Paginas Pintadas #1

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Cristina Schneider

Colores, trazos y una página coloreada...

La brisa hacía bailar a las hojas de los árboles en el patio trasero de mi hogar, y yo, yo estaba sentada un banco, pintando un curioso dibujo.

Era una casa rodante, con dos chicas de brazos alzados gritándole al atardecer. Había un radio al lado de ellas y una extensa carretera.

Hacía mucho tiempo que no realizaba un dibujo tan bueno como este. Dibujar siempre fue mi pasatiempo preferido, pero por razones extrañas, lo fuí dejando de a poco, eran pocas las cosas que me inspiraban a tomar lápices y colores para expresar alguna idea sobre una hoja, pero recientemente tuve amigos, verdaderos amigos que me llevaron a viajar por los Estados Unidos en un vehículo recreacional.

Las cosas que viví en ambos viajes, cada risa, cada experiencia y cada paisaje, me han llenado y han hecho que las ideas vuelen por mi cabeza como palomas en las plazas Neoyorquinas.

Recuerdo cuando estuvimos en New York, en un loco plan de búsqueda que al final sí resultó, pero que sólo una persona en el viaje pudo encontrar a esa persona.

Gray Allen.

Un chico peculiar, alguien distinto que nos hizo abrir los ojos a todos los que lo seguimos en sus locos planes.

No sé dónde se encuentra ahora mismo, pero sé que está bien, Scarlett lo afirmó con mucha seguridad cuando se encontró con el resto del grupo en Central Park.

A partir de ese momento ella decidió seguir la travesía sin Gray, y aunque no dió muchos detalles sobre su encuentro, yo noté su plenitud, la comodidad con la que actuaba, como si él hubiese estado presente durante todo el viaje, y entonces entendí qué, Scarlett dejó a Gray atrás, pero siguió adelante y dejó que su esencia permaneciera con ella.

La vibración de mi celular en el bolsillo disipó mis pensamientos y llevó mi atención al móvil.

Llamada de: Georgie<3

Mi tonta sonrisa se vió dibujada en la pantalla.

—¿Sí? —contesté.

—¡La preparatoria es una mierda! —dijo desde el otro lado con desespero y estrés.

—Calma —respondí, riendo—. ¿Qué ocurrió?

Me reí porque sabía que no era nada grave. Seguro sólo era que no alcanzó a comprar su desayuno. Que algún profesor le llamó la atención por sus calificaciones o que algún alumno no le pasó la respuesta del exámen.

—Reprobé el exámen porque el idiota que estaba frente a mí no quiso pasarme las respuestas. —añadió, seriamente molesto.

«Lo sabía»

—George, no reprobaste por culpa del egoísmo de tu compañero —menciono como si fuese su madre, educandolo—. Reprobaste porque no estudiaste, si hay que buscar culpables, ese eres tú, y solamente tú.

Soltó un silbido y respondió:

—También es tu culpa.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Me has estado distrayendo, Cristina, y no me ayudas a estudiar —bromeó, como siempre, con ese tono arrogante que lo caracteriza.

—¿Qué? Esto es el colmo —solté una risa—. Yo estoy a cada rato diciéndote que estudies. Te repito cuán importante son los estudios, y tú lo ignoras.

—Vaya, que mala eres para entender el sarcasmo —se volvió a burlar de mí.

—Soy buena para el sarcasmo, Georgie, pero tú no lo sabes usar.

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