0.11

46 11 1
                                    

Desde que Mingyu era un niño, todo se trataba de ser exitoso, de tenerle miedo al fracaso y que vivirlo no era parte de su cotidianidad. Su vida debía relucir como la de nadie. O al menos eso es lo que le decían de pequeño, todos esos adultos que no tenían nada mejor que hacer que trabajar y sacar una que otra familia adelante. 

Sus padres se divorciaron cuando él ni siquiera tenía consciencia. Cuando él ni siquiera recuerda haberlos visto darse un abrazo o un beso. Sus padres eran un par de orgullosos, un par de personas que no toman un no por respuesta, y mucho menos demasiada emoción. Eran tan neutros que a veces de pequeño Mingyu se preguntaba si en verdad tenían emociones, si en serio podía ver en ellos felicidad, angustia o tristeza. 

Porque claro, el enojo era común. 

«No, dile a tu padre que no irás al cumpleaños de tu abuela, te toca conmigo este fin de semana».

«Lo siento, hijo, papá debe irse por un tiempo».

«Mañana prepara tus maletas, te vas con papá unas semanas».

Y así fueron sus años de infancia. Mejor ni mencionar los de adolescencia. Momentos donde el mundo parecía tan incierto y a la vez tan acertado. Donde tenía tantos caminos por tomar que terminó en uno que no parecía ser demasiado realista a la primera. Su vida se tornó gris durante esos años. Visitas al psicólogo, gritos entre sus padres, la manía de salir incluso cuando no pretendía hacerlo, las repentinas parejas de sus dos progenitores. 

Todo en su vida era un caos. 

Quizá por eso mismo apenas pudo se fue de casa, olvidando todo, formando una personalidad que no tuvo tiempo de florecer por sí sola. 

—No, mamá, no he sabido nada de papá hace más de un mes.—Susurra el moreno, en medio de su oficina. Porque claramente atendía a sus responsabilidades.—Sí, lo sé... No, no pienso ir para el cumpleaños de su esposa... ¿Acaso crees que me cae bien? en serio parecieras que no me conoces... 

Alguien toca la puerta. Jeonghan. 

—Ya, lo entiendo, pero no tienes porqué ponerme en contra de él tampoco, es mi padre.—Mingyu le hace un gesto a su amigo de que esperara, y rápidamente le pide algo a su progenitora.—Debo irme, mamá, nos vemos pronto. 

—Vaya, la suegra.—musita Jeonghan con molestia y cierta gracia en su voz. 

Kim pasa sus manos por la cara luego de colgar, sintiendo las suficientes ganas de arrancarse los tímpanos por los siguientes días hasta que todos esos temas familiares terminaran. 

—Ni me lo digas... No sabes la suerte de que tus padres sigan juntos. 

—Son unos tontos enamorados, juro que si no tengo algo como lo de ellos, no me conformo con nada—dice Yoon, con cierto aire de nostalgia.—Tienes mala suerte. 

—Mierdas, mis padres están separados desde que me concibieron.—Ríe sarcásticamente el moreno.—Ojalá no hubiese interferido en sus vidas, honestamente.

—¿Acaso tú decidiste ser el puto espermatozoide más rápido? Ellos se acostaron, ellos asumen. No tú.—Jeonghan frunce el ceño. Porque vaya, varias veces habían conversado esos temas.—En serio deberían ver lo que eres para estar orgullosos, aguantar a padres así es tarea sobrehumana. 

—Ni me lo recuerdes. 

—¿Vamos a almorzar?—Afirma cambiando de tema el rubio con cierta complicidad en su voz. 

—No tengo hambre, debería terminar este papeleo. 

—¿Papeleo? Ahora hablas como el jefe. 

Y ambos ríen, porque el estrés se arregla riendo o al menos eso es lo que dicen. A Mingyu le estresaba su trabajo, era sólo resolver números, hablar con gente, discutir sobre la competencia, resolver problemas y más números. ¿Acaso eso se le podía llamar trabajo? 
Luego la mesa directiva comenzaba con sus problemas de derechos de autor, y ahí el mundo explotaba, se convertía en un caos de titulares o escritores molestos. 

Ahora todo estaba tranquilo, pero no quita que su trabajo fuese aburrido al final del día. 

El día termina, vuelve a casa, con el cansancio de un día de trabajo. Toma una ducha y se recuesta con su móvil. Le responde mensajes a Wonwoo, y hablan un tiempo así.

Wonwoo lo termina llamando por una videollamada, y Mingyu se recuesta de lado con su camiseta de pijama que sin duda le quedaba holgada. 

—Vaya, estás muy... Relajado.—Kim suspira y asiente a esas palabras de la voz gutural y tranquila. Al moreno le gusta aquella voz. 

—Lo estoy... Hoy pedí mis días de vacaciones. 

—¿En serio?—Menciona con sorpresa el azabache, tenía lentes puestos y parecía en el exterior.—Es bueno... Te ves un poco quemado con el trabajo. 

—Sí. Probablemente busque otro sitio para trabajar... Me gustaría estar en algo de finanzas pero más divertido. 

—¿Divertido? ¿El dinero puede ser divertido? 

—No lo sé, me gustaba cuando lo estudié, pero el área laboral es más aburrida.—Kim cierra un poco los ojos, perdiéndose del Wonwoo tan ordenado que se sentaba en una silla de jardín.—De pequeño quería trabajar en un banco. 

El azabache ríe y menea la cabeza, el moreno abre un ojo y lo ve reírse. Incluso con el altavoz de calidad promedio simplemente podía apreciar aquella risa. Amaba a la tecnología. Amaba el internet y a quién haya creado esos dispositivos con sus máquinas, para permitirle ver a aquel artista desde tan lejos. 
A Mingyu se le derriten los ojos, porque aquel chico que pintaba y se convertía en un consejero más de su vida, sin duda era esencial, incluso desde la lejanía. 

—¿Y por qué el banco? 

—No lo sé, quizá me gustaba la forma en que el dinero viaja ahí, para qué se destina... en sí no me gusta el dinero pero sí la forma en que funciona.—Mingyu suspira, pero en verdad era porque quisiera hablar de esas cosas en presencia del azabache y no sólo por medio de una conexión que en cualquier momento podía perecer. 

El azabache suspira por medio de la línea, parece levantarse y luego sonríe de nuevo. 

Cierra tus ojos, no tengas miedo. El monstruo se ha ido—el azabache pareciera decirlo con el alma, pero al moreno sólo lo confundía. Dejando sentir su cabeza ladearse por la confusión, pero sin sacarlo de su concentración en su llamada—. El se ha marchado, y tu papá está aquí. 

—¿Qué es lo que cantas? 

Beautiful boy de John Lennon... debes conocerla seguro —Susurra el azabache, sentado y mirando hacia el exterior donde anteriormente estaba.—. Se la dedicó a su hijo, la hizo para su hijo, y... No sé, siento que esa canción tiene un peso hermoso. 

—¿Por qué? 

—Le hizo una canción hermosa a su hijo, y le dejó un legado al mundo, le dejó algo que incluso madres podrían cantarle a sus hijos que pronto estarán en sus brazos. Es decir... no lo sé, creo que si fuese padre le cantaría Beautiful boy, sólo porque esa canción tiene amor. Tiene... tiene el sonido de una canción de cuna, desde los ojos de un padre enamorado de su hijo recién nacido. 

—Dios, ¿todo por una canción? 

Wonwoo bufa y aparta la cámara de su rostro como si aquellas palabrerías de su amigo le sacaran de quicio.

—El arte es más que un cuadro, o una foto, Mingyu. El arte es todo, o al menos es lo que creo cuando dejo un pedazo de mi alma en ello—Jeon suspira, pero no por rabia, más por cansancio que otra cosa—. No lo entiendes, creo que no has dejado un pedazo de ti en algo hace mucho tiempo. 

Él intenta argumentar, pero es difícil. Porque quizá tenía un poco de razón. 

El tiempo se termina y la llamada se corta luego de una vacilación increíble. Luego de pensar en una respuesta, aquel rostro cubierto con cabellos negros ya había desaparecido. 
Y Mingyu queda varado. 

Porque alguien le había dicho verdades en la cara. 

Porque alguien le dijo que el corazón era más que un órgano imprescindible. Y quizá por eso ahora amaba el arte. 

Necesitaba ser más que un empresario. 

Out of my league (for now) / [Meanie // Minwon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora