IX

46 1 0
                                    

Indignada, llegué a casa. Mario estaba en el salón y, al verme, se levantó del sillón y se dirigió a mí. Yo, evitando que me viera la cara, me fui a mi habitación y cerré la puerta. No tardó nada en tocar y pasar. Estaba sentada en mi escritorio, ojeando un libro para disimular mi estado. Se acercó a mí, se agachó y me miró. No pude evitar girarme hacia él, haciendo un esfuerzo para no estallar ahí mismo.

-¿Qué te pasa?-me preguntó preocupado.

-Nada…

-Va, África, dímelo.

-No me pasa nada, solo un mal día.

-¿Y por qué?

-No insistas, Mario.

-¿Es por inglés?

-No.

-¿Entonces?

-Vete, en serio.

-¿Por mamá? No, me ha dicho que lo habéis arreglado… ¿Por un chico?

-No.

-Vale, es por un chico… ¿Lucas?

-No.

-Pero es el único chico que te gusta, ¿no?

-Mario, eres mi hermano, no te voy a hablar de esto a ti. ¿Alguna vez me has hablado tú de chicas? ¿Me he metido yo alguna vez en tus asuntos?

-Eres mi hermana pequeña, creo que lo normal es que me preocupe de ti, y más cuando llegas a casa llorando…

Tras eso, se levantó y se fue de mi habitación. Tiré el libro que tenía delante al suelo, violentamente, y me puse las manos en la cara. Esa tarde iba a necesitar un camión de papel higiénico y una aspiradora que absorbiera mis mocos.

Me desperté una hora después, dándome cuenta de que me había quedado dormida sobre el escritorio. Me sentía mocosa y tenía toda la cara mojada. Necesitaba un baño y no solo para sentirme más limpia, sino para aclararme también las ideas. Al pasar por la cocina para ir al baño, vi a mi madre y a mi hermano en la cocina. Escuché algo de un hurón. Supuse que mi madre le estaba contando que yo quería quedarme uno… Estaba claro que ya no lo quería.

A la hora de cenar, sentía cómo mi hermano de vez en cuando me miraba, haciéndome sentir incómoda. En conjunto, la cena había sido bastante calmada. Al acabar, me ofrecí a quitar la mesa. Mi hermano lavaría los platos y yo los secaría. Mis padres se retiraron y se fueron a ver una película prometedora, según ellos.

Recogida la mesa, empecé a secar los platos que mi hermano iba lavando.

-Olvídate de Martín-me dijo, en forma de advertencia.

Me quedé sin aire. Menos mal que no vio mi cara. ¿Cómo sabía que…? ¿Le había dicho algo Martín?

-No sé de qué me hablas.

-Sí lo sabes. Mamá me ha contado lo del hurón y, como soy su amigo, a mí también me lo ofreció.

-¿Y eso tiene que significar que me gusta Martín?

-Esta tarde has quedado con él en su casa.

Joder, ¿cómo lo sabía?

-¿Eh?

-¡Basta de hacerte la tonta, joder!

-Ya te he dicho que no te metas en mis cosas, que yo no me meto en las tuyas.

-Resulta que te has liado a mi amigo, creo que eso es más que meterte en mis cosas.

Tenía razón.

ÁfricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora