Ya recompuesta, me armé de valor y fui para la cocina, donde ya habían preparado el desayuno. Al rato vino Martín y salimos todos fuera. El día amaneció soleado, con alguna nube suelta.
Lucas no me dio los buenos días, ni siquiera una mirada. Algo me decía que le pasaba algo conmigo. Aproveché que fue al baño para hablar con él. Se sorprendió al verme en el pasillo de la caseta después de que saliera.
-Qué susto, África.
Reí.
-¿Te pasa algo?
-Eso debería decirte yo a ti.
Torcí la boca y me mordí el labio. No sabía qué decirle.
-¿Con quién has dormido?
-Con Martín.
-Yo con Rebeca.
No daba crédito a lo que estaba escuchando.
-¿Qué?
-No soportaba la idea de que tú hicieras lo que te diera la gana con Martín y yo me quedara como un pelele en la tienda, sin parar de pensar en qué estarías haciendo con él.
-Pero, ¿te gusta Rebeca?
-Me besé con ella por la rabia que tenía internamente, solo eso.
-Lo siento, Lucas. Toda la culpa la tengo yo. Sé que no es suficiente con disculparme, pero ahora mismo es lo único que se me ocurre.
-Supongo que yo también tengo parte de culpa. En el fondo me imaginaba que te gustaba más Martín.
Suspiré. Era encantador hasta cuando le traicionaba. Definitivamente, no era un trozo de pan, era un trozo de tarta de tres chocolates. Me salió abrazarlo con fuerza.
-No me gusta esa petarda para ti, que lo sepas-le dije.
-Tranquila, a mí tampoco.
Reímos. Nos separamos y me dedicó una sonrisa entrañable. Me transmitió tristeza, pero sabía que tampoco le gustaba tanto como para que se muriera por mí.
-A mí sí me gusta Martín para ti.
Sonreí.
-Gracias, Lucas.
A mí también me gustaba Martín para mí, pero aquí en Barcelona, no en París. Irremediablemente, esa idea iba y venía sin parar por mi cabeza.
A unos metros de mí, sin que supiera nada, Esther no paraba de mirar su móvil, concretamente su perfil de Facebook.
-Te vas a quedar ciega, tanto móvil… ¡Disfruta de la naturaleza, chica!-le dijo mi hermano.
Mi amiga se giró hacia él y le sonrió. Mario se sentó a su lado, curioso, como siempre.
-¿Qué haces?
-Uf, una historia muuuuy larga…
-Tengo tiempo.
-Eres un cotilla, ¡Mario!
-Lo sé…
Rieron. Entonces mi amiga le contó toda la historia del chico de Omegle. Mi hermano, atento y sorprendido, la escuchaba atentamente.
-Bah, seguro que no te agrega porque es feo y no se atreve a hacerlo.
-No, seguro que es porque no le gusto…
-¡Pero si eres monísima!
Esther sonrojó.
-Pensarás que soy una paranoica…
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África
Teen FictionInconformista, joven, inteligente, simpática, aunque como ella misma se describe: friki. 17 años no le son suficientes para hacer lo que a ella le da la real gana, y a pesar de que no crea en la mítica frase: ''año nuevo, vida nueva'', pronto experi...