La brisa corría dentro de aquella residencia. El olor a vino recién abierto, la comida hecha, la sabiduría de una cena anticipada. La música suave que generalmente aquel hombre guardaba para sus días desiertos y el libro abierto que leía.
Se paseaba en la cocina, en el comedor, ordenando todo, haciéndolo parece pulcro y recién limpiado.
Aquel olor a comida casera le hacía sudar las manos. No solía tener visitas fuera de su familia revoltosa, sus amigos o compañeros del trabajo. Wonwoo era novedoso.Así que todo ahí debía ser nuevo, premeditado.
Las horas pasan, Mingyu siente sus manos escocer gracias a los químicos que usa para limpiar todo. Y sus calcetines estaban sucios por pasearse de un lado a otro. Deja un poco de incienso para pasar el olor a limpio, y ordena los libros y revistas de la sala, colocándolo todo en su lugar. En sus repisas altas y el mueble de la televisión.
Se para desde el pasillo de la entrada y ve todo reluciente. Con una sonrisa se pasea y sirve los platos. Se suponía que Wonwoo llegaría pronto. Pero sus mensajes no llegaban y las llamadas no entraban. No quería llamarlo, porque demostraría desesperación y a Jeon no le gustaba eso.
Así que Kim se muerde los dedos mientras busca algo que hacer, algo que limpiar. Mirando hacia todas partes como si eso le diera una oportunidad, una chance de demostrar algo más que sólo una sala limpia y una deliciosa comida.
Pone un programa de televisión y baja el volumen de la música. Se sienta a ver algo porque sino iba a caer muerto de un paro cardiaco. Debía calmarse. La televisión era una gran distracción.
Ve pedazos de una película y también se da cuenta de que las cortinas dejaban ver todo adentro porque las luces estaban encendidas. La noche ya había llegado y ni siquiera había recibido noticias de aquel muchacho. Suspira, se levanta y cierra la tela de la ventana. Revisa su móvil, el último mensaje que él le mandó. Era una foto de sus manos manchadas con pintura y un pincel en una de ellas. Luego un mensaje de él avisando que había empezado en una nueva obra y que estaba entusiasmado.
Se sintió reemplazado.
No porque Mingyu debía ser sí o sí el centro de atención del artista, mucho menos la fuente única de inspiración. Pero si él ya no podía ser útil para sus obras, ¿En qué serviría en su vida?
Suspira, sentándose en el sofá. Cierra los ojos un momento y siente que se quedará dormido.
No siente su móvil vibrar, y la música del programa que estaba viendo lo dejaba con cierta notoriedad de somnolencia.
Pestañea, con el foco de luz fulminándolo. Nada importaba mucho a ese punto. Wonwoo no iba a llegar.
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Despertó en medio de la noche. Sentía dolor en su cuello, porque durmió torcido. Se levanta, viendo su móvil en el suelo sobre la alfombra. Lo recoge.
No tenía notificaciones y lo más alarmante fue la hora. Eran las doce de la noche y él no podía dejar de pensar en alguien que no pensaba en él. Sentía que bailaba con un fantasma. Aparecía sólo cuando ese ente quería.
La música se había apagado, la televisión mostraba noticias de algo trágico, como siempre. Porque este mundo es trágico.
Con los pies arrastrándose y su cabeza gacha se mueve. Recoge todo lo que puso en la mesa y guarda la comida en perfecto estado en la nevera. La cocina estaba casi a oscuras y se paró frente al aparato refrigerante. Y se apoya en la puerta, notando que era un deprimido hombre adulto, con la cabeza agachada y dos platos de comida sin haber sido tocados. Era lo que todos en los programas humorísticos de la tele veían y catalogaban como patético. ¿Por qué esos programas lo veían como algo gracioso cuando él se sentía tan mal?
En las bandejas del refrigerador vio los dos platos cubiertos con ese fino plástico para guardar comida. Lo odió. Tiró la puerta, cerrándola con fuerza, sabiendo que todo era una ironía, un muy mal chiste.
Camina rápido hacia su habitación, porque al menos en ese lugar, en esas sábanas heladas y solas había algo más que sólo lástima y programas tontos haciendo un mal chiste de una situación parecida a la de él.
Se arropa, como lo hacía cuando era pequeño e intentaba calmarse por los problemas en casa, por sus padres, por sus familias que lo arrastraban como si fuese un juguete compartido, donde él era nada más que una posesión y no un ser con pensamiento propio.
Se sintió pequeño de nuevo.
Porque Wonwoo ahora le había robado una gran parte de su corazón, y lo convirtió en algo hermoso. Y lo extrañaba.
Escucha el sonido de una llamada. Y busca su celular desesperadamente. Contesta sin mirar nada, esperando todo.
—Wonwoo, oh Dios, yo...
—Hey, calma tu lengua muchacho, ¿no ves que hablas con tu cobrador de impuestos? —la voz de Jeonghan era desalentadora, pero algo era algo—... ¿Qué pasó? pocas veces suenas así de desesperado.
—Nada, no es nada.
—Para ti siempre es nada, pero al final es todo.
Kim ríe, porque no puede estar más en lo correcto. En esos momentos pasaba de todo.
—Nada, Wonwoo dijo que vendría aquí a cenar y...
—No fue... Entiendo. Espérame un segundo —Mingyu escucha que habla con alguien y luego sonidos de sábanas, o telas rozándose entre sí. Una puerta cerrándose y ahora un suspiro—. Ahora sí. Cuéntame todo.
—¿Estás con alguien?
—Con Joshua.
—¿Contexto? Por favor.
—Me he estado quedando estos días con él ya que mi departamento está en remodelaciones —bosteza y luego continúa—. Ya luego te cuento.
—Eres genial, ¿sabes?
—Amigos antes que penes.
Y así Jeonghan lo hace reír y lo saca de su miseria por un momento, porque al menos en eso era genial, además de escuchando. Los sonidos del baño, el como escuchaba las quejas del moreno incluso si aquel amigo no estaba en los mejores momentos para escuchar a un compañero amistoso.
Mingyu amaba a su mejor amigo, porque al menos había alguien ahí que lo salvaba de los momentos en que nadie lo recogía del barro.
Wonwoo lo había dejado, pero Mingyu no se dejaría a sí mismo.
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Out of my league (for now) / [Meanie // Minwon]
FanfictionEl arte surge de las cosas más pequeñas. Desde el roce hasta el escenario más impresionante. ¿Qué será el arte para Mingyu, y cómo inspirará a Wonwoo? "Estoy justo al alcance de tus dedos, espero sí los estires para que me acerques hacia ti, Ming...