Capítulo 30 - Shane

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Estaba tan nervioso que conducía terriblemente mal. El pie me temblaba y eso provocó más de un frenazo no deseado cuando tenía que bajar un poco la velocidad, no conseguía meter bien las marchas y alguna que otra vez me había llevado un susto al intentar adelantar y no darme cuenta de que tenía un coche a la par de mí.

— ¡Shane, por Dios, cálmate un poco! —me regañó Alison tras el último pitido del coche que me estaba adelantando y casi me llevo por delante.

Calmarme... como si eso fuera tan fácil teniendo en cuenta la situación. Acababa de sacar a mi amiga desaparecida del lugar en el que había estado retenida durante meses, me había parado un agente y casi nos descubren y ahora me dirigía a un lugar en el que no había estado en la vida para rescatar a una chica de las garras de un asesino. Todo muy normal. Aun así, respire hondo e intenté relajarme en la medida de lo posible antes de que pudiera provocar un accidente.

El GPS me indicó que debía coger la siguiente salida, pero cuando quise darme cuenta de dónde estaba, fue demasiado tarde. Me pasé y sentí la mirada de ambos clavándose en mí como un cuchillo.

— Antes de que digáis nada, ya lo sé —dije molesto.

— ¿Y qué hacemos ahora? —preguntó Alison con un evidente mosqueo.

— Ahora nos redirigirá por otra ruta, no te preocupes.

— Pero tardaremos más.

En serio, me alegraba de verla y de que estuviera bien, pero me enervaba que me hablara de esa forma. Podía llegar a entender que quisiera llegar cuanto antes para salvar a la tal Vanessa, pero ella tenía que entenderme también a mí. No estaba centrado, me estaba costando horrores conducir y tenía miedo de lo que podría pasar cuando llegáramos a nuestro destino. Creo que estaba más que justificado mi error.

— Tranquila, no pasa nada por unos minutos más —interrumpió Caleb con aparente calma.

No podía creer que me acabara de defender. No sólo no me conocía de nada, sino que era la vida de su hermana la que estaba en juego. Él si tenía razones para enfadarse y no lo hizo. Tal vez me había equivocado con él después de todo.

Finalmente llegamos a Santa Rosa unos quince minutos después de lo previsto en un principio. El retraso no había sido tan importante dentro de lo que cabe, pero sí que era verdad que teníamos el tiempo en nuestra contra y esos minutos nos hubiesen venido de perlas.

Esta vez intenté no volver a meter la pata y estuve atento a la ruta del GPS en todo momento. Callejeamos un poco y, cuando quedaban tan sólo cincuenta metros para llegar a nuestro destino, decidí aparcar. Si queríamos pasar desapercibidos y no levantar sospechas lo mejor era quedarnos un poco alejados de la casa.

— Bien, ¿qué hacemos ahora? —dije en cuanto apagué el coche—. ¿Pensáis llamar al timbre sin más?

— Nosotros no, tú sí —contestó Alison.

— ¿Cómo? ¿Por qué? No conozco de nada a ese hombre.

— Si Bruce Frawley es amigo de Thomas y le está encubriendo, nos reconocería al instante y le avisaría —me explicó intentando que la comprendiera—. Y si eso pasa, pueden pasar muchas cosas, pero la más probable es que mate a Vanessa.

No sé cómo me las apaño, pero siempre acababa metido en líos como ese. Había ido hasta Woodland con la idea de encontrarme con Alison y llevarla de vuelta a Fernley y había acabado mucho más lejos, en un lugar en el que no había estado en mi vida y llamando a la puerta de un desconocido para salvar a una chica que no tenía nada que ver conmigo. Ganas de negarme no me faltaban.

Notas de una historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora