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Martín fue el primero en salir de la bañera, abrió un cajón de una estantería que había al lado del lavabo, y me acercó una toalla grande. Me levanté y me rodeó con ella. Nos quedamos durante unos segundos abrazados, hasta que me di cuenta de que tenía frío. Abrí mi toalla y dejé que se metiera conmigo.

-Qué absurdo…-me dijo, riendo.

Se desenrolló de la toalla y cogió otra. Al entrar en su habitación me vinieron todos los recuerdos. Su hermana, el mapa, su almohada… Me quedé en la puerta, mirando en general el cuarto.

-¿Qué? ¿Te da miedo?

Me reí. Martín se quitó la toalla, abrió el cajón de su mesita y se puso unos boxers azul marino. Le quedaban tremendamente sexys. El pelo, húmedo, le cubría casi toda la frente. Me acerqué a él y lo besé.

-¿Y yo qué me pongo?

Me sonrió pícaramente.

-Por mí nada… Estás muy sexy en toalla.

-Ah, bueno… yo que pensaba dormir sin nada…

Respiró hondo.

-Como te sientas cómoda… Bueno, yo me voy a dormir al sofá, cualquier cosa que necesites, ya sabes…

Me dio un beso leve en los labios y cerró la puerta de su habitación, dejándome sola. Al principio no me lo creí, esperé con una sonrisa irónica encima de la cama, expectante, deseando que entrara de nuevo para soltarle un: ¡lo sabíiiiiiiiia! Pero no.

Me levanté de la cama con la mosca en la oreja. Al abrir la puerta, me topé con él. Y con una bandeja.

-¿Ya me echas de menos?

-Eras tú el que iba a entrar en la habitación…

-Para dejarte algo de comer, por si te apetecía…

-Sí, claro, por eso hay dos tazones de leche, ¿no? No como tanto…

Me sonrió dulcemente. Qué guapo estaba recién duchadito, con el pelo casi seco…

-Bueno, te dejo pasar…-le dije.

Sonrió de nuevo. Uf… Nos sentamos los dos encima de la cama, uno en frente del otro, dejando la bandeja en medio. Traía dos tazas con leche y un paquete de cereales de chocolate.

-¿Ha sido buena idea?

-Sí.

Me sentó estupendamente, en realidad me moría de hambre, pero me dio cosa pedirle comida. Cuando él acabó, dejó su taza en la bandeja y la puso sobre el suelo. Yo seguía bebiendo leche, pero eso no le impidió besarme.

-Cuidado, tonto, que me mancho…

-Bueno, podría soportar bañarte de nuevo…

Me guiñó el ojo, se acercó de nuevo, me quitó la taza de las manos, la dejó en el suelo también y me obligó a tumbarme en la cama, tumbándose él peligrosamente sobre mí poco a poco. Me besaba de una manera adictiva, no quería que acabara nunca, pero a la vez pensaba que o frenaba o acabaríamos de nuevo como acabamos en la bañera. Cada vez me besaba con más ganas, con más ansia, como si fuese la última vez. En el fondo, tenía la sensación de que él también pensaba que pronto nos tendríamos que volver a despedir. Lo aparté de mí. Mierda.

-¿Pasa algo?-me preguntó.

-No, no, lo siento…

Me acerqué a él y le besé cariñosamente, sintiéndole. Era un beso con sentimiento. Se me derramó una lágrima, que acabó en su cara.

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