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La luz del sol dibuja a una figura distinta a lo lejos, una figura que se formaba desde su posición en la entrada de su trabajo. Mingyu lo podía ver, y sabía que reconocería aquella silueta en cualquier lugar.

Mentira. Podría reconocer aquella silueta, aroma, pasos, textura, piel, tramos, voz... Todo lo que relacionaba con Wonwoo podía identificarlo con ojos vendados. 

Porque Wonwoo era alguien que lo había marcado para siempre. No sabía si era un hombre que se quedaría en su vida por toda la eternidad. Porque a veces las cosas están hechas para estar juntas. Como cuando las personas dicen: «Son el uno para el otro» asumiendo que, eso que tienen, será para siempre. 

Sin embargo, Mingyu estaba seguro de que nada era para siempre, sólo los recuerdos, porque viven fuera del tiempo, fuera del espacio. 

Quizá en eso también se equivocaba. 

Pues las cosas no eran para siempre. Estar hechos el uno para el otro no significaba que siempre iban a estar juntos. Quizá mañana no se hablarían más. 
Mas lo que lo mantenía cerca de aquel pintor extravagante que amaba dibujar personas en ambientes fantásticos, era que si las cosas no iban a durar hasta un no-sé-cuánto, al menos se llevaría esos sentimientos, esos recuerdos, esas memorias consigo para siempre. Todas las lecciones que aprendió y pudo interiorizar serían una parte de sí mismo que quizá le marcarán para siempre. 

Él podía desaparecer de la faz de la tierra, o incluso peor, de su vida. 

Pero las cosas que él aprendió del artista, quedarían impregnados en su vida por el resto de los tiempos. 

Así que, con esa seguridad tan acertada y tan verdadera, corre hasta esa silueta que ya conocía hasta en sus sueños. 

Porque habían pasado días y esa silueta, ese olor, esos labios, esa risa no había estado en sus jornadas por días que parecieron meses o años. 

Corrió incluso si el bolso que traía le pesaba, y los zapatos no eran cómodos. O las miradas que lo observaban eran arteras porque nunca habían visto tan entusiasmado a un trabajador que tenía un largo viaje de vuelta a casa para por fin relajarse. 

Esos pasos largos se detuvieron en frente de Wonwoo, quien vestía una camiseta negra con un blazer color camel sobre la otra prenda. Sus jeans flojos se movían un poco por sus largas piernas y su sonrisa era hermosa. Sus cabellos danzaban con la brisa fresca del verano. 

Y por todos los malditos dioses del universo, a Mingyu se le pusieron los pelos de punta cuando pudo volver a verlo.  

—Hola, muso —murmura el azabache, sonriendo de lado como si nada hubiese pasado—. Lo lamento por desaparecer...

Y no dice nada, porque a Mingyu se le encoge el corazón. Porque tenía una mirada cansada y arrepentida, y podía jurar que perdonar sus errores era mejor que juzgarlos. Amaba a Wonwoo, quería entenderlo y no apartarlo. Él también había sido egoísta, quizá hasta un poco tonto al pensar que su vida tenía que girar entorno al pintor, o viceversa. 

—Yo también lo siento, fui un idiota —a Mingyu le cuelga el bolso del brazo que aún rodeaba el cuerpo ajeno, y sentía ganas inmensas de llorar—. No tienes idea de cuánto te extrañé. 

—Sólo me fui unos cuantos días. 

—Siempre te vas unos cuantos días. 

—No significa que no volveré —el moreno niega, golpeando la espalda del azabache como reproche a ese comentario—. ¿Qué sucede? 

—Me importas, quiero saber lo que haces, lo que te gusta y lo que no te gusta... Quiero entenderte, saber a dónde vas cuando las cosas no te resultan o se vuelven confusas.

Out of my league (for now) / [Meanie // Minwon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora