Capítulo 12

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CAPÍTULO 12

Cuando ingresé a casa, pensé que lo iba a disfrutar, pero siento una pesadez en el pecho. ¿Qué demonios me está sucediendo? Lo único que quería era deshacerme de ese niño y ahora que lo hice, necesito tenerlo de vuelta.

Dejo caer mi cuerpo al sofá y miro a mí al redor sintiéndome en este momento más solo que nunca. Mi única compañía se ha ido y se siente raro. Las cosas del bebé están regadas por toda la sala y por primera vez me cuestiono si lo que hice estuvo bien o no.

¡Por supuesto que no! ¿Qué clase de ser humano deja abandonado a un niño en una estación de trenes?

Me siento la peor mierda que ha pisado la Tierra y antes de comenzar a golpearme contra la pared, me coloco de pie y corro hasta la entrada. Tomo las llaves tanto del coche como de la casa y me coloco los zapatos. Salgo en camisa corta y de inmediato me arrepiento cuando el frío me cala los huesos.

Cuando voy saliendo en el coche, veo a la única persona que no deseaba ver en este preciso momento. ¿Es que ella no tiene casa? ¿Una madre que le prohíba salir por las noches?

—¡Bucky! — grita Serena al verme en el interior del coche. Ella se agacha para quedar a la altura del vidrio y mira el asiento trasero, donde se supone debería estar el bebé —¿Dónde está...

Me quedo en silencio, mirándola, mientras escucho el motor del auto.

—¿¡Qué mierda hiciste, Bucky?!

Me inclino hacia el lado y abro la puerta del copiloto. Ella capta de inmediato y se sube al coche de un salto. Después de cerrar la puerta, me golpea fuertemente en la cabeza.

—Ni se te ocurra reprocharme— ella masculla —. Eso te mereces y mucho más por perder al niño.

Comienzo a conducir y sin despegar la mirada del camino le digo:

—En realidad, lo he dejado en la estación de trenes.

El silencio se apodera del coche y debo mirar a Serena para asegurarme que ella está viva. Su rostro demuestra perplejidad y la comprendo. Sus puños se aprietan y mientras conduzco, ella impacta su puño derecho contra la quijada en un golpe que me aturde levemente.

—¡¿Qué te pasa?!— le grito, aireado.

—¡¿Qué te pasa a ti?! ¡¿Te volviste loco?!— chilla, tironeando el cabello —Dios, ¿por qué demonios lo hiciste? ¡Él puede estar muerto en este preciso momento!

Aquel pensamiento me vuelve el estómago en un nudo.

—¡Responde! — exige Serena.

—¡No lo sé! — responde de forma brusca y tomo una profunda respiración —Demonios, Serena, no sé en qué demonios estaba pensando. Yo sólo quería dejar a ese bebé porque no me siento listo y no se me ocurrió otra idea más que esa.

—Dios, eres un maldito bastardo...— ella susurra y no le digo nada porque sé que es verdad —. ¿Tus amigos idiotas te ayudaron en esto?

—Sólo Sam.

Ella rió con sarcasmo —Por supuesto. Ya sabía yo que ese chico no te iba a llevar por un buen camino. ¿Te das cuenta de que tus amigos te ayudan sólo a meterte en problemas?

—No me regañes, ¿quieres? Ya no soy un niño.

—Pues, comienza a comportarte como un adulto si quieres ser tratado como tal. Con la vida de un bebé no se juega, Bucky.

Prefiero quedarme callado y seguir conduciendo hasta Barri-Uqam. Sólo puedo pedir en silencio que le bebé se encuentre allí o en alguna estación de policía. Realmente no quiero que nada le suceda y sé que es tarde para que me haya dado cuenta, pero... demonios, no hay justificación para lo que hice, lo sé.

Al llegar a la estación, dejo el coche encendido y bajo corriendo, Serena me grita, pero no me detengo a ver qué es lo que quiere. Ingreso como alma que lleva el diablo y corro todo a mi alrededor con la mirada convenciéndome de que mis sospechas han sido cumplidas: el bebé ya no está.

No hay nadie alrededor así que me devuelvo al coche, intentando calmarme, aunque sé que es imposible. Me subo dando un portazo, ignorando la mirada de Serena.

—¿Y el bebé?

—¡No estaba, mierda! — le grito, nervioso. Presiono el acelerador con fuerza y comienzo a conducir hasta la primera estación de policía que está a cinco minutos de aquí.

°°°

Finalmente, luego de correr casi media ciudad, he encontrado al niño. Él estaba en una estación de policía y cuando vi que estaba sano y salvo, mis ojos se llenaron de lágrimas por el alivio que sentí. Estaba tan malditamente preocupado.

Regresamos a casa y Serena se va una vez que está segura que yo no mi iré a ninguna parte y haciéndome prometerle que cualquier cosa que necesite la llamaré.

Cuando el bebé y yo estamos solos en la habitación, lo tomo en brazos y apoyo sus pequeños pies en mis muslos, nuestros ojos encontrándose. Sus ojos me miran de manera inocente sin comprender todo lo que acaba de ocurrir mientras que yo me siento el ser más despreciable del mundo.

—Lo siento mucho, compañero—le digo, sintiendo unas ganas tremendas de llorar —. Nunca debí dejarte ahí. Soy un pésimo padre, ¿verdad? Nunca más volveré a dejarte solo, compañero. Ahora sólo somos tú y yo, ¿bien?

Presiono mis labios en su frente dejando un pequeño beso en ella y lo cómodo entre mis brazos para que él se quede dormido.

—Duerme, pequeño cerdito...— susurro, mirando como los pequeños ojos del bebé comienzan a cerrarse —. Papá está aquí para cuidarte. Lo prometo.

Y como si él entendiera, se queda dormido entre mis brazos luciendo como un pequeño ángel.

Me coloco de pie con cuidado y lo acuesto en mi cama. Me desprendo de miropa y sólo me coloco mi pantalón de pijama para acostarme. Junto a mihijo. 

¿Este bebé es tuyo? | Bucky Barnes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora