CAPÍTULO 17

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GRAY ALLEN
 


Inercia, silencio, ojos sin parpadear...

—Gail, respondome algo, por favor —dije—. Necesito escucharte.

La abracé y ella no accionaba nada, ninguna palabra salía de su boca, ningún tipo de acción en su cuerpo, sólo estaba sentada al borde de su cama.

—De verdad lo lamento tanto —estaba a punto de soltar lágrimas—. No debí llevarte a ese lugar, no debí, lo siento, de verdad lo siento tanto. Te necesito, Gail.

Ella seguía inerte y su silencio me preocupaba cada vez más, no sabía lo que pensaba, si me echaba la culpa o me perdonaba. Estoy seguro de que en cada momento de su día recuerda lo que pasó, que vive diariamente con un trauma en su cabeza porque su cuerpo fue profanado por tres malnacidos.

La impotencia reinaba en mí, quería encontrar a esos desgraciados y acabarlos yo mismo con mis propias manos, quería vengarme, pero sobretodo, quería hacer algo para sanar a Gail, necesitaba a mi Gail de vuelta, necesitaba verla riendo de nuevo, necesitaba verla feliz, no sufrir.

«Ojalá nada de esto hubiera pasado» era el pensamiento que no abandonaba mi cabeza.

—¿Que puedo hacer para reparar esto? —pregunté, desesperado, pero nuevamente no había ninguna respuesta por parte de Gail.

Me rendí, solo la abracé y dejé mi cabeza recostada en su hombro mientras miraba a cualquier parte de su habitación, al igual que ella, estaba en silencio, con la mirada perdida.

—Vete —dijo sin ánimos y eso me hizo levantar mi cabeza de su hombro para mirarla fijamente—. Mis padres saben que fuí violada, no quiero que estés aquí cuando lleguen, solo vete, Gray — ni siquiera me miró y lo tajante que estaba su voz me sorprendía tanto. Gail no era así, ella era la chica más alegre que jamás había visto, era imposible imaginar que alguna vez me hablaría tanta frialdad, pero podía entender un poco, ahora mismo, era imposible imaginarme su dolor, ni con toda la empatía del mundo, podría comprenderla, ni a su dolor.

Me agaché frente a ella, tomé sus manos en sus rodillas y traté de que nuestras miradas se encontraran, pero ella seguía allí, sentada al borde de su cama.

—Te amo mucho, Gail —dije con lágrimas en mis ojos.

Ella me miró y sentí algo de esperanza pese a la tristeza en su mirada. Ese vacío en su mirada que jamás creí ver en ella, me destrozaba el corazón.

—Te amo más, Gray —su voz se quebrantó y las lágrimas comenzaron a pasear por sus mejillas. Volví a abrazarla con la esperanza de hablar todo y reparar algo por difícil que pareciera.

Escuchamos ruido en la casa y supe que sus padres estaban llegando y recordé inmediatamente lo que Gail acababa de decirme.

—¿Por qué no quieres que ellos me vean aquí? —fruncí el ceño. Ella negó con la cabeza manteniendo sus ojos cerrados.

Señaló la ventana, como indicándome una salida y comencé a sentir miedo, sin saber la razón. Corrí a la ventana porque sentí a sus padres acercarse a su habitación.

Salí de su casa corriendo y me detuve cuando llegué a un árbol. Me escondí detrás del grosor del tronco. Arrojé mi mirada hacia la ventana para ver lo que pasaba en su habitación.

Pude ver la silueta de su padre y una leve sombra que intuyo era la de su madre. Su padre la abrazaba y le decía algo, más bien parecía estar preguntándole algo, pero de nuevo Gail se quedaba en silencio y con la mirada neutra.

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