Capítulo 3 - Shane

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Había quedado con Alison a las ocho y cuarto, pero yo había llegado media hora antes de lo acordado. No me importaba esperar, necesitaba salir de mi maldita casa y que me diera un poco el aire. Abby llevaba unas semanas comportándose de manera extraña y pensé que se debía a la distancia, pero nunca imaginé que se le pasara por la cabeza cortar.

En esa última llamada había sido más fría y seca que nunca y había acabado gritándome después de decirme que no aguantaba más que estuviera tan cerca de Alison mientras ella estaba a miles de kilómetros de allí. Daba por hecho que la estaba engañando con su mejor amiga y por mucho que le dijese que no tenía nada de lo que preocuparse, no me escuchaba. Es más, contra más le negaba lo que me estaba diciendo, más furiosa se ponía. Al final acabó mandándome a la mierda y pidiéndome que no volviera a contactar con ella nunca más, que lo nuestro había terminado. Me colgó después de eso y me costó un buen rato reaccionar. No entendía qué acababa de pasar, pero lo que estaba claro era que todo se había acabado.

Entiendo cómo se ha podido sentir Abby durante estos años, ver cómo su amiga y su novio eran prácticamente inseparables tenía que haberle dolido, pero nunca dijo nada. No tenía ni idea, no fui consciente hasta ese instante de sus sentimientos y ahora ya era tarde. Pero por alguna razón, no me había afectado mucho. Quizá en el fondo sabía que la relación estaba destinada a morir tras su decisión de irse a Europa, o tal vez estas últimas semanas en las que los "te quiero" habían ido escaseando y las discusiones aumentando, habían hecho que inconscientemente mi mente fuera asimilando que tarde o temprano esto pasaría. Obviamente la quería, la hubiese esperado el tiempo que hiciera falta, pero si ella ya no sentía lo mismo no me quedaba otra que respetarlo. Aun así, no podía dejar de sentirme culpable por todo. ¿Habría cambiado algo si mi amistad con Alison no fuera tan fuerte? ¿Hubiésemos seguido juntos sin en vez de quedarme me hubiese ido con ella?

Suspiré y miré la hora en el móvil, las ocho y veinte. Conociendo a Alison seguramente se habría entretenido buscando información sobre la chica esa que habían encontrado muerta. Es más, pongo la mano en el fuego a que cuando la llamé estaba ocupada con ello.

Decidí entrar en la cafetería y le envié un mensaje para avisarla de que la esperaba en el interior, fuera hacía demasiado frío y estaba empezando a congelarme. Esperé durante otro largo rato y Alison seguía sin aparecer. Alguna que otra vez se había retrasado, pero por alguna razón estaba empezando a sospechar que algo no iba bien.

— ¿Le apetece algo o prefiere seguir esperando? —me preguntó el camarero después de que hubiese pasado media hora desde la primera vez que me preguntó.

— Creo que mejor dejo la mesa libre. A mi amiga se le ha hecho tarde y tengo que localizarla.

— De acuerdo, como mejor vea.

Me levanté y corrí hacia el exterior mientras buscaba a Alison en la agenda y le daba al botón de llamar. Las nueve, llevaba un retraso de cuarenta y cinco minutos y no era normal. Su móvil daba tono, pero no me contesto. Probé a llamarla unas cinco veces más y no obtuve respuesta. Me acordé de la dichosa mujer que apareció muerta, había sido el día anterior en Reno, prácticamente a la vuelta de la esquina. Me puse muy nervioso ante la idea de que ese engendro estuviese por la zona merodeando a sus anchas y lo primero que se me pasó por la cabeza fue que tenía algo que ver con que mi amiga no apareciese.

Eché a correr para ver si por casualidad la veía paseando tranquilamente, despreocupada y sin importarle una mierda el haberme hecho esperar. Ella era así, sincera y directa. Inconscientemente empecé a gritar su nombre mientras la buscaba y la poca gente que todavía merodeaba por allí se paraba en seco mirándome de forma desconcertada.

Volví a llamarla una vez más y el corazón me dio un vuelco cuando vi su coche aparcado a unos metros. Maldita Alison, yo poniéndome en la peor de las situaciones y ella estaba tan tranquila en su coche. Ojalá hubiese sido así, pues cuando me acerqué dispuesto a echarle la bronca del siglo, vi que no estaba en su interior.

— ¿Qué cojones...? —pensé en voz alta—. ¿A dónde diablos has ido?

Mis peores temores se hicieron realidad cuando vi una extraña nota en el parabrisas, una nota cuya letra coincidía con la de todas las que había ido dejando Caleb Stein en sus asesinatos.

Notas de una historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora