Tumbados en la cama, acurrucados, besándonos dulcemente, Martín y yo. No quería parar, y notaba que él tampoco. Por primera vez me sentí deseada por un chico, y encima de qué chico…
-Debería irme, se está haciendo tarde…
Dejé de rodearle el cuello con mis brazos y miré el reloj. Las tres de la mañana. Se me había pasado el tiempo volando.
-Quédate-le dije.
Tenía la necesidad de quedarme toda la noche metida en la cama con su perfume, sus ojos, su boca, su pelo… Le quería hasta que amaneciera.
-No debo, lo sabes.
-Ya, pero no quiero que te vayas.
-No me insistas que me quedo…
Le sonreí, pícara. Saber que yo a él le gustaba hizo que me desenvolviera mejor, sin vergüenza ni complejos.
-Solo un ratito más…-le supliqué, haciéndole pucheritos.
Sonrió, me cogió, se tumbó bocarriba y me puso encima de su cuerpo.
-Me clavo los botones de tu camisa…-le dije.
-Buena excusa para que me la quite…-me soltó.
-No, en serio.
-Lo has conseguido…
Me quité de encima y observé cómo se la quitaba. Me perdí en sus abdominales.
-¿Te gustan?-me preguntó.
-Los vi mejor mojados en la piscina…
Se puso serio, ¿se ofendió? Se levantó de la cama y se fue al baño. Mierda, la había cagado. Volvió rápido, y sorprendiéndome, con los pectorales mojados. ¡Estaba loco! Madre mía…
-¿Así?
-Estás fatal.
-Es la recompensa por haberte puesto tú por mí el vestido…
Le sonreí. Vino corriendo hasta la cama y de un salto se abalanzó sobre mí y ahora era él el que estaba sobre mí. Besaba tan bien… Y se le notaba tan experto cuando lo hacía… Mientras me besaba me agarraba la cara. Le noté diferente a antes, esta vez lo hacía con mucha pasión. Antes era más dulce. Lo confirmé cuando noté su erección sobre mí. Me asusté, pero lo disimulé bien.
-Ahora sí, tengo que irme.
Entonces entendí porque se tenía que ir… ¡Pues sí que le gustaba!
-¿Nos vemos mañana?
-No puedo, tengo las primeras pruebas físicas…
-Jo, vale.
Se puso la camisa de nuevo y me dio otro beso. Se levantó de la cama y se dirigió a la puerta.
-Espera, te acompaño-le dije, mientras me levantaba yo.
-No, mejor no. Quédate.
Me cogió en brazos y me metió en la cama. Me arropó, me besó dulcemente, apagó la luz de la habitación y me encendió la lamparita.
-¿Y no me vas a leer un cuento?-bromeé.
-Esta noche no, te va a tocar contar ovejitas sola.
Le sonreí. Me hubiera levantado, le hubiera atado a la cama cual Christian Grey a Anastasia Steele y le hubiera obligado a que se quedara toda la noche conmigo, pero el hecho de estar arropada por él, me detuvo a hacerlo.
-Buenas noches.
-Buenas noches, feo.
Cerró la puerta y se fue. Me sentí sola en la cama, me faltaban sus piernas, su olor y sus besos. No tardé en dormirme contando Martines, en vez de ovejas. Y sí, dormí con el vestido entallado puesto.
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África
Teen FictionInconformista, joven, inteligente, simpática, aunque como ella misma se describe: friki. 17 años no le son suficientes para hacer lo que a ella le da la real gana, y a pesar de que no crea en la mítica frase: ''año nuevo, vida nueva'', pronto experi...