me explicas cómo es eso de poner cara de mayores?-preguntó Esther, de cachondeo.

Raquel puso morritos y una cara de superioridad que provocó la risa de todos.

-Eso es cara de puta, no nos engañemos…-apuntó Raúl.

-¡Pues a ver si tú lo haces mejor!

-¿Te recuerdo que a mí no me hace falta?

-Lo importante es no ponernos nerviosos y listo…-dijo Sergio.

Ojalá no dejaran entrar a Rebeca, la noche saldría redonda.

-Buah, hemos apuntado demasiado alto…

-Mario, la negatividad en casa…

La cola avanzó bastante rápido y en cuestión de minutos nos encontramos a los dos porteros cruasanes en frente. Raúl encabezó el grupo, seguido de Raquel. Sí, colocamos estratégicamente al principio a los más experimentados.

-Coño, ¡Raúl! Pasad, pasad…-nos indicó uno de ellos.

Todos nos miramos asombrados. Raúl nos guiñó el ojo y empezamos a seguirle.

-Puto Raúl…-me dijo Martín, que aún flipaba.

La música estaba tremendamente alta. Si había flipado con el exterior, con la zona de dentro ya sí que me quedé sin palabras. Creo que no había ido a un sitio con tanto glamour y pijerío en mi vida. Había muchísima gente, pero no era agobiante, el local era enorme, mucho más de lo que me pensaba. Nada más entrar nos encontramos con la zona más “chill out”, y al fondo estaba la pista de baile, que tenía en el centro a dos DJs, bastante guapos, dándolo todo junto a dos gogos. Las piernas de Raquel no pudieron aguantar más y empezaron a bailar, mientras todos nos quedábamos estupefactos contemplando aquello.

-Chicos, ¡a la primera invito yo!-gritó Raúl.

Lo acompañamos a la barra todos menos Raquel, que ya estaba en su salsa y se negaba a dejar de contonearse a ritmo de un remix de “Él no te da” bastante bailable.

-Si quieres quédate con ella-me dijo al oído Martín.

-Sí, no quiero que se quede sola…

Me quedé mirando cómo mi chico se alejaba. Sí, era mío… Joder. Cuando ya lo perdí de vista, me giré y me dirigí hacia Raquel, que me indicó que bailara con ella. Necesitaba un par de copas para soltarme, aunque lo intenté. Al poco tiempo, llegó el resto. Pude ver cómo Rebeca decía algo al oído a mi chico. Maldita pelirroja… ¡A esa falda negra que me llevas le faltan centímetros!

ÁfricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora