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La lluvia caía copiosa. Una lluvia tan pesada que no daban ganas de levantarse por la mañana.

O al menos eso pensaba Mingyu.

Su cuerpo estaba acostado sobre la cama, mirando hacia la ventana que estaba pegada a su lado de la cama. El edificio alto dejaba ver las gotas de lluvia hacia el horizonte. La alarma sonaba.

Era otro día de escuela. O más bien, uno de los últimos. Mingyu estaba saliendo de la escuela, porque su etapa de vida ya había terminado allí. Cosa que le aterraba más de lo que podía admitir.

Se acostumbró a tener las mismas caras cerca. A las mismas autoridades diciéndole que hacer. Era un chico ordenado en lo desordenado. Para unos un buen alumno, para otros un desastre encarnado en un adolescente.

Pero la verdad era que estaba aterrado de siquiera poner un pie en la vida adulta. Asustado por la universidad, el trabajo, lo que definiría o no su existencia en aquella sociedad vista sólo por números y cabezas agachadas ante el sol.

Levantarse se convertía en un desafío, porque el mundo era aterrador, y él aún no conocía la verdadera cara de la vida más adulta.

Su madre lo llamó, debía tomar el tren subterráneo si quería llegar rápidamente a su escuela. Debía hacerse cargo de los últimos días de clase.

Se duchó rápidamente, tomó una tostada y le dejó un beso a su madre tan amable que iría al trabajo más tarde. Era una mujer dulce, alguien que tuvo demasiadas carreras en la vida y que ahora merecía al menos ser feliz.

El muchacho corrió con la mochila casi cayéndose de sus hombros y la tostada en una mano. Corrió casi como si la vida dependiese de esa carrera hasta la estación. Apenas tenía un poco de ropa abrigada, y no, no llevaba paraguas porque sabía que lo perdería si lo llevaba a la escuela. El muchacho estaba listo para mojarse lo que tenía que mojarse de camino a su institución.

Bajó las escaleras, pagó el ticket y rápidamente volvió a deslizarse por el tubo de la baranda hasta el final de las escaleras nuevamente. Chocó con uno de los guardias del sitio y entró al tren que justo estaba cerrando las puertas. Suspiró pesado recibiendo las miradas de todos en el vagón. Rápidamente se colocó los audífonos en las orejas y se acercó hasta la puerta que daba hacia el otro andén. Sus ojos se reflejaban con la luz y la música no era tan ruidosa a como el tren. Todo fluía con naturalidad, contando las estaciones, sonriendo un poco más, disfrutando de la música.

Los minutos pasaron eternos, quizá más que eternos. Realmente era un fastidio pensar que debía tomar ese tren y más encima llegar amargadamente hasta su salón de clases donde las cosas tampoco eran lo mejor. Estaba cansado, hacía frío y quería irse pronto. Quería volver a la cama.

Las estaciones pasaron como estrellas fugaces sin deseos cumplidos, y rápidamente miró hacia afuera cuando estaba a una estación de distancia a su destino.

Un muchacho unos centímetros pocos más bajo que él se le acercó y le entregó una hoja gruesa que realmente era curiosa. Tenía una capucha y un paraguas, mochila, una cara seria y unos ojos con lentes preciosos.

Recibió la hoja, como si fuese una maravilla.

Era él. Era el mismo Mingyu hecho en un retrato mirando hacia afuera.

Con los ojos brillantes.

Con el sonido mudo de la música retratada, con su ropa empapada y llena de gotas de agua y su mochila sucia porque la usaba de todo menos de mochila.

Era él. En los detalles más exactos de su existencia, era él y su esencia. No sólo un retrato cualquiera.

-¡Hey!-Mingyu se acercó hacia la puerta del vagón, viendo al muchacho que cargaba el block de dibujo y su mochila, sus pertenencias más sobrias que su presencia.

El muchacho se giró, levantando la cabeza y quitándose la capucha. Le sonrió, y le apuntó el dibujo. Kim iba a bajarse pero las puertas dieron un pitido agudo, la señal ruidosa de que las puertas iban a cerrarse. Sus pasos se detuvieron, como instinto de no sobrepasar la línea. El dibujante se despidió y luego sonrió un poco, dentadura blanquecina.

Unos ojos igual de sonrientes que sus labios.

Las puertas se cerraron, y el dibujo permanecía en las manos del moreno.

El chico se movió y agitó su mano como despedida antes de comenzar a irse. Kim se alejó de la puerta y lo vio desaparecer antes de sucumbir ante la oscuridad del túnel.

Suspiró, cansado, abatido. Tomó asiento en uno de las sillas y suspiró levemente. Miró el dibujo en una especie de trance. Dibujaba bien, sus trazos eran limpios incluso si aquel artista los hizo en un tren en movimiento.

Guardó el dibujo antes de bajarse del vagón y dirigió su resto del día como si aquel momento fuese poco memorable.

Estaba muy equivocado.

Esos cabellos oscuros, esa sudadera negra, la mochila adorable de color gris que tenía llaveros de cosas de su gusto, su estuche en una mano con los lápices que hicieron la obra que ahora poseía. La sonrisa, los lentes dorados brillantes y redondos...

Kim Mingyu le puso un nombre a aquel chico.

Bueno, no fue a la primera. Fue primero con la idea de train boy, luego a lentes, luego a otros apodos que honestamente apestaban.

Pero durante las clases de ese día no se detuvo en pensar sobre aquel chico. Así que le dio el nombre más adecuado que podía darle a un desconocido cuyo seudónimo era desconocido.

Ámbar Negro.

Ese era su nombre. Quizá porque puso ese momento fosilizado como el ámbar lo hace. ¿Por qué negro? No lo sabía. Kim lo analizó un momento. Lo bautizó así porque no podía ser un ámbar cualquiera, porque era un chico de prendas negras que sonreía más brillante que cualquier luz.

Entonces, ¿Ámbar Negro?

Lo escribió en una esquina del dibujo, pero al notar esto, se encontró con una firma. Una firma hermosa, elegante, en cursiva que parecía ser acostumbrada a hacerla.

Ámbar Negro definitivamente mejoró el día de Mingyu.

¿Habrán más momentos con aquel chico que salvó la mañana tormentosa del moreno?

Quería conocer a Ámbar Negro. Quería hacerle preguntas, quería tenerlo cerca.

Si un dibujo pudo iluminar su camino, estaba seguro de que su entera presencia funcionaría como un encanto de libro.

Out of my league (for now) / [Meanie // Minwon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora