II

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Tiempo de ducharme. Me encanta la ducha, y supongo que es porque me fascina la reflexión y ésta es un sitio ideal para hacerlo. Pero si hay algo que me gusta aún más, es un buen baño. A esa mañana le pegaba uno bien largo, con unas sales, unas bolitas de coco de Yves Rocher y una lista interminable de baladas de fondo. Paraíso.  Desafortunadamente, esa mañana no tenía casi ni tiempo para ducharme, por lo que un baño era imposible. Lástima.

Mientras me esparcía el champú por todo el pelo, que por cierto necesitaba un buen corte y una buena hidratación, empecé a pensar en el mal comienzo de año que estaba teniendo. Llevaba tres cuartos de hora despierta, y si sumaba las dos horas que duré después de las doce, había vivido del nuevo año exactamente dos horas y tres cuartos. Aquel escaso tiempo había sido necesario para que ya estuviera deseando que acabara el año para poder tener un comienzo más decente y así poder afrontarlo con algo más de optimismo.

Realmente lo mejor de ese día era la comida que iba a tener con Sergio. Me reí al pensar en la reacción que tendría Raquel cuando se enterara de que su chico y yo habíamos comido juntos y asolas. Si hay algún defecto más que notable en mi amiga, es lo celosa que es y lo posesiva que incluso llega a ser con Sergio. Sus ataques de celos me ponen histérica y a veces me dan ganas de darle un tortazo en la cara. Que dude del buenazo de Sergio me parece una estupidez. Está claro que yo nunca sería capaz de liarme con el novio de una amiga, es que no se me pasa por la cabeza ni insinuarme, si prácticamente no lo hago con ningún chico… Eso lo sabía perfectamente Raquel, pero creo que no puede evitarlo.

Quince minutos después, me hallaba en frente de mi armario, con las dos puertas abiertas y con el dilema de todos los días: qué puñetas me pongo. No exagero si digo que habitualmente decidirme me lleva más tiempo que el empleado en el baño para ducharme. Finalmente, tras mi deliberación, elijo mis vaqueros oscuros favoritos, un jersey negro holgado, una bufanda enorme, por las que siento una gran debilidad, y blanca, y mis nuevas converse blancas, regalo del tacaño Papá Noel de este año.  Me visto y me miro un buen rato en el espejo. Pasable. A continuación, me voy al baño, tenía poco tiempo para desenmarañarme el pelo, secármelo y tratar de que me quedase medianamente decente, una tarea nada fácil.

Sorprendida, me encuentro con Martín, que iba a entrar al baño al igual que yo. Lo que me faltaba. Al menos me pilló con mejor aspecto que la primera vez que me topé con él.

-Pasa tú, te espero-me dijo con voz ronca.

Seguía en calzoncillos. Cariño, si no quieres que tu tableta corra el peligro de que una morena se la coma, tápate algo más la próxima vez. Si no llevara los calzoncillos, me comería su culo respingón, incapaz de contenerme.

-No, mejor pasa tú que yo voy a tardar un buen rato…-le contesté.

No me atrevía a mirarle a los ojos, corría el peligro de volver a parecer boba al mirarle y no quería darle el placer. Gracias a eso, pude apreciar lo tremendamente sexy que era su voz, al menos recién levantado. ¿Cuántos encantos más tenía escondidos? Mejor no saberlo.

-Pues sí, te llevará mucho tiempo tu transformación…-me soltó, mientras sostenía con un dedo un mechón de mi pelo.

¡Pero será gilipollas! ¡Perdona, pero no soy la única que llevo el pelo sin peinar! Claro que, a diferencia de mí, a él le quedaba exageradamente sexy el pelo alborotado. Al ver que no iba a contestarle, soltó una tímida risa, colocó el mechón que aún sujetaba detrás de mi oreja, gesto que hizo que me olvidara de la frasecita que previamente me había soltado, y entró al baño, cerrando la puerta. Sin pestillo… tentador. África, contrólate.

Para no esperar allí como una tonta, me fui para mi habitación a preparar la mochila. No cogí un bolso porque no era plan de desentonar mucho en un McDonalds, que era probablemente el sitio donde acabaríamos comiendo. Un paquete de pañuelos, las llaves, el móvil, la cartera, las gafas de sol y poco más.

ÁfricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora