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Estaba lloviendo. La brisa poderosa que levantaba paraguas y hacía gritar a mujeres porque sus abrigos se abrían o sus paraguas se volteaban. Mingyu estaba ahí, con los zapatos mojados, el borde de sus pantalones húmedos y el paso apurado hasta el estudio. 

Claro, a Wonwoo se le ocurrió invitarlo justo uno de esos días en que la tormenta se avivaba como una fiera. 

Sin embargo fue porque extrañaba al azabache desde que se había ido por esos días interminables. Esos días en los que extrañó hablar con él. Tener esas conversaciones tontas, o esos silencios exquisitos en los que estaba seguro que no podía estar con alguien más en un contexto así. 

Jeon lo había conquistado de una forma rara, como lo haría un domador de leones con una fiera sedienta o hambrienta. 

Mingyu se olvida de eso debido a la lluvia. Porque el agua se escurría por los bordes del paraguas, dejando caer un poco de agua en su espalda ancha. Su cuerpo abrigado, sus manos con venas sobresalientes y piel tenuemente morada por el frío. Aquellos gestos en su rostro por la concentración de no chocar con alguien más en la calle. 

Lo odiaba, odiaba a las personas.

Corrió hasta la puerta del estudio, donde jadeó pesado al llegar a una especie de techo que dejaba un poco de refugio. Entró a la asociación y ve a la misma secretaria de siempre. 

—Hola, ¿está Wonwoo?

—No, está comprando materiales... Puedes esperarlo en el estudio si quieres.—Afirma la muchacha con cierta indiferencia. 

—Ehm... ¿Sabes si ha estado estos días?

La mujer alza la mirada, y teclea algo en su computadora antes de responder. 

—No, no ha venido.

—Mierda...

—Es normal en él... generalmente falta bastante, pero siempre vuelve —ella se encoge de hombros y forma un mohín molesto en su rostro—. No te preocupes, es algo común. 

«Algo común» a Mingyu se le encoge el corazón. ¿Común que desapareciese? ¿por qué nadie se preocupaba? tenía muchas preguntas sobre el muchacho. Porque vaya, quería saber qué hacía durante esos días, durante esas jornadas donde el mundo no tenía rastro de él. 

Las gotas caían de la punta del paraguas y Mingyu sacudía su cabeza con frustración. Suspira antes de caminar con los zapatos rechinando, incluso si se había secado un poco a la entrada. 
Camina pesado, ignorando los otros estudios que por ser semana estaban siendo ocupados. Los sonidos de trabajo, de gente haciendo lo que mejor sabían hacer. Se odió a sí mismo. ¿Por qué no podía hacer algo realmente creativo como esas personas? 

Se sienta en una de las sillas viejas del estudio de su amigo, mirando el alrededor, las pinturas, los proyectos a medio terminar. 

Miró por la ventana un buen rato, aprovechando que llovía y al menos era un espectáculo más divertido que otra cosa. Bosteza, se pasea por el estudio y se detiene al ver el caballete. Porque finalmente estaba terminado. ¿Cómo? Quizá esa pregunta se la reservaría hasta que Wonwoo llegara. 

—Mierda...

Se vio a sí mismo en la pintura. Era la que había hecho hace unas semanas atrás, el mismo donde la luna le besaba la piel hecha de pintura, y su mirada se perdía entre el cielo estrellado. Aquella pintura tenía más que sólo él, y su esencia, era más que todo un rastro de Wonwoo, de Wonwoo dejando algo más que trazados con su pincel, más que la pintura dejándose secar. Sus ojos se humedecieron, porque nadie lo había visto de aquella manera tan hermosa. Nadie le había dedicado sin palabras algo tan hermoso y vigente como una pintura donde no se veía como una persona normal, si no que como una persona que importaba. 

Out of my league (for now) / [Meanie // Minwon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora