Capítulo 07

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CAPÍTULO 07

Los llantos del bebé me despertaron esa noche, Cuando miré la hora del reloj digital que estaba en mi mesa de noche, solté un bufido. Eran casi las cuatro de la madrugada.

Encendí la luz de la lámpara y me froté los ojos, soltando gruñidos que eran callados por las palmas de mis manos. El llanto del bebé retumba en mi habitación haciendo que ingresara por mis oídos, cosquilleando mi cerebro. Estoy agotado y lo único que me faltaba era esto para llevar una plena y feliz noche. ¿Es que los niños no pueden dormir toda la noche sin molestar a sus padres?

—Por el amor a Dios, ¿podrías callarte? — regaño, presionando una de las almohadas contra mi rostro. Al ver que el llanto prosigue, me coloco de pie y la alfombra cosquillea en mis pies descalzos. Me detengo frente a la cuna y miro al bebé hacia abajo, colocando las manos en mi cintura —¿Podrías cerrar la boca? Estoy intentando dormir y tú deberías hacer los mismo.

Claro, él me ignora y sigue llorando, las lágrimas se deslizan por sus sienes hasta perderse en las sábanas con diseños de pequeños elefantes. Intento colocarle el chupón en la boca, pero él lo deja caer con ayuda de su lengua. Masajeo mis sienes y me decido por tomarlo en brazos. Él se calla de inmediato y pequeños sollozos chocan contra mi oído cuando recarga su cabeza en mi hombro.

—Muy bien, vamos a dormir otra vez, pequeño demonio...— le digo con voz adormilada, dejando suaves golpes en su espalda.

Me paseo por toda la habitación, mirando de vez en cuando la hora. Los minutos transcurren de forma rápida y al ver que ha pasado más de media hora, el primer bostezo escapa de mi boca.

Me acerco a la cuna al darme cuenta de que el bebé se ha dormido otra vez. Pero parece que él sabe lo que estoy haciendo porque cuando hago el intento de acostarlo nuevamente, abre los ojos de par en par, mirándome asustado.

Resoplo y sigo paseándome por la habitación, Finalmente, él se duerme a las seis de la mañana.

°°°

A las diez de la mañana, yo me encuentro sentado en el sofá con el bebé recargado en mi muslo, batallando para darle el biberón, pero él sigue llorando. Estoy desesperado porque lo único que él ha hecho en estas horas ha sido llorar.

He decidido faltar otra vez ya que no sé con quién dejar al bebé y tampoco puedo llamar a la universidad y explicar que tengo un hijo que nació gracias al espíritu santo.

—Jesucristo, bébetelo...— le digo al bebé, intentando introducir el chupón del biberón dentro de su boca, pero él cierra sus labios con fuerza y aparta el utensilio con su pequeña mano. —Diablos, debí abandonarte en el supermercado cuando tuve la oportunidad... ¿No quieres beber? Pues, no lo bebas entonces.

Dejo el biberón sobre la mesa de centro y ahí me quedo, escuchando los gruñidos del bebé. Aprieto mis labios para no lanzar un montón de maldiciones y dejo caer mi cabeza hacia atrás, buscando alguna solución en el techo de la casa.

De pronto, el teléfono suena en el interior del bolsillo de mi pantalón. Lo tomo un poco atareado y contesto la llamada sin ver antes de quién se trata. Me arrepiento de inmediato cuando me doy cuenta de que me están llamando desde la universidad.

—¿Se puede saber por qué no contestas el teléfono? — me pregunta el señor Wood. Su voz nunca la he oído tan enfurecida —¡Ya sabes que no puedes tener más faltas si quieres aprobar tus materias!

Una mueca de dolor aparece en mi rostro.

—No puedo ir a clases, señor Wood...

—¿Y por qué no?

¿Este bebé es tuyo? | Bucky Barnes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora