Capítulo 23

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CAPÍTULO 23

No vuelvo a salir de casa el resto de la semana así que cuando el sol golpea mi rostro el lunes en la mañana, siento como si mis ojos se estuvieran quemando por el cambio de luz. Afortunadamente para el bebé y para mí, él se ha recuperado y ahora está dando sus primeros pasos. Unos días atrás, Zemo llegó a casa con un pequeño caminador de regalo para Junior. Él recorre toda la sala y la cocina riendo a carcajadas por los ruidosos sonidos que escapan de un parlante adjunto al andador.

Cada vez que el timbre suena, el pequeño cerdito corre hasta la puerta con ayuda del caminador. Me causa bastante ternura porque parece un pequeño osito que tropieza cada dos por tres y que, si no fuera por el pequeño asiento y el caminador alrededor de su cuerpo, estaría llorando como lo hacía antes.

El timbre de casa suena y yo no alcanzo a salir de la cocina cuando el bebé escapa, chocando con las paredes en una carrera falsa que solo él quiere ganar. Río por su torpeza adorable y troto detrás de él, apartando el cabello que molesta en mi rostro.

—A ver, pequeño cerdito, deja que papá abra la puerta...— le digo, empujando el caminar hacia atrás con cuidado.

Abro la puerta y el pesado cuerpo de Sam cae sobre mí. Asustado, lo arrastro al interior sin entender nada. ¿Qué demonios hace Sam completamente borracho en mi casa a esta hora de la mañana?

Con ayuda de mi pie cierro la puerta y arrastro a mi mejor amigo (que está hecho bolsa {1}) siendo seguido por el pequeño cerdito. Dejo caer con cuidado el cuerpo de Sam sobre el sofá y muy lentamente, sus párpados de alzan y me miran de manera desorientada. Cuando se da cuenta que soy quien está frente a él, sonríe extensamente y me abraza haciéndome caer de rodillas, mi torso sobre el suyo y mis manos intentando apartarlos de manera torpe.

—¡Amigo Bucky! — chilla contra mi oído y el olor del alcohol que ha ingerido me revuelve el estómago —¡Amigo, amigo, amigo! ¡Estoy tan feliz de verte!

—Sí, como sea, yo también estoy feliz de verte, ahora suéltame.

Con mucho esfuerzo, logro liberarme de los brazos de Sam y me coloco de pie soltando un suspiro de exasperación. Todos los días tengo que lidiar con un pequeño niño que es más revoltoso que un enjambre de abejas y ahora tengo que sumarles a mis tareas diarias a Sam.

—¿Qué haces aquí? — le pregunto, moviendo el hombro de Sam cuando él se está quedando dormido. Su cabeza cayendo hacia el lado mientras balbucea incoherencias —Sam... Oye, Sam, te estoy hablando, hombre. ¿Por qué estás borracho tan temprano?

No obtengo respuesta (y parece que me debo acostumbrar a eso) porque él cae dormido hacia el lado y los ronquidos escapan por su boca abierta. Ruedo los ojos y me voy a la cocina siendo seguido por el pequeño cerdito. Saco el teléfono y le marco a Zemo por una respuesta. Últimamente, es él quien mantiene más contacto con Sam y creo que él debe saber qué nuestro mejor amigo está borracho en mi casa antes del mediodía.

—Hola, ¿qué pasó? — dice Zemo una vez que ha contestado. Al otro lado de la línea se escucha demasiado ruido y tiene que prácticamente gritar para que su voz sea entendiendo.

—¿Sabes por qué Sam acaba de llegar borracho a mi casa?

Él suelta una maldición —Él se peleó con sus padres y lo echaron de casa. Pensé que Sam te lo había dicho.

—Por supuesto que él no me lo dijo— le digo apretándome el puente de la nariz —. ¿Cuándo?

—¿Cuándo qué?

—Cuándo se peleó con sus padres, Zemo.

—Hace un par de días. Él estuvo en mi casa unos días y ayer me dijo que iría a visitarte. Le pregunté si te había avisado y me dijo que sí por eso no le pregunté nada más. Pensé que era verdad.

¿Este bebé es tuyo? | Bucky Barnes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora