XII

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Domingo por la noche y yo arreglándome, esto unos meses atrás no me hubiera parecido normal. Por fin mis padres entendían que tenía una edad que se acerca más a la apta para salir de casa más tarde de las diez de la noche y que se aleja de la adecuada para irse a dormir antes de que se vaya el sol. Me bañé, me alisé un poco el pelo y me puse unos pitillo negros, un jersey gris y mis converse grises. Toque de rimmel, colorete y  un poco de vaselina. Justo cuando iba a hacer un poco de tiempo jugando con Brook, recibí un mensaje de Lucas.

-Estoy abajo, cuando quierasssss ;)

-Ya voooooy!

Nos sincronizábamos estupendamente.

-¡Qué guapa!-me dijo nada más verme.

Ay, qué mono.

-¿Está permitido que los chófers liguen con la clientela?

-Eh, no estoy ligando…

Le sonreí y entonces él también lo hizo. De nuevo, notaba su nerviosismo.

-Tú también estás muy guapo… y yo sí estoy ligando.

Wow, no me creía capaz de decírselo a un chico, pero con él me salía solo.

Arrancó y nos fuimos para McDonalds. Me quedé con las ganas de que me diera un beso, su sonrisa no me bastaba.

-¿Nos sentamos donde el otro día?-le pregunté.

-No, mejor en otro sitio…

-La culpa no es del sitio, eh… -le solté, guiñándole un ojo, para suavizar.

Se rió, nos miramos y empezamos a reír al unísono. Apontoqué mi cabeza sobre su pecho y él me rodeó la cintura mientras nos dirigíamos a la mesa.

A diferencia de la otra vez, nos sentamos al lado, más cerca el uno del otro. Él, con una postura más natural y yo girada hacia él, poniendo mis piernas sobre las suyas. No parábamos de mirarnos, de reírnos, fue totalmente diferente a la otra vez. Aunque con el paso del tiempo se soltaba más, era evidente que le ponía nervioso. Me parecía muy tierno, era tan diferente a como me lo imaginaba… Y, por qué no decirlo, tan diferente a Martín… No paramos de hablar, descubrí mil cosas suyas que desconocía, él de mí igual… y también me contó otras que sí sabía, fruto de las noches enteras en vela sin dormir viendo su Facebook, Instagram y otras redes sociales.

Cuando nos acabamos el helado, acercó su silla más a la mía y pasó un brazo por encima de mí. Me parecía tan mono… Ese pelo rubio alborotado me pedía a gritos que lo alborotara aún más, y esos ojos azules atraían a los míos, que estaban ya desesperados por sentir ese azul aún más cerca. Bésame Lucas, ¡por favooooooooor! Me cogió una mano y empezó a jugar con ella. Mientras, seguíamos hablando.

-Oye, háblame de ese Martín…

-Es un amigo de mi hermano.

-Ya, ¿y qué tiene que ver contigo?

-¿A ti te molesta hablar de Esther?

-Sí.

-Pues a mí tampoco me gusta hablar de él.

-Perdón…

Le sonreí. Me apoyé sobre su hombro y él me acarició el pelo. Entonces lo miré, qué guapo lo veía desde esa perspectiva…

-¿Vas a la acampada?-me preguntó.

-Claro, tú también, ¿no?

-Sí, claro.

Sonreímos. Miré el reloj. Las once y media. Se me había pasado el tiempo volando…

-Perdonad… Vamos a cerrar ya…-nos interrumpió una chica.

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