Páginas Pintadas #2

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George Gallagher

Luces, juguetes y una cámara capturando el momento...

Rápidamente me acerqué a mí computadora para imprimir la foto, y cuando esta salió, algo en mí se emocionó. No sabía qué, pero dentro de mí me sentía emocionado por ver una foto tan significativa para mí, era mis dos juguetes favoritos de la infancia, captados con un fondo blanco.

De pronto mi teléfono comenzó a sonar, y salí de mi momento para contestar la inesperada llamada. En realidad, la mayoría de las llamadas no son esperadas.

Ví el móvil y se trataba de Cristina, quien hacía unas horas me había dejado en mi casa. ¿Por qué estaría llamándome?

Contesté rápido y la escuché del otro lado decir:

—Estoy afuera, ven, por favor.

Su voz no sonaba bien, y las alarmas de la preocupación sonaron en mi cabeza, así que rápidamente salí de mi habitación y luego de mi casa para llegar hasta su coche.

Ella me abrió la puerta y al entrar, la ví triste, casi llorando, luego, se abalanzó sobre mí y dejó salir el llanto.

Supuse de qué se trataba. Se trataba de nosotros, de que quizás habló con su madre y las cosas no resultaron como lo esperábamos. No quise preguntarle qué pasaba, sólo le dí un abrazo y comencé a sentirme mal por intuir a qué se debían su lágrimas. Se debían a la triste realidad de que no podremos estar juntos por mucho tiempo, que pronto tomará un avión con destino a Europa y dejará 3n Beaufort, o mejor dicho, en los Estado Unidos todo lo que vivimos y llegamos a sentir en nuestro corto tiempo juntos.

—No importa, tranquila. —dije, sabiendo lo que pasaba, sabía que no hacía falta mencionarlo.

—Claro que importa, es lo único que me importa. —habló entre sollozos.

Me hacía daño verla de esa manera, totalmente derrumbada, pero me hacía bien el hecho de tenerla en mi brazos, porque sabía que aún derrumbada, yo la estaba sosteniendo en mi abrazo.

—Hey —la separé y tomé sus mejillas en mis manos, y mirándola fijamente le dije—: No hay nada más importante que tu futuro. Y yo lo entiendo, es por eso que jamás quise tocar el tema de Alemania, porque sabía qué era lo mejor, y lo mejor, Cristina, es que dejes todo esto atrás y te concentres en lo que tienes adelante.

—Tú estás delante de mí —aún entre sus lágrimas, no faltaba esa risita provocativa que tanto la caracterizaba.

La besé.

Pero me separé rápidamente.

Y hablé:

—Tranquila, Tina. Ve a Europa y persigue tus sueños.

Ella sonrió y sus ojos se achicaron para dejar salir más lágrimas de ellos.

—Supongo que ya es hora de aceptarlo. —dijo y hundió su cara en mi pecho, el cual, sostenía su llanto.

Era tan doloroso, sentir que no podías estar tranquilamente con la persona que tanto te gustaba por los caprichos de la vida. Dolía querer estar con ella y no poder, pero lo que más dolía era que así tenía que ser.

No le respondí, me quedé en silencio, ese silencio que era interrumpido por sus sollozos y los sorbos de su nariz.

Nos quedamos de esa manera por algunos minutos en los que no dijimos absolutamente nada, sólo nos abrazamos, como si fuera la última vez, como si ya no la volvería a ver cuando realmente aún quedaban algunos días para disfrutar de nuestra estadía juntos.

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